Opinión |
Negociaciones ERC-PSC
Jordi Mercader

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Periodista.

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Pagando, Sant Pere canta y vota

Lo que ya han hecho los dirigentes republicanos es mandar un mensaje inequívoco a Carles Puigdemont y al voluntarioso (y partidista) presidente del Parlament: no hay más cuentos de la lechera, o pacto con el partido de Illa o repetición de los comicios

Salvador Illa i Pere Aragonès, en un acte del Cercle d’Economia. | QUIQUE GARCÍA / EFE

Salvador Illa i Pere Aragonès, en un acte del Cercle d’Economia. | QUIQUE GARCÍA / EFE

La negociación entre PSC y ERC para dar carpetazo a una década absurda de la política institucional catalana pueden llegar a buen puerto. El cambio trascendental que implicaría la investidura de Salvador Illa gracias a los votos de los republicanos se intuye cada día más probable. Aunque sin triunfalismos prematuros. Los socialistas ya tienen experiencia en que, tratándose de ERC, un partido tradicionalmente desestructurado y ahora además en plena crisis interna, nunca hay que descartar un volantazo final. El PSOE, a instancias del PSC, está cumpliendo escrupulosamente con el paso a paso requerido para que la negociación culmine satisfactoriamente. Y ERC está emitiendo, de momento, los mensajes adecuados, jugando con los tiempos. 

El resultado de la Comisión Mixta de Asuntos Económicos y Financieros del Estado y la Generalitat certifica que todo progresa adecuadamente. O sea, que pagando, Sant Pere además de cantar sabe votar. El hecho de que lo que se ingrese por parte del Estado se corresponda con lo que se debía pagar al gobierno catalán hace años permite a los negociadores mantenerse en los límites estrictos del paradigma más antiguo y eficaz, el del diálogo político. Cuando la imperiosa necesidad privada de unos y otros se corresponde con la virtud pública exigible a cada uno de ellos, el resultado suele ser imbatible en términos pragmáticos e impecable en términos democráticos.

Todas las crónicas previas al inicio de la negociación para la investidura precisaban los ítems centrales de la misma: Renfe, catalán, pago de deudas y financiación singular, concepto adornado oportunamente como soberanía fiscal. No parece que a estas alturas la terminología vaya a asustar a Salvador Illa o a Pedro Sánchez. Tampoco a ERC le debería incomodar más de lo asumible el hecho de que el referéndum de autodeterminación quede inevitablemente para otro rato de difícil agendar. Esta reclamación nunca vence. 

Lo que ya han hecho los dirigentes republicanos es mandar un mensaje inequívoco a Carles Puigdemont y al voluntarioso (y partidista) presidente del Parlament: no hay más cuentos de la lechera, o pacto con el PSC o repetición de los comicios. Y para cortarse la retirada, el gobierno en funciones de ERC obsequió a sus militantes con un buen sondeo, para que a nadie le queden dudas del riesgo de jugar con el fuego electoral.

Lo que está claro es que, de cerrarse positivamente la negociación, los compromisos firmados y los resultados acumulados por el camino, supondrán para la Generalitat un gran salto cualitativo. Un progreso que, comparado con los fiascos acumulados por el 'procés', fácilmente será celebrado como histórico. Tanto el PSC como ERC necesitan que sea así. Los socialistas, para retornar con buen pie al Palau de la Generalitat y abrir la etapa de la reconciliación política y la recuperación institucional con compromisos firmes del gobierno central. ERC, para poder defender con argumentos sólidos los réditos del diálogo frente a sus antiguos socios de fracasos. 

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