Puigdemont en manos del patriotismo de Illa
Va a ser la militancia de ERC quien avale o rechace un acuerdo con Illa. O hay chicha que seduzca a la militancia o el rechazo va a ser tan sonoro como estridente
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Carles Puigdemont. / EP
El porvenir de Puigdemont no tiene nada que ver con el estatus político de Catalunya. Lo fía a un triunfo personal, personalísimo, que requiere forzar la repetición electoral para darse otra oportunidad. La Presidencia de la Generalitat en lugar del depauperado Consell de la República.
Para ello cuenta con un calendario que maneja un hombre tan noble 'per se' como acríticamente leal al líder plenipotenciario, al que llaman ‘líder moral’. Se justifica así que un militante de base ordene y mande orillando sistemáticamente a la dirección.
Josep Rull, presidente del Parlament, convocará el pleno de investidura si se lo pide Puigdemont. Si lo hizo el Rey Felipe VI con Feijóo, a sabiendas de que no reunía los apoyos, pocas objeciones puede haber a que Rull haga lo mismo. Y si ese pleno llega a celebrarse todo el independentismo podría votar a Puigdemont. También es verdad que les sale gratis porque cosecharía un sonoro rechazo de la Cámara catalana. Pero daría a Puigdemont una nueva oportunidad electoral y exhibir que reunió más votos que Illa en la investidura.
Sería el pistoletazo de salida de la enésima campaña electoral del Legítimo. Y si además juega la baza del retorno –aunque tres veces lo haya prometido con toda solemnidad- sería un indiscutible golpe de efecto.
Tampoco hay que dar por sentado que si Salvador Illa fuera investido, Puigdemont se retiraría a Amer para dedicarse a otro menester. No sin antes descargar toda su furia (como colofón a seis largos años de jarabe de palo) sobre la maltrecha Esquerra Republicana sumida en una vorágine autolesiva y a menudo tan voluble como permeable a las invectivas posconvergentes.
No olvidemos, en cualquier caso, que va a ser la militancia de ERC quien avale o rechace un acuerdo con Illa. O hay chicha que seduzca a la militancia o el rechazo va a ser tan sonoro como estridente. O Illa se lo toma en serio, o pone el ‘qué’ (financiación) sobre el ‘quien’ (ahí le gana Puigdemont), o va a ser tan culpable como el que más de una nueva cita electoral a la que no debe temer. Aunque tampoco olvidar que las elecciones las carga el Diablo.
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