¿Por qué ahora y no entonces?
Parte de su entorno más próximo le rogó que volviera en 2018 cuando el ambiente era eléctrico, pero siempre rehusó esa opción. Entonces hubiera sido detenido con toda probabilidad y se habría montado la marimorena. Nada de eso parece que vaya a ocurrir ahora
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Carles Puigdemont / Glòria Sánchez (Europa Press)
Tras más de seis años, Carles Puigdemont ha decidido volver a Catalunya dando por hecho que será detenido. Puso pies en polvorosa dos días después de declarar la independencia en un momento de franca desorientación del alto mando independentista. Era el último domingo de octubre. Su decisión no trascendió hasta el día siguiente.
El lunes, ya tras la aplicación del 155 que aprobó el Senado, Jordi Turull y Raül Romeva quedaron desconcertados cuando les comunicaron que el 'president' no acudiría a la cita. Le estaban esperando en las inmediaciones de Palau. Lo acordado era cruzar juntos la plaza de Sant Jaume y entrar por la puerta principal.
Ellos aún no lo sabían. Pero Puigdemont había optado por otros derroteros. No se volverían a ver en persona hasta muchos años más tarde. Entonces el independentismo contaba con mayoría absoluta en el Parlament y de hecho la retuvo hasta el pasado 12 de mayo.
El gobierno catalán se había roto dos años antes como colofón a mil desencuentros. Desde 2012 mantenían un acuerdo parlamentario que desde enero de 2016 fue también de gobierno. Puigdemont decidió poner fin a esa coalición de gobierno en 2022 forzando una consulta interna y pidiendo encarecidamente la ruptura del Govern que presidía Aragonès.
Su vuelta ahora se produce en ciernes de la investidura de Salvador Illa y tras la contundente pérdida de la mayoría independentista. Cabe preguntarse ¿por qué ahora? Si durante años hizo bandera de no dejarse detener, de burlar a la Policía española, de driblar con éxito las órdenes de extradición de juez Llarena, ¿por qué motivo ahora ha cambiado de opinión?
En su lacónica carta, señalando a la militancia de ERC, da pocas pistas. La carta es un memorial de agravios, es el testimonio furioso de un hombre resignado ahora a ser detenido. Es como si, herido y henchido de orgullo, Puigdemont fuera esclavo de sus palabras. Se comprometió a volver, como en otras citas electorales, solo que ahora ha resuelto no echarse atrás.
En el Supremo le tienen ganas. Si el jueves es detenido y encarcelado –lo que ha logrado evitar estos años- con toda probabilidad se suspenderá el pleno de investidura de Illa hasta fecha indeterminada. Pero eso no cambiará mayoría alguna. Los catalanes emitieron su inapelable veredicto en las urnas.
Parte de su entorno más próximo le rogó que volviera en 2018 cuando el ambiente era eléctrico. Pero siempre rehusó esa opción. Entonces hubiera sido detenido con toda probabilidad. Pero a nadie se le escapa que se habría montado la marimorena. Nada de eso parece que vaya a ocurrir ahora. Entonces, ¿por qué ahora y no entonces?
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