Opinión |
Negociaciones tras el 12M
Jordi Mercader

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Periodista.

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Retorno al Estatut, pero ¿a cuál?

El texto del 2005 recogía notables avances respecto del reconocimiento nacional de Catalunya, profundizaba en el capítulo competencial, en la financiación y se adentraba en la reorganización del ámbito judicial

Pere Aragonès y Salvador Illa se saludan durante la 39º reunión del Cercle d'Economia.

Pere Aragonès y Salvador Illa se saludan durante la 39º reunión del Cercle d'Economia. / David Zorrakino

La política catalana, especialmente el PSC y ERC, se enfrenta de nuevo al miedo escénico de tomar decisiones trascendentales. Tras los resultados patéticos de una década de excepcionalidad, estos dos partidos deben asumir que comparten la centralidad política y debatir cómo salir del pantano sin incurrir en más contradicciones de las indispensables. Para ello cuentan con la predisposición entusiasta de los Comunes, pero también con la historia del tripartito como espejo de sus errores y con los demonios tradicionales que acongojan al PSOE cuando se trata de la ambición nacional catalana.

Desde la perspectiva del PSC y del PSOE se trata de volver a la senda estatutaria con la poesía necesaria para que ERC se sienta cómoda y no sucumba al chantaje emocional de Carles Puigdemont y Junts, siempre dispuestos a abrazar el maximalismo. Sin embargo, los pragmáticos primero tendrán que decidir a cuál Estatut quieren regresar.

ERC no aceptará fácilmente que el texto de referencia sea el publicado en el BOE el 30 de marzo de 2006, acreditado como insuficiente, madre de todas las decepciones. Los republicanos no lo votaron ni en el Congreso ni en el referéndum, aunque por razones circunstanciales de última hora. De todas maneras, habrá que pensar que ERC no vaya a aceptar menos de lo que se votó en el Parlament el 30 de septiembre de 2005. Aquel estatuto obtuvo 120 votos a favor, muchísimos más que la inútil declaración de independencia.

El texto del 2005 recogía notables avances respecto del reconocimiento nacional de Catalunya, profundizaba en el capítulo competencial, en la financiación y se adentraba en la reorganización del ámbito judicial, situando la relación general de la Generalitat y el Estado en la esfera bilateral. Aquello fue demasiado para el PSOE y también para un sector del PSC. Y eso que José Luis Rodríguez Zapatero, con 164 diputados, contaba con el apoyo de ERC y de CDC, aunque los motivos reales de Artur Mas siempre estuvieron bajo sospecha de buscar ventajas en la política catalana.  

En 2006, el miedo escénico les ganó la partida a casi todos y el Tribunal Constitucional remató el despropósito. ¿Por qué ahora puede ser distinto? La razón de fondo es la experiencia traumática del 'procés', vivida de forma diferente en Catalunya y en el resto de España, pero en los dos casos con consciencia de haber rondado el abismo. Después, cada uno tendrá su argumentación. El PSC cree que la reconciliación entre catalanes exige un gobierno de progreso con apoyos transversales; el PSOE, atrapado en su debilidad parlamentaria, tiene pocas alternativas a seguir arriesgando, y ERC necesita un plan soberanista creíble para alejarse de Junts.

Illa y Sánchez parecen dispuestos a enmendar algunos aspectos de la confusión histórica vivida en 2006 al aceptar la desfiguración de la propuesta del Parlament, operación dirigida en buena parte por sus compañeros de partido, la mayoría de los cuales están fuera de servicio, menos ZP, el mejor paladín de Sánchez. ERC se supone que está negociando con los socialistas en estos términos conceptuales, con alguna aportación singularísima de referencia foral para atrincherarse mejor ante el previsible embate de Junts. El país está a la expectativa de la fortaleza y la sinceridad de los protagonistas para decidir el retorno a la vía estatutaria más ambiciosa y para dar con una fórmula que permita reparar el déficit monumental de que el Estatut vigente no coincida ni con el aprobado por el Parlament ni con el sometido a referéndum.

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