Opinión | Ola de calor

Carol Álvarez

Carol Álvarez

Subdirectora de El Periódico

'Twisters' y la nostalgia climática por las lluvias y tormentas

La emoción que compartimos ante una nueva tormenta ha de llevarnos a protegerlas como un bien que nos conecta con nuestro pasado y con todo lo que estuvo y estaría bien no perder.

Una escena de la película 'Twisters'

Una escena de la película 'Twisters'

El último episodio extremo de tormentas que hemos sufrido no ha afectado a todos por igual, pero imágenes de impresionantes rayos y granizo con piedras de gran tamaño han inundado las redes sociales en lo que ya se ha convertido en un espectáculo. En tiempos de crisis climática, ya es algo excepcional una lluvia furiosa, un torbellino de hojas secas, nubes oscuras y de formas caprichosas que parecen vivas, moviéndose a gran velocidad. Hasta el mero olor a lluvia aunque no haya caído ni gota en tu barrio. Tormentas, descenso brusco de temperaturas, rayos y truenos se han convertido en la nueva lotería, el sorteo de todos los verano que esperamos ansiosos porque aunque todos llevamos números, no a todos nos tocará premio. 

   Las olas de calor que tanto nos asustaban hace unos años se han convertido en un elemento cotidiano en nuestras vidas, y cada aviso meteorológico suena a sirena de alarma de esas que ponen a resguardo a ciudadanos que sufren una guerra demasiado larga y que escuchan sin emoción, pero con el resorte automático que les lleva a buscar refugio. Nos hemos adaptado a la vida con ventilador y buscando la sombra, a beber mucha agua y planear el ocio con aire acondicionado. Nuestra mala cabeza como sociedad nos ha traído hasta aquí: no, no estamos cumpliendo los compromisos para acabar con combustibles fósiles, no, no estamos haciendo los deberes para reducir la polución y las emisiones. 

   La amnesia climática nos lleva a olvidar que estamos en una situación de emergencia. Adaptarnos para sobrevivir está bien, pero no es el camino que puede frenar que en 10 años estemos aún más acalorados y quizá recluidos durante meses para evitar las temperaturas incendiarias del exterior. Quizá ante esa amnesia adaptativa que llevamos en los genes podamos aún hacer algo: somos tan proclives a olvidar las malas experiencias, como mecanismo involuntario para reducir el trauma, como lo somos para abonar la nostalgia de tiempos mejores. Lo hemos visto en nuestras revisiones de décadas pasadas, en moda y en cultura, también en nuestro apego a los recuerdos más queridos de infancia y adolescencia. ¿Por qué no trabajamos en la nostalgia climática?

El fenómeno 'Twisters'

Que una película de aventuras disfrazada de catástrofes naturales como 'Twisters' esté triunfando en la cartelera de los cines no es una anécdota. La película sobre unos investigadores y cazadores de tormentas que tratan de frenar una conjunción tan imposible como terrorífica de destrucción es una versión actualizada de un gran clásico de los años noventa, 'Twister'. Entre el público de este 'blockbuster' tenemos a familias y adolescentes, también adultos, que de alguna manera exorcizan miedos, imaginan por primera vez o recuerdan, una experiencia impactante. Y si apeláramos a esa nostalgia climática para empujar un relato de veranos lluviosos, aquellos que a mediados de agosto nos reunían con familia o amigos a partidas largas de juegos de mesa, sí, los juegos de mesa viven también ahora una edad dorada, de semanas de descanso en que pasábamos el día en la playa jugando a la orilla del mar o tomando helados en el chiringuito, porque ir a la playa era refrescarse, no una actividad de riesgo en que debes llevar factor altísimo de protección y debes cronometrar el tiempo a la intemperie para no sufrir un golpe de calor. A las siestas que solo necesitaban una persiana entrecerrada. A una vida que no conocía el aire acondicionado.

El recuerdo de esos tiempos puede ser el mejor aliado contra el olvido, el mejor acicate contra la inacción. La emoción que compartimos ante una nueva tormenta ha de llevarnos a protegerlas como un bien que nos conecta con nuestro pasado y con todo lo que estuvo y estaría bien no perder. 

Suscríbete para seguir leyendo