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Junts per Catalunya
Sergi Sol

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Periodista

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Castellà pone luz a la tocata y fuga de Puigdemont

Nada de lo que prometió aconteció. Mintió a propios y extraños. Como volvió a mentir Waterloo cuando negaron lo evidente, que la tocata estaba amañada

Puigdemont se escondió en tres pisos de Barcelona y huyó por la tarde el día de la investidura de Illa

Puigdemont se fugó en el asiento trasero de un coche y dice que regresará cuando sea amnistiado

Puigdemont se escondió en dos pisos de Barcelona y huyó por la tarde el día de la investidura de Illa

Puigdemont se escondió en dos pisos de Barcelona y huyó por la tarde el día de la investidura de Illa / JORDI COTRINA | VÍDEO: EL PERIÓDICO

Desde el primer momento afloraron las sospechas sobre algún tipo de pacto entre los Mossos d’Esquadra y Waterloo en el episodio de la última 'performance' del president 'Legítim'. La de la vuelta definitiva a casa; "no más campañas en el exilio", había proclamado.

Pero ambas partes lo desmintieron categóricamente. Los Mossos estaban obligados a ello. No podían reconocer públicamente un trato afable de ese tipo. Lo sorprendente es el tono desmedido, inquisitorial, con que Waterloo desmintió la evidencia. Todos vimos cómo Puigdemont pudo llegar a pie al paseo de Lluís Companys sin contratiempo alguno. Ningún agente de paisano trató de detenerlo. Descaradamente le permitieron llegar e intervenir. Punto pelota.

En las imágenes se puede comprobar como Carles Puigdemont llega andando. No a hurtadillas sino por el centro de la calle. Llega prácticamente solo, escoltado por su núcleo duro. Sin protección de la masa alguna que podría haber generado dudas sobre la detención 'in situ'. Irrumpe en el escenario por la parte trasera, donde no hay público alguno excepto algunos compinches y policías de paisano en los alrededores. Si querían trincarlo hubiera sido pan comido, como ocurrió con Clara Ponsatí, con toda amabilidad. Como se cuenta del general Batet cuando apresó al president Companys que, firme, permaneció en la Generalitat. Advirtió Companys –según alguna versión- que solo se lo llevarían a la fuerza. Batet le puso una mano en la espalda al president y le preguntó si tal medida coercitiva era suficiente.

Eso sí, en las imágenes Puigdemont aparece con un evidente nerviosismo. Sus escasos ademanes delataban temor a ser detenido. Luego esos nervios fueron más que evidentes en la tarima de oradores. Su más que influyente abogado, Gonzalo Boye, le apremia a abandonar el escenario. Puigdemont parece visiblemente desconcertado y se lo llevan en volandas.

Acto seguido, en medio del barullo, los gerifaltes de Junts montan una especie de pasillo para acceder al Parlament para acompañar al president. Están todos los pesos pesados. Incluido Artur Mas, que luego confesará que fue el primer sorprendido cuando Puigdemont se da el piro. Como tantos otros. Mas también se tragó la colosal tomadura de pelo, creyó que Puigdemont iba a cumplir su compromiso electoral y que aquel era el definitivo epílogo del exilio. Sería detenido, contraviniendo la ley de amnistía, por la rebelión de las togas.

Nada de lo que prometió el lacónico Puigdemont aconteció. Mintió a propios y extraños. Como volvió a faltar a la verdad Waterloo cuando luego negaron lo evidente, que la tocata estaba amañada. La fuga es harina de otro costal. Cuesta entender que la dirección de la Policía de Catalunya no supiera prever esa posibilidad.

El ministro del Consell de la República y diputado de Junts Antoni Castellà desveló el entuerto sin más ante Ricard Ustrell, en 'Catalunya Ràdio'. La víspera, los Mossos habían comunicado a alguien del núcleo duro de Puigdemont que este no sería detenido antes de intentar acceder al Parlament. Blanco y en botella.  

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