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Debate político
Jordi Mercader

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Periodista.

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El pacto PSC-ERC no provocará el apocalipsis de España

Lo que está por ver es si el impulso de este acuerdo nos acercará o no a la reconversión de España en una federación de estados

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El fantasma de la confederación recorre España a cuenta del pacto entre el PSC, el PSOE y ERC que permitió investir a Salvador Illa como nuevo presidente de la Generalitat. La confederación, claro, utilizada como sinónimo del cantonalismo insolidario y desintegrador de estados. Sin embargo, solo hay que leer el texto del acuerdo entre socialistas y republicanos para darse cuenta de que no hay ninguna referencia que permita sustentar este atroz horizonte vaticinado por el entorno del PP y sus presidentes autonómicos, incluidos algunos que militan en el PSOE.

El pacto entre republicanos y socialistas no expresa ninguna voluntad de regresar a la España de 1873, ni tampoco la de convertir el actual Estado español en un Benelux. El final feliz con el que sueñan algunos de los firmantes (los del PSC, se supone) se parecería más a la Confederación Helvética, que, como todo el mundo sabe, es un estado federal. Los que sí hacen los firmantes es dejar claro que la fórmula de financiación que finalmente se apruebe en el Congreso debe ser compatible con el avance hacia un modelo tributario federal. No es habitual que el PSOE firme declaraciones de este tipo y mucho menos que lo haga un partido independentista como ERC. Quizás ahí esté la razón de tanta hipérbole.

El pacto entre PSC y ERC propone que Catalunya disponga de una financiación singular que conceda a la Generalitat la recaudación, la gestión y la liquidación de todos los impuestos, gracias a un acuerdo bilateral entre el Estado y la Generalitat. Este “concierto a la catalana”, aseguran, debe ser compatible con el órgano multilateral que rige la financiación autonómica y debe favorecer la solidaridad entre todos los territorios, respetando la ordinalidad del sistema. Es una propuesta ambiciosa que contempla todas las prevenciones para evitar romper nada. La multilateralidad sobrevivirá y la cuota de solidaridad se cumplimentará escrupulosamente.

El concepto clave para entender la magnitud de la tormenta desatada por los temerosos del respeto a la pluralidad, hasta llegar en algunos casos al desquicio, debe ser la proyección federal de este primer paso. Para fundamentar tal evolución, no hay referencia a la pérdida de titularidad por parte del Estado de los grandes impuestos, IRPF o IVA, que, de producirse, daría la razón a Josep Borrell, quien ha subrayado que tal renuncia sería impropia de una federación. Lo que si se contempla es el compromiso de aumentar la capacidad normativa de la Generalitat en materia impositiva.

La negociación entre PSC y ERC ha conseguido, en definitiva, lo que no pudo prosperar en el Estatut aprobado en el Parlament en 2005: la bilateralidad en la negociación. El PSOE entonces se negó, ahora, apremiado por la experiencia de 2017, su debilidad parlamentaria y su legítima ambición de seguir en la Moncloa, no ha tenido más remedio que aceptar la fórmula. Y a pesar de la pulcritud de la literalidad, la mayoría de las comunidades se ha alineado tras la falsa bandera de la insolidaridad y la destrucción confederal de España. Las comunidades forales mantienen un prudente silencio.

El apocalipsis institucional de España no llegará por culpa del pacto de financiación catalán, sea cual sea su plasmación en papel de ley. Lo que está por ver es si el impulso de este acuerdo nos acercará o no a la reconversión de España en una federación de estados. Esta reforma, obviamente, exige una osadía constitucional mucho mayor de la audacia exhibida por Pedro Sánchez para ir salvando su Gobierno de progreso y, a la vez, ayudar a Salvador Illa a convertirse en presidente de la Generalitat con los votos de ERC y la oposición de Junts. Además, hasta la fecha, el PSOE ha actuado más como un partido federalizante que federalista.

El federalismo (autogobierno de las partes y Gobierno compartido del todo) está aceptado como la fórmula más eficaz para mantener unido a un Estado plural. Cualquier día será bueno para afrontar el reto, aunque, quizás, para cuando se haga, ya habremos pasado a engrosar la lista de víctimas del síndrome de Walter Long, el diputado unionista británico que llegó tarde a entender, por allá 1914, cuál era el antídoto al movimiento independentista en Irlanda.

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