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La extensión de la dictadura de la estética

Lo importante es gozar de una buena salud física y mental, no cumplir expectativas impuestas e irreales

Barcelona. 22/08/2024. Sociedad. Adolescentes y preadolescentes compran maquillaje y productos de cosmética en Sephora. AUTOR: Marc Asensio REDACTORA: Marina Tovar.      Barcelona, Catalunya, España, presión estética, maquillaje, cosmética, belleza, mujer, adolescente, preadolescencia, familia, madre, femenino, estética, Sephora

Barcelona. 22/08/2024. Sociedad. Adolescentes y preadolescentes compran maquillaje y productos de cosmética en Sephora. AUTOR: Marc Asensio REDACTORA: Marina Tovar. Barcelona, Catalunya, España, presión estética, maquillaje, cosmética, belleza, mujer, adolescente, preadolescencia, familia, madre, femenino, estética, Sephora / Marc Asensio Clupes / EPC

La preocupación por la apariencia física y por ajustarse a los estándares de belleza no es un fenómeno nuevo. Esta presión por adecuarse a cuerpos y caras considerados normativas ha afectado principalmente a las mujeres, que son las que tradicionalmente se han visto sometidas a la tiranía de la delgadez, de las curvas, de unos rasgos faciales específicos en función de las modas o de la eterna juventud.

Sin embargo, a pesar de la existencia de movimientos sociales de denuncia como el body positive, encaminado a empoderar a las personas con sobrepeso o con rasgos físicos considerados no normativos, e incluso de la implementación políticas públicas destinadas a relativizar el valor de los estereotipos físicos y a promover la valoración y la aceptación de la diversidad, lo cierto es que esta preocupación no solo se ha exacerbado sino que se ha extendido a segmentos de la población que hasta hace poco permanecían inmunes. 

Está demostrado que la presión estética aparece cada vez a edades más tempranas afectado especialmente a las niñas, aunque no solo a ellas. Son muchas las preadolescentes que de manera precoz se inician en rutinas de cuidados faciales y corporales y que se maquillan de manera cotidiana, es decir, incluso para ir al colegio. Una tendencia que se ha extendido, sobre todo después de la pandemia, gracias a la omnipresencia de las redes sociales y al reinado de hordas de influencers que comparten sus trucos de belleza, y que han encontrado en el público adolescente un terreno abonado en el que prosperar. Ni que decir que de ello se ha beneficiado una floreciente industria de la cosmética que lo ha promovido y que ha visto aumentar su target de manera exponencial, al igual que su facturación. Del mismo modo que la industria de la cirugía estética, que no solo ha multiplicado el número y la tipología de las intervenciones sino también los perfiles de los pacientes. Porque si hasta ahora las mujeres eran las principales víctimas de la tiranía de la belleza, cada vez hay más hombres que sucumben a ello y cada vez más personas que lo hacen a edades más tempranas. 

Este es un fenómeno que en su conjunto ha de ser motivo de una profunda preocupación, no solo por la banalidad que puede suponer un exagerado culto a la cara y al cuerpo sino por las implicaciones que ello puede tener en la salud física y mental de los ciudadanos. Aspirar a toda costa a una determinada talla o a un cuerpo con un aspecto determinado puede generar, como es sabido, trastornos alimenticios o demandas de intervenciones quirúrgicas que en ocasiones pueden resultar un peligro para la salud, al tiempo que desear unos rasgos faciales específicos o bien tratar de eludir a toda costa las inevitables marcas del paso de tiempo pueden ser indicativos de una falta de aceptación de la realidad que en ocasiones puede rayar lo patológico. Naturalmente la mayoría de la gente prefiere una buena apariencia física a una mala pero sería necesario un esfuerzo colectivo por huir de esta dictadura y mucha pedagogía para recordar que lo importante es gozar de una buena salud física y mental.