Los carteles nunca vienen solos
ERC parece en estos momentos un juguete roto, superado por la coyuntura, y a merced de los elementos. Pero lo que hace grande a una organización es la capacidad de sobreponerse a las derrotas
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Carteles contra Pasqual y Ernest Maragall que se burlan del Alzhéimer que padece el exalcalde / El Periódico
El ciclo electoral adverso ha hecho estragos en las filas republicanas y amenaza con desestabilizar por completo una organización que parecía haber dejado atrás una historia de cíclicas convulsiones internas.
Los carteles ofensivos contra Ernest Maragall, de cosecha interna, echan sal a una herida abierta que amenaza con derivar en una batalla campal si no se impone la cordura y se demuestra que ERC es una organización madura que sabe gestionar las coyunturas comprometidas. O si bien, por el contrario, es cautiva de una pulsión interna autodestructiva que solo puede ir a peor.
Mientras todo iba bien -al menos electoralmente- todo parecía de color de rosa. A las primeras de cambio, cuando se ha torcido la buena racha, han aflorado las dudas de todo tipo y ha resultado que lo que parecía una ejemplar cohesión interna no lo era tanto o lo era en tanto acompañaran los resultados balsámicos.
Y todo esto ocurre en medio de una rebelión judicial que mantiene que a ellos (a los jueces) no les atañe la voluntad del legislador y que harán todo lo que sea necesario para saltarse la ley de amnistía sobre la que se sustenta la actual legislatura en España con voluntad, cómo no, de dinamitarla. Los jueces más conservadores han puesto proa al Gobierno de Pedro Sánchez, que se ha convertido en el enemigo a batir.
Pero esta crisis, la de ERC, ocurre, además, en un contexto diabólico, con el partido forzado a tomar una decisión que tendrá como consecuencia la investidura de Illa o la repetición electoral (sin ni siquiera tener candidato) que anhela Puigdemont. Y ninguna de las dos opciones parece que pueda contentar a todo el mundo. Peor aún, puede encender a unos u otros. Habrá damnificados, dentro y fuera.
ERC parece en estos momentos un juguete roto, superado por la coyuntura, y a merced de los elementos. Lo que hace grande a una organización no es la capacidad de celebrar las victorias sino de sobreponerse a las derrotas. Los buenos navegantes no se prueba cuando el viento sopla de cola sino cuando entra por la proa y la marejada golpea la nave. Es entonces cuando se demuestra de qué pasta estás hecho.
Cuando vienen mal dadas es cuando toca aguantar el timón firme, demostrar disciplina y resiliencia para resistir el paso de la tormenta. Si se hace justo lo contrario, si todo es un sálvase quien pueda, el naufragio no es posible, es seguro.
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