Opinión |
Elecciones en EEUU
Ruth Ferrero-Turrión

Ruth Ferrero-Turrión

Profesora de Ciencia Política en la UCM e investigadora sénior en el Instituto Complutense de Estudios Internacionales (ICEI)

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Kamala: 'Yes, she can'

Aunque el entusiasmo demócrata sea desbordante, conviene escuchar a Michelle y Barack Obama alertar de lo ajustados que serán los resultados

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Barack y Michelle Obama apoyan a Kamala Harris en la convención demócrata de Chicago

Barack y Michelle Obama apoyan a Kamala Harris en la convención demócrata de Chicago / LA PRESSE / ASSOCIATED PRESS

Estos días se celebra la Convención Nacional Demócrata de la que se saldrá de manera oficial la candidatura de Kamala Harris a la presidencia de los EEUU. Se ha llegado a esta Convención tras unas semanas en la que la campaña ha dado un vuelco espectacular y donde (casi) todo lo que podría haber pasado, pasó. En apenas seis semanas tuvo lugar un inédito debate fuera de los calendarios establecidos, nunca se habían realizado debates presidenciales en el mes de junio. La premura de este primer debate Biden-Trump ha tenido dos consecuencias consecutivas y casi inmediatas. Mostró la vulnerabilidad del candidato demócrata, pero también permitió un cambio de liderazgo que en poco tiempo ha dado un vuelco a las encuestas y a las expectativas del partido demócrata. El atentado contra Trump, que algunos leyeron como un hecho determinante, ha quedado opacado por la enorme campaña de comunicación que está lanzando a Kamala.

Con un “Yes, she can”, Barack Obama ha bendecido la candidatura de Kamala Harris a la presidencia de los EEUU, y con “Kamala is ready for the job”, Michelle Obama amadrinaba también a la otrora fiscal general de California. Y si los Obama dan tan abierta y contundentemente su apoyo a Kamala, ¿qué puede salir mal?, piensan los demócratas. La parte simbólica de la campaña queda cubierta. Un partido sin fisuras que apoya a una de las suyas, una demócrata tipo que trabaja en equipo (o eso pretenden vender), acompañada por Tim Walz, lo que los adolescentes denominarían un NPC (Non Playable Character), que manda una clara señal al ala más progresista del Partido Demócrata.

Kamala no es ni la más izquierdista, ni la más carismática. De origen bi-racial, hija de padres divorciados de clase media y profesionales de éxito, y con identidades múltiples: descendiente de migrantes, afroamericana, amerindia, mujer y feminista, es observada como un modelo aspiracional en la sociedad norteamericana. Podría haber seguido los pasos de Hillary Clinton y apostar por su candidatura como la primera mujer presidenta de los EEUU, pero a la luz de los resultados de su antecesora ha optado por centrar el eje de su campaña en la reapropiación del concepto “libertad”, hasta ahora en manos de Trump y todos sus imitadores a lo largo y ancho del planeta.

Así, lejos de la libertad entendida como la capacidad de hacer lo que uno quiera y de la forma que uno quiera, se reformula en la propuesta demócrata como la libertad del Estado y de los americanos para proporcionar aire y agua limpias, seguridad, para tomar decisiones sobre la vida, o para respetar las decisiones ajenas, creando un mejor marco de convivencia. Su campaña “Fight for Reproductive Freedom”, señalando el daño causado por la prohibición del aborto y sus consecuencias sobre los cuerpos de la mujeres, tras la anulación por parte del Tribunal Supremo del derecho constitucional al aborto en 2022, es una buena muestra de ello.

Todavía faltan 76 días para que tengan lugar las elecciones, y aunque el entusiasmo demócrata sea desbordante conviene, una vez más, escuchar a Michelle y Barack alertar de lo ajustados que serán los resultados. Trump no ha bajado en intención de voto, Kamala ha arrastrado a los indecisos a su campo, pero eso quizás no sea suficiente. Y todavía falta el debate de candidatos del 10 de septiembre.

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