Opinión | Odio híbrido

Carol Álvarez

Carol Álvarez

Subdirectora de El Periódico

Palabras que inflaman

Respuesta ciudadana en el Reino Unido contra las protestas racisras

Respuesta ciudadana en el Reino Unido contra las protestas racisras / Denis Balibouse| Reuters

Varios adolescentes detenidos por su presunta relación con un plan para provocar una masacre en Viena coincidiendo con los conciertos multitudinarios que Taylor Swift tenía previstos esta semana han dado fe de que la amenaza terrorista sigue muy presente fuera también de los conflictos bélicos. Son también extremistas las olas violentas que han sacudido el Reino Unido desde el asesinato de tres niñas a manos de otro joven, y las mentiras y discursos de odio han convertido marchas de protesta en graves altercados públicos . Podríamos considerarlos fenómenos aislados pero no lo son, están en una misma onda, solo que el radicalismo que los impulsa se ha vuelto híbrido: en el Reino Unido el descontento del Brexit y la crisis económica han sido aliados del caos, en otros lugares, son atentados yihadistas, y también hay ecos de esta agresividad en la visceralidad de las discusiones por el conflicto de Gaza, o incluso de la guerra de Ucrania.

El problema es tan globalizado que también toca a las Antípodas: en Australia acaban de elevar la amenaza terrorista por primera vez en diez años y no lo justifican en un hecho concreto, sino que lo han decidido tras una cadena de hasta ocho ataques en los últimos cuatro meses que no están conectados pero que dibujan un escenario inquietante. Hombres jóvenes, a menudo aislados y sin trabajo, alimentados por mensajes de odio de distinta procedencia, que asaltan comunidades. El patrón, que se multiplica desde el impacto de la pandemia y los confinamientos en 2020, señalan los servicios de inteligencia que sería comparable, con símil meteorológico, a los efectos que causa ‘El Niño’ cuando se activa, no con episodios aislados de tormentas.

Las palabras importan, insisten desde el gobierno australiano, haciendo un llamamiento a rebajar la tensión desde los altavoces públicos, y en sintonía con la respuesta del primer ministro del Reino Unido Keir Starmer ante los disturbios racistas de sus calles, y los mismos intentos de la Unión Europea por poner coto a la violencia ideológica que ha encendido las calles. El ciclo, como la lucha contra el cambio climático que acelera el fenómeno de 'El niño', requiere de medidas tan valientes como urgentes, porque ya hemos empezado a normalizar las conductas inflamadas que atizan la confrontación.

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