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Elecciones en EEUU
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Última oportunidad demócrata

Harris podría reunir los requisitos para activar el voto de las mujeres, las minorías y los jóvenes alejados de Biden

Kamala Harris. | REUTERS

Kamala Harris. | REUTERS / Irene Vilà

La campaña electoral en Estados Unidos se ha internado en territorio desconocido a raíz de la renuncia a la reelección de Joe Biden. Nunca antes un presidente en ejercicio, vencedor de las primarias de su partido, abandonó la carrera en vísperas de la convención que debía ratificar su nominación. Nunca antes fue tan manifiesta la necesidad de buscar una alternativa y reaccionar ante los vaticinios de todas las encuestas que dan vencedor a Donald Trump frente a quien, hasta el domingo, era el candidato previsto del Partido Demócrata. Y nunca en las últimas convocatorias electorales fue tan manifiesta la urgencia de activar a un electorado desfondado por la certidumbre de la derrota en noviembre.

Se levanta así el telón en un escenario que, no por necesario e incluso previsible, deja de atesorar incógnitas. Porque el establishment demócrata, que ha presionado a Biden lo indecible para que se hiciera a un lado, debe moverse deprisa y de forma unitaria si quiere impulsar la candidatura de Kamala Harris desde ya, movilizar a los electores defraudados que en 2020 sumaron su voto a la elección de Biden y salir de la convención de Chicago con la convicción de que hay partido. Pero, al mismo tiempo, al cambiar los parámetros de la campaña, es previsible que Trump agrie hasta el paroxismo el debate político de aquí al 5 de noviembre, sabedor de que su sensación de triunfo seguro ha dejado de tener fundamento.

Este es, al menos, el panorama que vislumbran los estados mayores de los dos partidos y los analistas independientes. Quizá no sea Kamala Harris la candidata resolutiva que en 2020 se creyó que podía ser, pero tiene el perfil adecuado para movilizar a sectores del electorado indispensables para que los demócratas consigan la victoria en estados clave –Pensilvania, Michigan y Wisconsin, tres de ellos– en los que Biden consolidó su éxito. Acaso la vicepresidenta haya pasado desapercibida demasiado tiempo en los últimos cuatro años, pero podría reunir los requisitos para activar el voto de las mujeres, de las minorías –no solo la afroamericana–, de los menores de 35 que han visto en el presidente alguien alejado de sus inquietudes y desafíos. Nada es seguro en ese cálculo de probabilidades y todo queda pendiente de que efectivamente el estado mayor demócrata catapulte la candidatura de Harris y la complete con un aspirante a la vicepresidencia con gancho para atraer a los más remisos.

Tan complejo e intrincado como la salida de la crisis demócrata es sopesar el papel que pueden desempeñar a partir de ahora los factores emocionales. Sin duda han sido claves en el impulso renovado de Trump a partir del atentado; es pronto para sopesar cómo puede influir la renuncia-sacrificio de Biden en el comportamiento de los votantes demócratas. Es poco fiable remitirse al resultado de 2020 –81 millones de votos para Biden; 74 millones para Trump– para calcular el margen de error de que disponen ambos bloques porque la partida empieza de nuevo de cero o poco menos cuando la suerte parecía que ya estaba echada. Y en ese nuevo tablero pesará mucho en las próximas semanas la reconocida capacidad de Trump de activar en su contra el voto del miedo, como sucedió en las legislativas de noviembre de 2022, cuando las urnas le otorgaron una victoria insuficiente.