Opinión |
Futuro congreso de Junts
Astrid Barrio

Astrid Barrio

Profesora de Ciencia Política de la Universitat de València. Miembro del Comité Editorial de EL PERIÓDICO

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Rehenes de Puigdemont

Por mucha voluntad de cambio que haya entre algunos de los dirigentes de Junts, nadie se alzará su voz contra el presidente destituido mientras su situación personal no cambie

El congreso de Junts complica aún más al Gobierno la tramitación de los Presupuestos

Junts convoca su congreso a finales de octubre y contempla que Puigdemont asuma la presidencia

Manifestación independentista para recibir a Puigdemont.

Manifestación independentista para recibir a Puigdemont. / ZOWY VOETEN

Una vez investido Salvador Illa como presidente de la Generalitat y descartada la repetición de las elecciones, Junts per Catalunya ha decidido avanzar la celebración de su congreso a finales de octubre, un cónclave que tendrá lugar en el peor momento de su historia.

El ciclo electoral en su conjunto ha sido muy desfavorable para el partido independentista. En las elecciones municipales, incluso habiendo recuperado la segunda posición, Junts no fue capaz de mantener el poder institucional en las diputaciones, siendo especialmente dolorosa la pérdida de la de Barcelona, así como la incapacidad, pese a haber ganado las elecciones, de recuperar la alcaldía de Barcelona. La tendencia descendente del partido se vio confirmada en las elecciones generales, con unos malos resultados que quedaron camuflados por la necesidad que de Junts tenía -y tiene- Pedro Sánchez, y en las elecciones al Parlament de Catalunya, viéndose ampliamente superada por el PSC, por mucho que ganase su particular pugna con ERC, así como en las recientes elecciones al Parlamento Europeo, en las que tan solo obtuvo un diputado. Como consecuencia de todo ello Junts tiene en estos momentos la menor cuota de poder de su historia y sus expectativas a corto plazo de recuperar el Gobierno de la Generalitat, que hay que recordar abandonó voluntariamente en octubre de 2022 y con una notable división interna, son escasas.

Los malos resultados electorales y la pérdida de poder es algo a lo que todos los partidos deben enfrentarse en un momento u otro y en la mayor parte de los casos esas crisis intentan resolverse con un relevo de los liderazgos a quienes se atribuye el retroceso. El problema de Junts es que no puede hacer uso de ese recurso por su particular situación, en la que su máximo dirigente, Carles Puigdemont, no ostenta ningún cargo orgánico. Puigdemont se comprometió no solo a volver para la investidura, algo que incumplió a pesar de su fugaz retorno y su misteriosa desaparición, sino también a abandonar la primera línea política si no resultaba investido presidente de la Generalitat, algo de lo que por el momento no hay noticias. Pero lo cierto es que resulta muy difícil imaginar que Puigdemont renuncie al liderazgo informal de Junts mientras no se resuelva su situación personal, y eso es algo que tras la decisión del Tribunal Supremo de no aplicar la ley de amnistía al delito de malversación y tras su nueva huida parece muy complicado.

El destino de Junts está indisociablemente ligado al de Puigdemont y por mucha voluntad de cambio que haya entre algunos de sus dirigentes nadie se alzará su voz contra el presidente destituido mientras su situación personal no cambie ni se atreverá a decir públicamente lo que todo el mundo sabe, y es que cada vez es menos un activo y más un pasivo y como se vio -o no se vio en su regreso porque las cámaras se cuidaron muy bien de ocultarlo- cada vez tiene menos capacidad de movilización. Por ello, mientras Puigdemont no renuncie, pocos cambios cabe esperar del congreso de Junts.

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