Opinión |
Fiscalidad
Martí Saballs Pons

Martí Saballs Pons

Director de Información Económica de Prensa Ibérica.

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No es el modelo de financiación

Un modelo fiscal que se precie debe buscar un círculo virtuoso: garantizar competencia para atraer inversiones, creación de empresas y de empleo bien pagado junto a un sistema de bienestar

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Financiación autonómica

Financiación autonómica / EL PERIÓDICO

No existen dogmatismos que permitan afirmar con rotundidad cuál es el mejor sistema fiscal que deben regular los territorios: locales, regionales, nacionales o supranacionales. Un sistema totalmente centralizado puede funcionar igual de bien que un sistema descentralizado. Basta con entender un primer factor. Pagan los impuestos las personas y las empresas, no los territorios; y en un mundo globalizado estos dos sujetos fiscales pueden moverse en busca de mejores oportunidades. Así ha sido históricamente. 

Un exceso de fiscalidad ha sido la mecha final que ha generado acontecimientos históricos: desde la independencia de Estados Unidos hasta la Revolución francesa. Salvando distancias, los argumentos del déficit fiscal que recibe Catalunya –en parte, debido a los retrasos en la ejecución presupuestaria– generaron parte de las reclamaciones independentistas.

Un modelo fiscal que se precie debe buscar un círculo virtuoso: garantizar competencia para atraer inversiones, creación de empresas y de empleo bien pagado junto a un sistema de bienestar que permita ofrecer una sanidad, educación, seguridad y un sistema de infraestructuras de nivel.

Estos días, en una cena veraniega, un excongresista les explicó a mis hijos para qué servía un político. Puso un ejemplo básico: establecer las normas viarias que ordenan el tráfico. A mayor nivel de desarrollo institucional y político mejor se conduce y más seguridad hay en la carretera. Basta con haber viajado un poco.

Hemos vuelto a entrar en la rueda del hámster. El discurso sobre el modelo de financiación del Estado y del nuevo encaje de Catalunya en él, a propósito del pacto suscrito entre PSC-PSOE y ERC, carece de una respuesta válida salvo que se busquen los máximos consensos políticos. Hoy por hoy, es imposible. Por cuatro razones: las distintas sensibilidades que hay dentro del socialismo español, la absoluta intransigencia del PP para intentar ofrecer una solución de calado más allá de la crítica acerba, la doblez endémica y consecuente con su discurso del independentismo catalán y la falta de entendimiento entre los visires locales para buscar comunes denominadores que beneficien a los ciudadanos y las empresas, más allá de dónde vivan. La competencia entre territorios no es negativa siempre que no exceda unos límites. Sirve tanto para España como para una Unión Europea donde el 'dumping' fiscal ha permitido a unos países, especialmente Irlanda, avanzar a pasos agigantados.

Catalunya ha perdido los últimos 12 años para intentar ser más competitiva fiscalmente. Los ciudadanos y las empresas catalanas son líderes en España en pagar más impuestos que nadie. Los objetivos de quienes mandaban en la Generalitat estaban en otras cosas y así nos ha ido. Solo la fortaleza de la sociedad civil y una administración que lograba que los servicios básicos funcionaran ha permitido salir adelante. Con mejores políticas fiscales, Catalunya hoy sería de nuevo líder económico. Debatir sobre el modelo de financiación que debe aplicarse es necesario; pero más necesario es aplicar medidas, pueden aplicarse ya, que conviertan a Catalunya en un territorio más atractivo para invertir y vivir.

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