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Gaza
Álex Sàlmon

Álex Sàlmon

Periodista. Director del suplemento 'Abril' de Prensa Ibérica. Miembro del Comité Editorial de EL PERIÓDICO

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El sinsentido universal de las masacres

Nada es comparable. Las tragedias no pueden confrontarse. Cada una de ellas tienen unas características concretas que las hacen únicas. Pero todo acaba en muerte, en violencia y exterminio

Última hora de la guerra entre Israel y Hamás, en directo

El recuerdo de Auschwitz apela a no obviar el auge actual de la ultraderecha

Un niño palestino herido en el bombardeo israelí de este lunes en el campo de refugiados de Nuseirat, en Gaza.

Un niño palestino herido en el bombardeo israelí de este lunes en el campo de refugiados de Nuseirat, en Gaza. / EUROPA PRESS

Existen analistas de la geopolítica actual más avezados a explicar el sentido, o simplemente el sinsentido, del conflicto continuado entre Israel y … Los puntos suspensivos omiten lo que podría marcar el criterio de la tesis que pueda explicar. ¿Israel y Hamás? ¿Israel y Palestina? ¿El pueblo judío y el árabe o el musulmán? No tiene nada que ver, pero me recuerda a las diferencias que utilizan los medios para referirse a Carles Puigdemont. ¿Fugado? ¿Exiliado? Solo esas dos palabras marcan el contenido de la información posterior. Solo palabras. Es evidente que Puigdemont es un fugado y que debió ser detenido el pasado 8 de agosto, pero no para todos esa es una información aceptable, aunque sea la real. Volviendo al tema: conflicto entre quién.

Aproveché este agosto para entender mejor la contienda que, digamos, enfrentan a Israel y Hamás. Partía de una base humanista, intentando comprender la profunda crisis social y de personas que conduce a Binyamín Netanyahu a la compleja situación actual del pueblo de Israel. La matanza se produjo el 7 de octubre. Grupos armados liderados por Hamás “atacaron al menos 19 kibutzim y 5 moshavim (comunidades cooperativas), las ciudades de Sderot y Ofakim, dos festivales de música y una fiesta en la playa”, según explican los informes de la organización de Human Rights Watch. Fueron claros ataques de venganza que acabaron con la vida de 1.195 civiles y 251 secuestrados, entre civiles y personal de las fuerzas de seguridad. La dimensión de la respuesta por parte de Israel es difícil de concretar. Los datos oficiales hablan de 39.000 muertos. La revista médica británica 'The Lancet' publicó el pasado mes de julio un informe que hablaba de 186.000 muertes, o incluso más, de forma indirecta, a causa de la escasez de atención médica, alimentos, refugio y agua. ¿Hablamos de un holocausto o de uno de sus sinónimos como matanza, masacre o exterminio? ¿Importa el vocablo?

Mi interés por entender algo de esta situación atroz me llevó a Cracovia. El verano tiene esas cosas. El campo de concentración de Auschwitz-Birkenau fue el elegido para provocarme más dudas. Allí fueron conducidos más de un millón de judíos, sobre todo húngaros. Una visita por los dos campos de concentración y la narración de las miles de historias que allí se concentraron explican la crudeza de la persecución del pueblo judío por parte de los nazis.

Nada es comparable. Las tragedias no pueden confrontarse. Cada una de ellas tienen unas características concretas que las hacen únicas. Pero todo acaba en muerte, en violencia y exterminio.

La visita en la misma ciudad a la fábrica de Oskar Schindler, cuya corta historia está relatada en la novela de Thomas Keneally, 'El arca de Schindler' (Edhasa, 1984), llevada al cine por Steven Spielberg bajo el título de 'La lista de Schindler', también muestra el sufrimiento de los judíos polacos de la ciudad. Una persecución, otra vez más sinsentido, a lo largo de los años de invasión con una intensidad cada vez mayor, que acabó con la muerte de muchos. La muerte.

El pueblo judío entiende, posiblemente mejor que nadie, lo que significan las masacres sin una lógica mayor que aniquilar al otro. En Cracovia era el vecino. ¿En Gaza? Resulta difícil entender el silencio de las voces críticas, que deben existir entre los hijos de Israel a las decisiones de Netanyahu. Dentro de un crematorio de Auschwitz lo entendí, donde no te pones a llorar porque estás rodeado de gente. Allí grita el sinsentido y no puedes respirar.    

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