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Emilio Pérez de Rozas
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José Luis Martínez: "Un día le preguntaré: Marc, ¿por qué tanto dolor y sufrimiento?"

El asistente de Marc Márquez durante los últimos diez años es la persona que más sabe de él, de su vida, de sus cosas, de su personalidad, de su talante, de su carrera, de cómo es, cómo vive, cómo se entrena, cómo corre

José Luis Martínez, el asistente de Marc Márquez

José Luis Martínez, el asistente de Marc Márquez / ALEJANDRO CERESUELA

Regresaban de un gran premio lejano. Solo les faltaba el vuelo BCN-MAD para llegar a casa. Era la cafetería del Puente Aéreo de El Prat. Marc se levantó de la mesa y le pidió a José Luis si quería algo. «Un zumo y un café». Marc se fue a buscarlo y regresó con un café con leche y una pasta para él.

Se sentó, le acercó lo suyo a José Luis, le miró a los ojos, como muy pocas veces le había mirado hasta entonces a lo largo de casi los diez años que llevan juntos, y le dijo: «Lo dejo, José, lo dejo, es insoportable». José Luis no sabía dónde meterse y mira que las ha vivido tremendas con el ocho veces campeón del mundo. «Espera, espera, démosle dos vueltas más, dos», acertó a comentarle.

Aquella noche, José Luis Martínez, asistente de Marc Márquez durante los últimos diez años, la persona que más sabe de él, de su vida, de sus cosas, de su personalidad, de su talante, de su carrera, de cómo es, cómo vive, cómo se entrena, cómo corre, apenas durmió. «No era para menos. Esto sucedió mucho antes, mucho, de que decidiese irse a operar, de nuevo, a la clínica Mayo, a Estados Unidos. Seguíamos (ese húmero es medio de José Luis) con el hueso dañado, casi irrecuperable. Y, no solo eso, había aparecido, de nuevo, la maldita diplopía. Volvía a ver doble». Cuando José Luis apagó la luz de su mesita de noche, pensó «¡qué caray!, tiene razón, qué necesidad tiene de sufrir tanto».

Pero al día siguiente volvieron a verse para entrenar, para practicar motocross y pareció que a Marc se le había ido la idea de retirarse. «Entrenó como un bestia, a tope. La verdad es que Marc no hace nada, nada, a medias». Entrenarse a tope con José Luis practicando motocross no es poca cosa, hay que ser duro, pues José Luis ha sido campeón de España de esa especialidad. Curiosamente, fue cuando decidió retirarse, cuando Marc le propuso ser su asistente. Desde entonces, hasta hoy, «bendita decisión la de irme con él».

José Luis es mucho más que un asistente (y amigo). José Luis lo es todo para Marc. «Hay quien dice que es mi ángel de la guarda. Qué va, qué va», me explica Marc. «Hay quien cuenta que es mi mano derecha, qué va. José es mucho más que todo eso. José es mi colchón, mi red, el que siempre está cuando me caigo. Cuando me caigo, siempre me caigo blando, porque él está ahí, meciéndome con sus brazos. Cuando sufro, él está ahí. Está siempre. Y lo más grande de José es que, cuando todo va bien, no se le nota porque él cree que, en esos momentos, no lo necesito. Y sí, sí lo necesito. Lo necesito siempre».

«Es hermoso que digan eso de ti, pero el caso es que todo es al revés de cómo lo cuenta Marc: es él quien es mi red, mi colchón», señala José Luis, que ha vivido junto al campeonísimo sus cuatro últimos y agónicos años. «Sé que, para muchos, los mejores momentos de Marc han sido esos ocho títulos, esas 85 victorias, los 144 podios, las 93 ‘poles’, marcar estilo, crear una época… vale, sí, eso está muy bien, pero, para mí, su mayor gesta, su mayor éxito, aquello por lo que siento admiración, es haber superado cuatro años de calvario, de sacrificios, de operaciones, de rehabilitaciones, ese volver a empezar que nadie ha intentado antes con tanto ahínco».

«Mi admiración por Marc ha aumentado hasta límites insospechados», sigue explicando José Luis. «Marc no ha vuelto, porque jamás se fue. No sé si vuelve a ser el de antes. Sí sé que está en paz consigo mismo, relajado, habiendo cumplido aquello que se propuso: volver a ser competitivo».

Cuando le preguntas cuál ha sido su contribución a ese milagro, te mira, como le miró aquella tarde Marc en el Puente Aéreo, y te dice: «Estar. Estar ahí. Estar a su lado. Que te vea. Acompañar. Formar parte de su vida, ser solidario con su esfuerzo y sacrificio. Solo con la mirada sabemos que nos tenemos el uno al otro. Jamás hemos necesitado hablar».

Eso sí, hay una última confesión. José Luis también quiere saber qué movió a Marc Márquez a no lanzar nunca, jamás, la toalla. «No me iré de este mundo sin saber el porqué. Un día, no sé cuándo, ni dónde, me sentaré frente a él y se lo preguntaré: Marc, cuéntame ¿por qué tanto dolor, sufrimiento y sacrificio?»

José Luis conoce perfectamente la respuesta: por pasión, por las motos, por hacer disfrutar a los demás.

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