Derechos Humanos
Sin hogar y sin padrón en Barcelona: "Llevamos siete meses esperando ser ciudadanos"
Ilias Diallo y Kone Lacine solicitaron el empadronamiento en la capital catalana en noviembre de 2023 y todavía no tienen noticias
Sólo cinco ciudades firman el decálogo del Govern que asegura el derecho al padrón
Las oenegés en Catalunya detectan 37 ayuntamientos que ponen trabas para empadronarse
Elisenda Colell
Redactora
Periodista de desigualdades y exclusión social crecida en la redacción de informativos de la Cadena SER en Catalunya. Nací en Viu Comunicació y Cugat.cat.
"Nos dicen 'espera, espera, espera'... y llevamos siete meses esperando para ser ciudadanos de Barcelona, para tener plenos derechos", lamenta Ilias Diallo. Hace dos años escapó de Guinea Conakry, asustado por la represión tras el golpe de Estado en el país. Ahora duerme en la calle de la capital catalana con Kone Lacine, de Costa de Marfil. Tramitaron su solicitud para empadronarse en la ciudad en noviembre de 2023. Siete meses más tarde, aún esperan la llamada de los técnicos del padrón municipal para validar su solicitud. Como ellos, decenas de personas en Catalunya aguardan para poder constar en el registro municipal de ciudadanos. "Vivimos en un limbo, esperando nuestros derechos", se queja Lacine.
Las historias de Diallo y Lacine hielan la sangre. Ambos huyeron de África en agosto de 2023 por la ruta canaria. El primero, lo hizo tras una larga travesía, primero por el desierto y después en una zodiac que se quedó sin combustible y a la deriva tras cuatro días en el Atlántico. "Me fui de mi país porque participé en la manifestación contra el golpe de Estado que terminó reprimida a balazos: tuve que cerrar mi cafetería y cada día detenían a jóvenes en mi barrio. Temía ser el siguiente", explica este padre de tres niños.
El segundo escapó porque dice haber sido víctima de la limpieza étnica. "En mi familia somos musulmanes y estábamos perseguidos. Mi padre me pidió que escapara para seguir en vida", cuenta.
Estuvieron al filo de la muerte en el Atlántico, pero Salvamento Marítimo les rescató en Fuerteventura. Como a tantos otros, el Gobierno les trasladó a la península. Uno desembarcó en Barcelona y el otro, en Málaga. Al final se encontraron en las calles de la capital catalana. En la ciudad reciben el asesoramiento de entidades sociales. Estudian catalán y castellano en la fundación Bayt al-Thaqafa y Migrastudium. Muestran esperanzados los diplomas y los currículums de su historial laboral que les han ayudado a realizar. Comen en el comedor social de Navas y cenan gracias a otra entidad social en Gràcia. Llevan meses intentando pedir asilo. "Pero cada día es lo mismo: llamas y las líneas están colapsadas", se queja Diallo.
El padrón, última esperanza
El acompañamiento de la Coordinadora Obrim Fronteres les ha permitido lograr una tarjeta sanitaria. Diallo ha sido ingresado en el Hospital del Mar y en Vall d'Hebron por convulsiones y problemas dentales. Malviven entre cartones en un parque de Montbau y consiguen algo de dinero recorriendo toda la ciudad con su carro lleno de chatarra.
Ahora, su última esperanza es el padrón. "Si conseguimos empadronarnos podremos empezar a tener algo, a ser alguien", señala Lacine. Si logran demostrar su residencia en España durante tres años podrán conseguir permiso de trabajo y residencia legal, y empezar a trabajar, que es lo único que desean.
El Ayuntamiento de Barcelona está intentando dar con ellos, siete meses después de la primera solicitud, para ver cómo duermen en la calle y facilitarles el Informe de Conocimiento de Residencia (ICR) para que se puedan empadronar. Hace meses que el ayuntamiento reconoce estas demoras. Y tanto la Síndica de Greuges de Catalunya como el Síndic de Greuges de Barcelona les han reprendido por ello. Este viernes, las entidades sociales han vuelto a lamentar estas prácticas.
La situación en Ripoll
Peor están algunos vecinos de Ripoll. Seis meses después de explicar su caso en EL PERIÓDICO, las familias de refugiados a quienes se les denegaba el padrón siguen sin poder acceder a él. No es que haya demora, es que no hay opción. El consistorio sólo permite empadronar a quien pueda mostrar un contrato de alquiler o título de propiedad. A estos les hace esperar tres meses, el máximo permitido por la ley. A otros, les niega ese derecho, en contra de la ley. "Hemos tenido la suerte que un vecino nos ha alquilado un piso por 300 euros y esta semana inicié la solicitud para empadronar a mis hijos", cuenta Nazareth Rebolledo, madre de un niño de 12 años y una niña de 15.
La colombiana Grays Dayana Prada y sus hijos de 13 años 6 años no han tenido esa suerte, y siguen aguardando en una habitación realquilada. Hasta entonces, sus hijos no podrán apuntarse a jugar a fútbol, como ansían hacer desde que llegaron. Tras conocer su caso, la Generalitat se aseguró de que al menos los chicos pudieran ir a la escuela y tener un pediatra. "Aún no están empadronados pero logramos que a la niña le sacaran las muelas que le dolían tanto", agradece Prada.
El resto de afectados de Ripoll que sí contaban con la documentación requerida ya están empadronados. "El problema es que hay decenas de personas esperando y esta espera es matadora", se queja Brahim Boubash. El Aarbi Barkahi espera que en otoño nazca su segundo hijo. "A ver si le podemos empadronar bien...", suspira.
Con las trabas, algunas familias optan por escapar hacia otras ciudades donde no les pongan las cosas tan difíciles. Es el caso de la familia Darrah, que tras varias semanas intentando el padrón en Vic de una adolescente y su madre, malviviendo en furgonetas y pensiones, han terminado mudándose al Bages.
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