Opinión |
Geopolítica
Ruth Ferrero-Turrión

Ruth Ferrero-Turrión

Profesora de Ciencia Política en la UCM e investigadora sénior en el Instituto Complutense de Estudios Internacionales (ICEI)

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A la UE le interesa lo que suceda en EEUU

La cuestión será ver hasta qué punto la UE es capaz de salir de su ensimismamiento, asumir algunos de sus límites e incoherencias en el plano internacional, y comenzar a pensar cuál debe ser su lugar en el mundo y cómo quiere estar en ese lugar

Kamala Harris.

Kamala Harris.

Siempre que hay elecciones en EEUU el mundo mira atentamente porque sabe que en función de quién lidere la Casa Blanca dependerán otras dinámicas que operan a nivel global. Siempre se ha dado cierta cobertura a las dinámicas políticas norteamericanas, pero en esta ocasión, las elecciones de noviembre parecen tan trascendentales que la atención se ha incrementado hasta alcanzar unos niveles inéditos. El contexto global es, sin duda, una de las claves. Un contexto donde se cuestiona la hegemonía norteamericana en el mundo y el ascenso de China como principal competidor y adversario.

Hay mucho en juego. Para empezar, de quien gane las elecciones se derivarán o no cambios en el papel que quiere jugar EEUU en el mundo y, más concretamente, en Europa. Ucrania y la UE miran con desconfianza los movimientos políticos que acontecen al otro lado del Atlántico. El papel de la OTAN y los apoyos a Ucrania están en el punto de mira. A la luz de las declaraciones de Trump el impacto que su mandato provocaría de este lado ya está afectando a la reconfiguración de la arquitectura de seguridad y la política de defensa europea. Ucrania ve peligrar la ayuda financiera y militar ante la potencial llegada de Donald Trump y su vicepresidente, J.D. Vance. La presencia de Vance ha hecho que la tribu de los 'priorizadores' republicanos, aquellos que plantean que la expansión global del ejército norteamericano debilita su capacidad de disuasión frente a China, tenga un lugar destacado en el establishment del partido. Vance tiene una posición dura en relación con el envío de armas a Ucrania y es los más duros críticos con los miembros europeos por no gastar lo suficiente en Defensa. De hecho, Vance, durante la Conferencia de Seguridad de Múnich en febrero de este mismo año sugirió que Ucrania debería negociar con Rusia, algo que inmediatamente descartaron la OTAN y Ucrania al unísono. Es, por supuesto, uno de los principales partidarios de que la guerra en Ucrania termine lo más rápidamente posible, con la idea de que Estados Unidos pueda centrarse en “la cuestión real, que es China”.

Del otro lado del tablero, la nominación de Kamala Harris, y ya veremos quién la acompaña, no parece que pudiera traer grandes cambios en la Política Exterior americana que prometería ser continuista con las dinámicas planteadas por Biden tanto en Ucrania, como en Oriente Medio, como en China. En todas y cada una de ellas la línea será similar a la desplegada hasta ahora, con algunos matices que se pueden percibir, por ejemplo, en la aproximación a la cuestión Palestina, donde ha mostrado una mayor preocupación públicamente por la protección de la población civil que Biden, lo cual no la hace menos pro-israel, sino simplemente más humana. En todo caso, tanto si ganan los demócratas, como si lo hacen los republicanos, lo cierto es que las relaciones transatlánticas están cambiando en sus términos al tiempo que el eje de interés norteamericano está cada vez más puesto en la región de Asia-Pacífico.

Así las cosas, parece muy claro que suceda lo que suceda en noviembre el impacto sobre las relaciones transatlánticas y sobre la propia dinámica de construcción de la autonomía estratégica europea será un hecho. Aquí la cuestión será ver hasta qué punto la UE es capaz de salir de su ensimismamiento, asumir algunos de sus límites e incoherencias en el plano internacional, y comenzar a, al menos, pensar cuál debe ser su lugar en el mundo y cómo quiere estar en ese lugar. Las elecciones americanas, al igual que antes la pandemia y después la guerra en Ucrania, deberían convertirse en ventanas de oportunidad para generar los cambios imprescindibles que permitan a la UE poder decir algo en el plano internacional sin pedir permiso.