Opinión | Discriminación contra las mujeres

Carol Álvarez

Carol Álvarez

Subdirectora de El Periódico

Dos atletas afganas en el tercer aniversario de la llegada de los talibanes

La atleta Kimia Yousofi.

La atleta Kimia Yousofi. / AP

Hace apenas una semana, dos mujeres, atletas olímpicas, se hicieron escuchar en París mientras participaban en los Juegos. Kimia Yousofi llegó en la última posición en la carrera de los 100 metros, pero se hizo con una pequeña gran victoria: consiguió un altavoz para denunciar la situación de su país de origen, Afganistán, y lo usó al mostrar ante las cámaras el revés de su dorsal, donde unas letras reclamaban educación y derechos para todas las mujeres que están privadas de libertad a consecuencia del gobierno de los talibanes. Otra compatriota clasificada para la nueva competición de 'break dance', Talash, no corrió mejor suerte deportiva: fue descalificada por lucir antes de la actuación una bandera que clamaba por la libertad de las mujeres afganas. 

     Encontrar una voz ante la comunidad internacional es un triunfo agridulce, porque sortea  prohibiciones, silencios obligados y la consiguiente invisibilidad de su problema, pero tampoco tiene un recorrido largo. Como la mayoría de sonidos, su voz ha llegado hasta un punto máximo más allá del cual se pierde, no ha resonado ni ha encontrado ecos que lo agranden y lleven a la acción, a nuevas dinámicas que puedan transformar  las penurias que sufren las mujeres en Afganistán. 

     La comunidad internacional ha escuchado, pero sigue enfangada en la evolución de otros conflictos armados de alcance imprevisible, como la guerra de Ucrania, con un botón rojo nuclear siempre planeando en los peores escenarios estratégicos, o las masacres en Oriente Medio que tienen la franja de Gaza en el epicentro y que bordean la escalada en la región hasta límites catastróficos para toda la humanidad.    

     Yousofi y Talash levantaron la voz ante una gran injusticia, la que castiga a 1,4 millones de adolescentes que serán mujeres sin escolarizar: Afganistán es el único país del mundo que prohíbe la educación a las niñas de más de 12 años. Los talibanes practican una discriminación sexual que en otros países está penalizada en sus códigos penales con cárcel cuando veta el acceso de las mujeres a parques, les impide tener un negocio o simplemente trabajar libremente, proteger su salud. Les prohíbe también practicar deporte, y por eso las dos afganas que se hicieron oir hace unos días en París lo hacían desde el equipo internacional de refugiados, una selección cuya mera existencia demuestra estos días todo lo que está mal y no logramos cambiar, en el infame tercer aniversario de la llegada de los talibanes al poder.

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