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Profesora de Ciencia Política de la Universitat de València. Miembro del Comité Editorial de EL PERIÓDICO
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Astrid Barrio
Profesora de Ciencia Política de la Universitat de València. Miembro del Comité Editorial de EL PERIÓDICO
Demasiados interrogantes sobre la huida de Puigdemont
Unos sombreros no deberían ser capaces de despistar a la policía, ni tampoco se puede achacar al comportamiento impropio del expresident. Más bien se debe a una falta de previsión mayúscula que exige dirimir responsabilidades y restablecer el reputación de los Mossos
![Barcelona. 09/08/2024. Política. Rueda de prensa del conseller de Interior, Joan Ignasi Elena, el director general de la Policía, Pere Ferrer, y el comisario jefe de los Mossos, Eduard Sallent. AUTOR: Marc Asensio](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/08ca243e-0635-424d-a2d3-fb13f3b7ec04_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
Barcelona. 09/08/2024. Política. Rueda de prensa del conseller de Interior, Joan Ignasi Elena, el director general de la Policía, Pere Ferrer, y el comisario jefe de los Mossos, Eduard Sallent. AUTOR: Marc Asensio / MARC ASENSIO
Que la huida de Carles Puigdemont después de haber realizado un discurso en un escenario en pleno paseo de Lluís Companys de Barcelona ante varios centenares de personas, entre las cuales había muchos policías y muchos periodistas, sea atribuible, como han dicho el conseller de Interior en funciones, Joan Ignasi Elena, y Eduard Sallent, el mayor de los Mossos d'Esquadra, a un comportamiento impropio por parte del expresidente de la Generalitat, solo puede calificarse de tomadura de pelo. Puigdemont, como consecuencia de la orden de detención dictada por el juez Pablo Llarena que pesa sobre él debería haber sido detenido por los Mossos en su condición de policía judicial y, en vez de eso, se escabulló misteriosamente ante sus ojos así como ante los de muchos televidentes que como yo no daban crédito a lo que estaba sucediendo. Por ello urge explicar como ha sido posible semejante despropósito y cuál es la cadena de errores que lo ha propiciado.
Lo primero que sorprende es que un prófugo de la justicia pueda protagonizar un acto público cuya celebración depende de la autorización de las autoridades. Porque la participación de Puidemont en ese acto no fue una sorpresa de última hora, sino que el propio acto fue expresamente diseñado para él, concebido como un recibimiento institucional por parte de su partido y sus seguidores, y su presencia fue anunciada con anterioridad en las redes sociales. Pero es que no solo no se le detuvo antes del acto, que pudo celebrar con total normalidad, sino que tras el mismo se evadió sin que los Mossos hiciesen nada para impedirlo. Se puede entender, aunque tampoco sea justificable, que el operativo diseñado por la policía catalana contemplase no detener a Puigdemont antes del acto para evitar enfrentamientos con sus seguidores y que se prefiriese proceder a su detención en el momento de acceder al recinto de la Ciutadella, tal y como estaba previsto que hiciese Puigdemont. Pero lo que no se entiende es que, tras bajar del escenario, el expresident desapareciese cual Houdini, que no hubiese Mossos custodiándolo, que los distintos accesos o vías de huida no estuviesen cerrados -al fin y al cabo, son cuatro calles contadas- y que sorprendentemente tampoco hubiese medios de comunicación que dejasen testimonio gráfico de todo lo sucedido, cuando hasta ahora en todas las 'performances' independentistas algunos medios han acostumbrado a tener cámaras apostadas en todos los ángulos para no perderse el menor detalle. Y que como colofón se activase una operación jaula que no sirvió más que para colapsar Catalunya.
Es evidente que Puigdemont contó con la complicidad de muchos ciudadanos y al parecer también de algunos servidores públicos, tanto políticos como funcionarios, que desatendieron sus obligaciones. Pero lo sucedido no se debe a su pericia; unos sombreros no deberían ser capaces de despistar a la policía, ni tampoco se puede achacar al comportamiento impropio de Puigdemont. Más bien se debe a una falta de previsión mayúscula que exige dirimir responsabilidades y restablecer el reputación de los Mossos. Eso en el mejor de los casos. Porque el peor es que todo haya sido fruto una acción deliberada orquestada con el fin de evitar un mal mayor, la eventual suspensión indefinida del pleno que podría haber impedido la investidura de Salvador Illa como presidente de la Generalitat.
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