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Macron se la juega con los JJOO

Que los Juegos estén a cargo de un Gobierno en funciones tras un varapalo electoral no es la mejor presentación

Los anillos olímpicos en París, con la Torre Eiffel de fondo.

Los anillos olímpicos en París, con la Torre Eiffel de fondo. / EP

Suele decirse que los presidentes de la República francesa están imbuidos de aquel espíritu que llevó a Luis XIV a considerarse el Rey Sol. Como si la revolución hubiese conservado algo del talante que hizo de la monarquía francesa una de las que más relucían, en el palacio de Versalles. Todos los presidentes se han sentido obligados de rendir culto al sol, que no es otra cosa que el Dios de la paz y de las artes. Para ello, han vivido obsesionados en dejar un legado cultural digno de esta tradición. François Mitterrand levantó la pirámide del Louvre, el arco de la Defensa y la ópera de La Bastilla. Giscard d’Estaing inauguró el museo de Orsay. Georges Pompidou, el centro que lleva su nombre y Chirac, el modesto museo Branly. Emmanuel Macron no quiere ser una excepción. Promovió una Ciudad de la Lengua Francesa que no acaba de convencer, ni siquiera a los franceses. Su verdadera apuesta son los Juegos Olímpicos de 2024, que comienzan el próximo día 26 en París.

El problema para Macron es que ni el mundo ni Francia son los de los tiempos de Mitterrand. El país se encuentra hoy bajo la lupa de Comisión Europea por su endeudamiento, y el coste de unos Juegos Olímpicos suele ir asociado, precisamente, al aumento de la deuda del país organizador. Por otra parte, el liderazgo político y cultural que Francia siempre ha pretendido ostentar ha reculado en los últimos lustros. La pérdida de influencia en el continente africano, en beneficio de China y Rusia, y la regresión de la francofonía son dos de las manifestaciones más acusadas del retroceso de esta cierta capacidad que ha tenido el país de señalar el camino a seguir al resto del mundo. Los Juegos Olímpicos pretenden precisamente salir al paso de la sensación de decadencia que padece Francia, pero está por ver que lo sean. El hecho de que la organización y la seguridad estén a cargo de un Gobierno en funciones, tras unas elecciones que castigaron al partido de Macron, no es la mejor garantía para la celebración ordenada y segura de un acontecimiento de esta envergadura. El atrevido baño de la alcaldesa de París, Ane Hidalgo, en las aguas del Sena, donde están previstas algunas pruebas, estaba destinado a demostrar que todo está listo, incluso la necesaria regeneración de un río indisociable de la imagen de París.

Con todo, el principal quebradero de cabeza para Macron está en la seguridad. Los conflictos que vive el mundo, algunos en los que Francia, de una manera u otra, está involucrada, como Ucrania o Gaza, y la persistencia de la amenaza yihadista que siempre se ha cebado con este país, constituyen una amenaza para los Juegos de París. Un descomunal despliegue policial y militar, y la estrecha colaboración de los servicios de seguridad de otros países, están destinados a evitar atentados como los que Francia ha sufrido, a veces asociados a acontecimientos deportivos. La magnitud del reto ha llevado al Comité Organizador de los Juegos a algo tan inédito como preparar un plan b, incluso de un plan c, en caso de que la ceremonia de inauguración a lo largo del río Sena sea demasiado arriesgada. París espera más de un millón de visitantes y mandatarios de medio mundo para un acontecimiento en el que Macron se juega pasar a la historia como sus antecesores.