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Joan Cañete Bayle
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Proteger al adolescente Lamine

A sus casi 17 años, Lamine Yamal enfrenta una presión que excede lo que es razonable gestionar a su edad, mientras se convierte en una estrella del fútbol con 'brackets'

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La estrella de la selección española, Lamine Yamal

La estrella de la selección española, Lamine Yamal / EFE / Alberto Es

El Estadio Olímpico de Barcelona en pleno, bajo la dirección de Estopa, cantó al unísono: “Lamine Yamal, cada día te quiero más”. Cómo no te voy a querer, por citar un cántico clásico de los hinchas del Real Madrid, si Lamine es el adolescente del momento gracias a su espectacular eclosión en el escaparate futbolístico. A punto de cumplir 17 años, Lamine es un futbolista profesional, una estrella y un símbolo. Mucho peso para las espaldas de un muchacho que en poco más de un año ha pasado de debutar con el Barça (29 de abril de 2023) a ser una estrella con 'brackets'. Cosas de la edad y la paternidad: cuando le veo jugar, se me mezclan el impulso de disfrutar de su juego con el de proteger a un adolescente colocado de forma brutal bajo los focos, con una presión que excede lo que es razonable gestionar a su edad.

El domingo, en las botas de Lamine recaerán en gran parte las posibilidades de España de ganar la Eurocopa. Junto a Nico, el extremo del Athletic, simboliza el juego que ha llevado a España a la final del torneo: alegre, desinhibido, vertical, talentoso. Seis partidos después del inicio de la competición, es de esperar que en la pizarra del seleccionador inglés su nombre esté subrayado en rojo: para ganar, Inglaterra debe borrar a Lamine del partido. Esperemos que los ingleses lo intenten por lo civil y no por lo criminal, como dice el tópico futbolístico. Si España gana la final, Lamine será entronizado. A su edad, no sé qué es más difícil de gestionar de lo que se le avecina, si la victoria o la derrota.

En el Barça, Lamine ya es el heredero de Messi. Se ha refrendado simbólicamente al aparecer las fotos de un joven Leo bañando a un Lamine de seis meses en una sesión del fotógrafo Joan Monfort para el diario 'Sport'. En una institución en crisis económica, institucional y deportiva, no es ninguna broma ser ungido como la nueva estrella. Mientras Lamine asombra al mundo en la Eurocopa, el anterior jugador llamado a ser el sucesor del argentino, Ansu Fati, se incorporaba a los entrenamientos con el objetivo de luchar para permanecer en el club. Ansu también fue un adolescente precoz y talentoso, pero encadena años muy duros. A sus 21 años, es un recordatorio de que el mundo del fútbol es olvidadizo y caníbal, que devora a sus propios hijos.

Además, Lamine y Nico son un símbolo político. Su biografía, su familia, su barrio... los convierten a ojos de muchos en el rostro de la mejor faceta de España. Pero en la España polarizada, los símbolos son arrojadizos. Sus nombres han aparecido estos días en las crónicas políticas a cuenta de la polémica sobre el reparto entre comunidades autónomas de los migrantes menores de edad que se encuentran en Canarias. España es un país de acogida en el que los que no tienen esperanza pueden construir y cambiar sus vidas y las de sus hijos, como Nico y Lamine simbolizan, dice el relato. Hace tiempo ya que niños como ellos pueblan cada fin de semana los campos donde se juegan las competiciones de fútbol formativo y otros deportes. La práctica deportiva es un atajo hacia sus sueños porque el ascensor social es lento. Sus historias de éxito son excepcionales, y como tal no son la norma. No hay que acoger a los menores inmigrantes porque a lo mejor en unos años le darán el Mundial a España. Nico y Lamine simbolizan el fruto del trabajo, el talento, el sacrificio y la dedicación, al igual que el resto de sus compañeros. No es justo cargarles con un simbolismo político que se les puede volver en contra si el balón no entra, en un momento en que la intransigencia, el odio y el racismo de la extrema derecha y el ultranacionalismo campan por Europa.

Hay que proteger y cuidar a Lamine, y también a Nico, para que todos los pesos, simbolismos y responsabilidades que proyectamos en ellos no los quiebren. Es difícil imaginar qué debe de pasar por la cabeza de un adolescente de casi 17 años cuando ve en su móvil lo que le rodea: las hipérboles en la prensa, las declaraciones de los políticos, los posts, reels y tiktoks propios de su generación, los Estopa cantando con 60.000 personas “Lamine Yamal, cada día te quiero más”.

Querrámoslo, cuidémoslo y ayudémoslo a él y a su entorno. Solo es un adolescente con 'brackets' con un don para jugar al fútbol.

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