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Elecciones
Pilar Rahola

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Periodista y escritora

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Alemania, el semáforo roto

La tendencia es clara: se reduce el espacio político central, los partidos tradicionales sufren una severa crisis de credibilidad y los partidos ultra ocupan los espacios vacíos que dejan los grandes partidos

¿Por qué ha ganado Alternativa para Alemania en Turingia? ¿Podrá gobernar? ¿Cómo afecta al Gobierno de Scholz?

Alemania mantiene el veto a la extrema derecha pese a su primer triunfo electoral

El principal candidato de extrema derecha de AFD, Björn Höcke

El principal candidato de extrema derecha de AFD, Björn Höcke / Wolfgang Rattay / REUTERS

Inmigración y guerra de Ucrania, estos son los dos grandes debates que han sacudido la campaña electoral en Sajonia y Turingia y explican, con bastante precisión, los resultados electorales. Unos resultados con un titular mayor: el éxito inapelable de la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD), primera fuerza en Turingia y segunda en Sajonia. Y, a la vez, un titular menor, pero igualmente decisivo: el éxito también notable de la extrema izquierda Coalición Sahra Wagenknecht (BSW). Es decir, los grandes ganadores de los dos 'länder' de la antigua Alemania del Este son los líderes más extremos del mapa político de la primera y más poblada economía de la Unión Europea. Y, si no cambian mucho las cosas, la ecuación se repetirá en las elecciones del próximo 22 de septiembre, en el 'land' de Brandeburgo.

¿Quiénes son los ganadores a ambos lados del tablero? En el extremo derecho, Björn Höcke, el más ultra de los ultras, con coqueteo permanente con la simbología nazi -en siete ocasiones ha sido investigado por cargos relacionados con el negacionismo y el odio étnico- y defensor de la expulsión masiva de migrantes no regularizados. Antes de la fundación de su partido, había participado en marchas del partido neonazi NPD. Es tal su radicalismo que incluso Le Pen, Orbán y Meloni lo descartan como aliado europeo. Pero su éxito en Turingia ha sido contundente y certifica el éxito meteórico de su proyecto político. De momento, todos los partidos mantienen el cordón sanitario y niegan cualquier posibilidad de pacto, con la memoria todavía fresca de la orden que dio Angela Merkel desde Sudáfrica, cuando obligó a revocar el acuerdo que había hecho su partido con Höcke en 2020. Aun así, los analistas coinciden en la dificultad de mantener intacto el bloqueo, porque será obligatorio algún tipo de acuerdo con AfD si no se quiere el colapso institucional.

En el otro lado, Sahra Wagenknecht, antigua líder del movimiento marxista-leninista Plataforma Comunista, que ha fundado la actual BSW hace pocos meses y con la que ha conseguido ser la tercera fuerza en estas elecciones. Es decir, extrema derecha y extrema izquierda, y en medio la derrota absoluta de los partidos de la llamada 'coalición semáforo' -SPD, verdes y liberales (FPD)-, la solidez de la cual es precaria y parece muy difícil que aguante en las próximas elecciones generales, que tendrían que convocarse dentro de un año. Los socialdemócratas no han llegado ni al 8% en los dos 'länder', los verdes pueden quedarse fuera, y los liberales no han llegado al 1%. No hace falta decir que, con esta debacle, el liderazgo del socialdemócrata Olaf Scholz pende de un hilo. Los únicos que han salvado los muebles, aunque de forma modesta, han sido los democristianos de la CDU, pero con una considerable pérdida de votos: los ultras les han ganado en Turingia por más de nueve puntos y casi les han empatado en Sajonia, donde los democristianos gobiernan desde la reunificación.

A partir de estos datos tan claros, los motivos también parecen claros: los dos extremos han usado el tema inmigratorio, y los dos, desde diferentes perspectivas, están en contra de mantener el apoyo a Ucrania, con una Wagenknecht que reclama un acuerdo con Rusia y la recuperación de su gas y su petróleo. Y con un añadido decisivo: seducen al voto joven, que mayoritariamente se informa con TikTok, la plataforma que los dos extremos dominan con mensajes simples y contundentes.

De este modo, Alemania sigue el camino que ya habían emprendido Italia y recientemente Francia, también atravesada por los dos extremos ideológicos. La tendencia es clara: se reduce el espacio político central, los partidos tradicionales sufren una severa crisis de credibilidad y los partidos ultra (a uno y otro extremo ideológico) ocupan los espacios vacíos que dejan los grandes partidos, incapaces de dar respuesta a los temas más candentes, con la cuestión inmigratoria como preocupación central. Es un persistente cambio de paradigma que nos conduce a sociedades más extremas, más asustadas y, en consecuencia, menos saludables. Entre seguridad y libertad, el ciudadano siempre escoge la seguridad, y es en la inseguridad donde nacen las incertidumbres y los miedos de los ciudadanos. Por eso basculan hacia los extremos, porque parecen más fuertes, aunque sean más falaces.