Décima avenida
Joan Cañete Bayle
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Springsteen, el gran ilusionista

En un concierto del rockero de New Jersey caben todas las interpretaciones de su obra que sus fans quieran encontrar

Concierto de Bruce Springsteen en el estadio Metropolitano de Madrid.

Concierto de Bruce Springsteen en el estadio Metropolitano de Madrid.

La última gran gira de Bruce Springsteen no se movió de Nueva York. En un teatro en Broadway, el Boss ofreció 236 funciones de su espectáculo ‘Springsteen on Broadway’ en dos tandas, en 2017-18 y 2021. El montaje era puramente Springsteen y, al mismo tiempo, anti-Springsteen. El rockero se ceñía a un repertorio que apenas cambiaba, una decisión contraria a su naturaleza dado que la imprevisibilidad de sus conciertos es una de sus señas de identidad. El espectáculo se basaba en versiones acústicas de algunas de sus canciones, un rasgo distintivo ya que emociona igual con una guitarra y una armónica que cuando lo acompaña la potencia de la E Street Band. Entre canción y canción, Springsteen intercalaba monólogos sobre su vida, sus sentimientos y su carrera, una versión ampliada y guionizada de su costumbre de contar historias personales durante sus actuaciones.  

"Procedo de una ciudad con un paseo marítimo donde casi todo tiene un toque de fraude. Yo también. He tenido un éxito increíble y absurdo escribiendo sobre algo de lo que no tengo ninguna experiencia personal. Me lo inventé todo", dijo Springsteen en un momento del espectáculo. En otro pasaje señaló: “Nunca he tenido un trabajo honesto en toda mi vida. Nunca he hecho trabajos duros. Nunca he trabajado de nueve a cinco. Nunca he trabajado cinco días a la semana... hasta ahora [refiriéndose al montaje en el teatro]. No me gusta. Nunca he visto el interior de una fábrica y, sin embargo, es de lo único que he escrito”. Y añadió: “Así de bueno soy”.

Es, efectivamente, muy bueno en lo suyo. Pocos artistas hoy generan la devoción que rodea al Boss. A sus 74 años, protagoniza su segunda gira mundial consecutiva sin presentar un nuevo disco, y no le hace falta. En cada una de sus giras, sus fieles (que pueden ser sus críticos más severos y al mismo tiempo resultar abrumadores para quienes no comparten su devoción) juran que sus conciertos son mejores que nunca. Ahora, eso ya no es cierto. No se trata ya de que su voz flaquee o de que la mitad del concierto sea idéntica cada noche, un anatema para el gran ‘showman’ del ‘setlist’ improvisado. Las versiones de las canciones son un poco más lentas, a pesar del gran Max Weinberg, y el repertorio tiene el aroma de una despedida no anunciada (los conciertos cancelados por problemas de voz se han reprogramado para 2025, así que el próximo verano estará de vuelta en Europa). Nada fuera de lo común para su edad: es solo seis años menor que Mick Jagger, por hacer una comparación.

Dos canciones fijas en el repertorio ('Last Man Standing' e 'I'll See You in My Dreams'), sobre la muerte y la ausencia, han llevado a los críticos a pintar a un Springsteen otoñal que reflexiona sobre la muerte y crea comunión en los estadios. No digo que no, al igual que sus grandes discos que deben ser interpretados como obras completas, no canción por canción, sus giras suelen tener un leitmotiv: la exuberancia de la juventud en sus principios, la celebración del amor en la gira 'Tunnel of Love', el renacimiento en 'The Rising', la amistad en la reunificación de la E Street Band, la sobriedad en 'The Ghost of Tom Joad'...

Pero no hay que olvidar su confesión en Broadway. Springsteen no es un portavoz generacional, ni un cronista social, ni la voz de Estados Unidos, ni ahora un poeta del paso del tiempo, de la vida y la muerte. Puede ser eso y mucho más, todo lo que sus fans quieren que sea, porque por encima de todo es, por su propia confesión, un ilusionista, un mago, un trilero. Un 'storyteller', y de los buenos. Cada uno lee y escucha lo que quiere en sus canciones y conciertos, y cada uno es libre de idolatrar a quien quiera, pero después de tantos años, tantos discos, tantas canciones y tantos conciertos, yo subiré a Montjuïc a ver a un señor de 74 años acompañado de una banda extraordinaria ofreciendo uno de los mejores espectáculos de rock de la actualidad. Todo lo demás (la devoción, la pleitesía, la intelectualización de su obra) está bien, pero como él mismo canta en la canción ‘Magic’: “Tengo una moneda en tu palma / Puedo hacerla desaparecer / Tengo una carta en la manga / Dime cuál es y la sacaré de tu oreja”. Tengamos fe, habrá magia en la noche de Barcelona estos días.  

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