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El nuevo Port Olímpic

Se trata de un proyecto ambicioso que necesitará vigilarse día a día y requerirá gran atención

Los barceloneses descubren el nuevo Port Olímpic

Los barceloneses descubren el nuevo Port Olímpic / Irene Vilà

Bromeaba hace ya muchos años Pasqual Maragall diciendo que Barcelona era tan desconocida que cuando se divisaba un avión, los ciudadanos debían hacer el máximo ruido para que el mundo se apercibiera de su existencia. Ese fue el reto y el gran éxito de los JJOO del 92, que contaron con el firme apoyo del municipio socialista, de la Generalitat de Pujol, del Gobierno de Felipe González y de –una figura a veces injustamente olvidada– Juan Antonio Samaranch, el presidente del Comité Olímpico Internacional.

Los Juegos del 92 pusieron a Barcelona en el mundo, permitieron una gran transformación de la ciudad –sin ellos las rondas habrían tardado mucho– y abrieron Barcelona al mar con infraestructuras como el Port Olímpic. Luego el Fòrum 2004, un empeño del alcalde Clos, prosiguió la recuperación del frente marítimo.

Hoy Barcelona ya es una gran capital turística que sufre las molestias de un turismo masificado e incontrolado. No interesa ya aumentar el número de visitantes, sino ampliar la temporalidad –más allá de los meses de verano–, así como la esfera geográfica, el interés cultural y económico y la capacidad de compra. Ahí está el éxito del Mobile.

Por eso la apuesta por la Copa América de Vela, una prestigiosa y muy seguida competición deportiva que interesará a un público diferente a los visitantes (excesivos) de fin de semana, atraídos por precios relativamente bajos y por la baja fiscalidad de las bebidas alcohólicas. Y la Copa América va a permitir también el renacimiento del Port Olímpic, que no había seguido la evolución imperativa hacia la calidad.

El nuevo Port Olímpic tendrá una superficie mayor, 4.100 metros cuadrados, unos 3,6 millones de visitantes al año y generará unos 200 empleos. Son cálculos, quizás optimistas, del ayuntamiento pero un objetivo asumible. La inauguración será en el entorno del 22 de agosto –el inicio de la Copa América–, pero las instalaciones ya se van abriendo progresivamente.

Diecisiete empresas que se instalarán en 50 locales ya han contratado –a cinco años– el 50% de la superficie total. Y se calcula que tras la Copa América se supere el 70 o 80%.

La clave del éxito radicará en la diversidad de los tres ejes contemplados. El primero serán los locales dedicados a todo lo relacionado con la economía azul, con el mar, un sector en expansión. El tradicional Salón Náutico es otra cosa, pero sí un precedente. El segundo eje será el Balcón Gastronómico, que ya cuenta con 11 restaurantes y tres tiendas gastronómicas que están empezando a abrir. Y el tercero, el llamado Dic del Recer, un paseo de 500 metros que se adentra en el mar y un lugar privilegiado para seguir las regatas.

El nuevo Port Olímpic puede ser una gran zona en la que el ocio, la actividad comercial y la contemplación del mar se complementen. Ahora falta que el ayuntamiento, con celeridad, ejecute las obras imprescindibles para mejorar la conectividad con la ciudad y la playa de la Mar Bella. Es un proyecto ambicioso que necesitará vigilarse día a día. Requerirá gran atención del ayuntamiento para que sea un núcleo de la ciudad que atraiga también a un turismo de más calidad. No se debe repetir la incuria que llevó a la decadencia del viejo Port Olímpic, el del 92.