Opinión | Apunte

Andreu Claret

Andreu Claret

Periodista y escritor. Miembro del Comité editorial de EL PERIÓDICO

Acuerdo histórico, desafío a Puigdemont

El pacto supone que Catalunya pueda avanzar en las capacidades fiscales que le reconocen el Estatuto y la Constitución

ERC y PSC pactan el concierto económico catalán para investir a Illa

Puigdemont ratifica su retorno y asegura que "solo un golpe de Estado" lo evitará

Puigdemont ratifica su retorno y asegura que "solo un golpe de Estado" lo evitará / Glòria Sànchez | Europa Press

Tiempo habrá para valorar la letra pequeña del preacuerdo suscrito hoy entre ERC y el PSC para investir a Salvador Illa como presidente de la Generalitat. Sin embargo, si vamos a su sentido profundo, la calificación de histórico, por una vez, no es exagerada. No resulta fácil hacer esta valoración, en caliente, y en medio del ruido que empiezan a hacer quienes lo consideran una traición. A España, o a Catalunya, según escuchemos al PP, o a Carles Puigdemont. Esta condición de histórico no viene de que ERC vaya a votar a un socialista como presidente. Esto ya ocurrió en 2003 y 2006, cuando los republicanos incluso entraron en gobiernos tripartidos presididos por el PSC, lo que puede no ocurrir ahora. El acuerdo –al que hay que llamar preacuerdo, hasta que se pronuncien los militantes republicanos– es histórico por el momento y la circunstancias en los que se produce. Aquellos tripartidos quedan lejos, más de lo que indica el calendario. Desde entonces, dos millones de catalanes se pronunciaron a favor de la independencia en un referéndum que quebró el marco constitucional y estatutario. El gobierno de Mariano Rajoy intervino la Generalitat con el apoyo del PSOE, la mitad del gobierno catalán fue a parar a la cárcel y Puigdemont huyó a Bruselas. De ahí viene la importancia de un acuerdo destinado a poner fin al mayor conflicto político que la Generalitat ha tenido con el gobierno de España desde octubre de 1934.

Por lo que sabemos, el acuerdo supone que Catalunya pueda avanzar en las capacidades fiscales que le reconocen el Estatuto y la Constitución. También sabemos que el tipo de concierto económico al que aspiran los republicanos deberá solidario. La letra dirá si los negociadores del PSC han conseguido que este objetivo sea una realidad, y que la singularidad para Catalunya no se traduzca en una pérdida de recursos fiscales para las demás comunidades, como asegura Pedro Sánchez. Lo demás son cuestiones relacionadas con la lengua, más elásticas, y con mesas de negociación que ya existen.

Puigdemont hará lo posible para que las bases de ERC voten en contra. Teniendo en cuenta su compromiso de volver para la investidura, la elección de Illa supondría, para él, un golpe letal a su estrategia. En la derecha española habrá quien vuelva a pedir que el que pueda hacer, haga. Desde el estado y la sociedad. Y probablemente habrá quien facilite esta tarea, desde el independentismo, al sostener que avanzar en la soberanía fiscal es la mejor manera de preparar la independencia. Aunque estemos en agosto, en los próximos días ustedes oirán críticas de todo tipo. Desde opiniones legitimas sobre las dudas que suscitará el articulado del acuerdo, hasta voces que lo desnaturalizaran para tumbarlo, primero en las redes y luego en las Cortes. Al final, las aguas volverán a su cauce, como ocurrió con aquel 1 de octubre, una huida hacia adelante que dividió a Catalunya y que ha traumatizado a su sociedad. Un cauce trazado por la Constitución, el Estatuto de Catalunya y el marco jurídico europeo.

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