Opinión |
Violencia sexual
Ana Bernal-Triviño

Ana Bernal-Triviño

Profesora de la UOC y periodista.

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Padres agresores de vacaciones con sus hijas

Con el tiempo, los daños son irrecuperables. Igual que el trauma sobre esa infancia

Archivo - Foto de recurso de unas esposas

Archivo - Foto de recurso de unas esposas / MOSSOS D'ESQUADRA - Archivo

Una niña de cinco años desveló los abusos que su padre le realizaba. Condenado a 13 años de prisión, en Málaga, ha reconocido las agresiones a su hija. El caso viene de más atrás, cuando en 2019 la madre le descubrió vídeos pedófilos en el móvil. Ahí decidió separarse de él y pactaron que ella tendría la guarda y custodia, y él visitas los fines de semana. En esos días era cuando aprovechaba para agredir a su propia hija. La excusa, el momento de bañarla. En julio de 2022, mientras veían la tele, el padre fue directo hacia su hija. Aunque ella lo apartó, él la forzó y continuó hasta conseguir su propósito. Ella necesitó cinco días de curación por las lesiones en sus genitales. La madre denunció al padre y se descubrió que aquello era más. Tenía casi 3000 vídeos y fotos pornográficas de niñas y bebés, con agresiones y tratos degradantes y humillantes. Vídeos y fotos que, además, compartía en foros.

Este horror avivó un debate de cómo esa madre no denunció cuando descubrió los primeros vídeos pedófilos. A la primera, cualquier persona que vea este tipo de contenido, ya sea de quien sea, tiene que denunciar. El silencio y los lazos familiares son la impunidad. Save The Children apuntaba que en 8 de cada 10 casos el agresor es una persona del entorno familiar, y el 96% no tiene antecedentes de violencia sexual.

A la vez, este tema me trae el recuerdo de otras madres que habiendo denunciado situaciones similares a sus propias hijas han sido señaladas y cuestionadas. Incluso en 2022 la propia ONU se manifestó a partir de una denuncia. Decían que no era un caso aislado y ni siquiera de España. Que de forma constante les llegaban madres que habían denunciado abusos sexuales de sus padres a sus hijas y que al final eran ellas las que perdían la custodia, acusadas de falso SAP (síndrome de alienación parental), o incluso algunas eran enviadas a la cárcel. Y que la justicia era injusta.

Por ello pensaba hasta qué punto estos casos hacen que otras madres vivan cada verano o cada fin de semana con angustia o que incluso no denuncien temiendo perder a sus hijas. Sí, señalemos a las madres que no han denunciado este horror, pero a la vez pensemos ¿qué nos dirían ahora las que sí denunciaron y han sido culpadas por el sistema? Esto evidencia la falta de investigación real y con perspectiva de la infancia y sus agresiones en la justicia española. Y cómo las madres, las mujeres, pagan el castigo siendo inocentes. Pero para tacharlas de exageradas siempre hay tiempo, aunque Naciones Unidas alerte de ello. 

De ahí parte la impunidad. Con el tiempo, los daños son irrecuperables. Igual que el trauma sobre esa infancia. En cambio, ellos siguen con sus vidas sin penalización. Miren a Steven Van de Velde, un jugador de voleibol de playa holandés condenado en 2016 por violar a una niña de 12 años en Inglaterra. Ahí lo tenemos, en los Juegos Olímpicos. Es una forma de victoria. La misma que experimentan algunos agresores cuando salen con una sonrisa de los juzgados llevando, de la mano, a su próxima víctima. Todo porque la justicia lo permite.

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