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Investidura
Andreu Claret

Andreu Claret

Periodista y escritor. Miembro del Comité editorial de EL PERIÓDICO

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Magia para Puigdemont, presidencia para Illa

Un señor aburrido porque habla de los problemas que todos conocemos, frente a otro fascinante porque nadie sabe por dónde va a salir, ni siquiera sus más allegados

Salvador Illa, investido president de la Generalitat

ERC avisa a Illa de que su 'sí' a la investidura "está cargado de 'noes'": "Cumpla, tenemos memoria"

Pleno en el Parlament para la investidura de Salvador Illa

Pleno en el Parlament para la investidura de Salvador Illa / JORDI OTIX

El día empezó con otro golpe de magia de Carles Puigdemont. Terminó con la elección de Salvador Illa como presidente de la Generalitat. La magia tiene una larga tradición en Catalunya, con nombres como el Mago Pop, que ha llevado esta tradición hasta Broadway. La política está menos cotizada. Después de los últimos tres lustros, su valor está por los suelos. Conscientes de este desgaste, Puigdemont y sus seguidores inventaron lo que ha convenido en llamarse el independentismo mágico. Hecho de ilusiones, golpes de efecto, como una declaración de independencia que duró 48 segundos. Breves, para que el espectador no descubra donde está el truco. Este jueves, Puigdemont llevó a cabo uno de sus últimos golpes de magia, y consiguió captar la audiencia. Lo hizo con la complicidad de unos Mossos d'Esquadra que actuaron como aquellos colaboradores que necesita el circo para que todo salga bien. Sin embargo, no consiguió su objetivo, impedir la sesión de investidura, al menos retrasarla. Y el día terminó con la peor de las noticias para él: la elección de un socialista como presidente, con los votos del independentismo histórico catalán. 

No imagino a Salvador Illa haciendo el más sencillo de los trucos de magia. Ni siquiera aquellos que todos los padres aprenden para dejar pasmado a su primer hijo. Mientras Puigdemont se levanta cada día con una ocurrencia, el otro se acuesta repasando lo que ha hecho durante el último mes, para intentar mejorar en el siguiente. Lástima que Puigdemont no estuviera en el hemiciclo. Los jueces nos han privado de un espectáculo parlamentario que hubiese servido para reivindicar la política. El campeón del Realismo versus el Gran Mago de la última década. Un señor aburrido porque habla de los problemas que todos conocemos, frente a otro fascinante porque nadie sabe por dónde va a salir, ni siquiera sus más allegados. Si acaso el inefable e insondable Gonzalo Boye, personaje sombrío nada ajeno al mundo del circo. Lástima señorías. Si esto fuera una novela de suspense, descubriríamos, hacia el final, que los extremos llegaron a tocarse para frustrarnos de esta maravillosa oportunidad.

En consecuencia, para Puigdemont el 'show', y para Illa la presidencia de la Generalitat de Catalunya. El uno, mago por un día, el otro inquilino del Palau. ¿Por cuánto tiempo? No lo sabemos porque él mismo ha reconocido que los apoyos recibidos son solo para la investidura y suman lo que suman: un voto más que el resto. La victoria de Illa requería tanta complejidad que no podía ser fruto de una carambola. No lo es. Tiempo habrá para analizar su programa y los acuerdos suscritos con Esquerra Republicana y los Comuns. Lo que cuenta hoy es la música, no la letra. Desde la referencia a Tarradellas, uno de sus mentores, hasta los elogios a Pere Aragonès que Illa consiguió sin que a nadie se le escapara la risa. Es la ventaja de la credibilidad, del trabajo de fondo, como los maratones que tanto le gustan, y en el que han destacado Lluïsa Moret (PSC), Marta Rovira (ERC) y Jéssica Albiach (Comuns). Tres mujeres. ¿Casualidad? 

El pleno ha elegido a Salvador Illa como presidente de la Generalitat para dedicarse a lo que importa: los problemas que tiene la sociedad catalana, empezando por este vergonzoso 18% de ciudadanos en situaciones de pobreza. Catalunya va mal en enseñanza, en gestión ambiental, en infraestructuras y en eficiencia de su administración. Desafíos tremendos para un gobierno que, ahora por ahora, gobernará en minoría, y que depende –no solo para mejorar la financiación– de un gobierno de España que tiene enfrente a una oposición fuerte y desabrida. A la que podrían sumarse los siete diputados de Junts per Catalunya, según cómo termine el pulso entre Puigdemont y el Tribunal Supremo. Sin embargo, volvamos a la música. Si para algo ha servido la sesión de investidura, ha sido para fortalecer, al menos a corto plazo, los pactos suscritos por el PSC con ERC y los Comunes. Así es la política, cuando se aleja del ilusionismo y se encarna en los problemas reales. Ello debería contribuir a la estabilidad y la seriedad tan anheladas por la inmensa mayoría de los catalanes. 

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