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Joan Tapia

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Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.

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Para Illa, la virtud es el pacto

El president cree que para pactar hay que "moverse", y que será positivo, pues implica aceptar la realidad catalana que expresa el Parlament

Illa sale en defensa de la financiación singular: "Catalunya no quiere ser ni más ni menos que nadie"

Illa responde a la extrema derecha de Aliança Catalana: "No son nadie para dar lecciones de quién es catalán y quién no"

Salvador Illa, en el Parlament

Salvador Illa, en el Parlament / JORDI OTIX

El jueves, Salvador Illa compareció en el Parlament para presentar su Govern y sus prioridades. Como primera puso la lucha contra el cambio climático y, quizás por eso, citó en primer lugar a la consellera Sílvia Paneque, responsable de Territori, Habitatge i Transició Ecològica, además de portavoz. Y ya aquí dijo que la carestía de la vivienda agrava la desigualdad.

Luego enfatizó la necesidad de lograr, al mismo tiempo, la prosperidad económica -sin ella, todo empeora- con la lucha contra la desigualdad y contra el cambio climático. Es el núcleo de su programa, sobre el que dijo buscará siempre el acuerdo con ERC y los Comuns, los socios de investidura. Y reiteró: “los pactos se cumplirán, pese a que costará”. Se refería a la financiación singular para Catalunya, que está generando mucho ruido en el resto de España.

Insistió repetidamente en que sabe que tendrá que pactar porque, con 42 diputados, está lejos de la mayoría absoluta. Cree que negociar y pactar será positivo porque saber “moverse” -reconoció que ya lo han hecho- implica aceptar la realidad política de Catalunya, que expresa el Parlament elegido el 12 de mayo. Y en algunas cosas se esforzará también en acuerdos con todos los partidos que no levanten la bandera del odio. Por eso “extendió la mano” a Junts, al que reconoció su aportación histórica a Catalunya, al PP (con poco éxito), e incluso a la CUP.

Illa admitió que pactar implicará salir de su zona de confort. ¿Podrá hacerlo manteniendo, al mismo tiempo, su hoja de ruta? Tiene a su favor dos cosas. Una, que su voluntad de pacto no es solo fruto de la necesidad. Ya acordó presupuestos con el president Aragonès, pese a estar en la oposición. Y ya buscaba consensos cuando durante la pandemia era ministro de Sanidad.

Estamos en tiempos de descalificaciones totales, absolutas. Para Feijóo, Sánchez está rompiendo España. Para Sánchez, Feijóo es la derecha reaccionaria contra la que hay que levantar un muro. A Illa no se le recuerda nada similar, pese a su sintonía política con Sánchez. ¿Por qué? Quizás porque la división de Catalunya en dos mitades -que quiere superar- le ha llevado a la convicción de que la crispación es estéril y no resuelve nada.

Cuando en el largo diálogo con la CUP les dijo que “lo más revolucionario es gobernar bien” y que hay que “tocar de peus a terra”, es que sabe que las ideologías están bien y son necesarias, pero que en 2024 -y visto lo visto- no deben ser absolutistas. ¿Podrá ser líder de partido, un político con convicciones y president y no caer en el partidismo sectario?

Y en el debate con Jessica Albiach sobre la vivienda surgió un punto interesante. Los dos -todos- están de acuerdo en que la vivienda es un drama. Pero refiriéndose al acuerdo alcanzado el día antes con Collboni dijo que -desgraciadamente- estas viviendas no estarán disponibles antes de 2029, si no se modifican leyes y reglamentos que imponen una gran lentitud. Y se preguntó: ¿se pondrán cambiar? Fue solo un momento, pero es un tema clave. El precio de la vivienda (y del alquiler) no para de subir y Sánchez ya lleva seis años en Moncloa.

El gran problema es la escasa oferta ante una demanda que crece. En Catalunya hemos pasado de 6 a 8 millones. Y la falta de oferta no se resuelve con remiendos como el control de alquileres. ¿Sabrá Illa ser revisionista ante una política de vivienda que está fracasando? Caso contrario, el problema que causa más malestar y desigualdad seguirá pendiente.

¿Y cómo se logrará la ampliación del aeropuerto -Madrid y todas las grandes ciudades lo hacen- pese a las reticencias de sus aliados?

Dos apuntes finales, Uno, su afirmación, reiterada, de que la política de seguridad es progresista, pues los que más sufren el delito son quienes no tienen capacidad propia para protegerse. Segundo, la respuesta contundente a Sílvia Orriols: “usted no es nadie para decir quién es catalán”. Me recordó aquello de Pujol en las elecciones del 77, quizás luego olvidado por el nacionalismo: “es catalán quien vive y trabaja en Catalunya”.

llla ha empezado bien y se ha explicado -con buena recepción- ante los sindicatos y la patronal, pero no tiene mayoría. Y en Catalunya -y en España- pactar (y además bien) es todo menos fácil.

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