Opinión |
Negociaciones entre PSC-ERC
Álex Sàlmon

Álex Sàlmon

Periodista. Director del suplemento 'Abril' de Prensa Ibérica.

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La necesaria templanza de Salvador Illa

Cuanto más cerca se está del final, más nervios aparecen. Eso en política se convierte en un exceso declarativo

Salvador Illa.

Salvador Illa. / Marta Perez / EFE

Salvador Illa es un político que se ha forjado en el temple. Esa cualidad, casi inexistente entre los dirigentes actuales, ha marcado su estilo. Lo demostró como alcalde de La Roca del Vallés, lo aplicó en sus cinco años de secretario de Organización del PSC llenos de tensión en el interior de su partido (2016-2021), fue una de sus características durante su etapa al frente del Ministerio de Sanidad en la peor crisis social y sanitaria del país y está siendo una de sus armas desde que ganó las elecciones catalanas, sin mayoría suficiente para gobernar en solitario.

Ahora, se encuentra ante el punto más álgido de la negociación entre ERC y el PSC. Este es un acuerdo con tantas aristas que, de entrada, podría ser analizado como de imposible. Algo parecido ocurre en el Tetris. Si el esmero está en uno de los lados, el otro lado supera los límites. La necesidad de equilibrar el escenario de forma constante hace que en ocasiones nos olvidemos de las templanzas propias. Y el 'reseteo' no es posible. Todo se acumula.

Cuanto más cerca se está del final, más nervios aparecen. Eso en política se convierte en un exceso declarativo. Y cuando se trata de hablar, algunos políticos salen disparados a la recta de salida. Eso es lo que va a ocurrir durante los próximos días. En realidad, es lo que está ocurriendo y habrá que ver si los protagonistas lo tenían previsto. Salvador Illa, seguro.

La puesta en escena es la siguiente: por un lado, un partido de bajón y con problemas de liderazgos que tiene, para evitar ir a peor, pactar con el enemigo de los últimos ocho años. Un partido que, para cauterizar su marcha de votos, precisa, con su decisión, arrearle un mamporro a los que han sido sus colaboradores necesarios, aunque estuvieran a las antípodas de su ideología. Me refiero a Junts. Y, además, salir con el menor número de heridas de esa trifulca.

Por el otro lado, una formación que ha colado indultos y amnistía por el arco del triunfo, sin que esas decisiones hayan afectado en exceso la imagen de temple que explicaba anteriormente de Illa. Y mientras, el tercer protagonista en la escena, un Carles Puigdemont que ya no sabe organizar su vuelta a casa en olor de multitudes, porque las multitudes cada vez son más la familia.

Cómo cuadrar este desasosiego estomacal y político. Cómo mediar en todo ello sin que se note en exceso. La solución siempre está en las palabras. Lo saben los buenos, pero también tiene sus riesgos. No olvidemos que las palabras tienen interpretación y ese es un territorio abstracto. Con mucho o poco temple.

Utilizaba ayer Albert Sáez a Toni Blair para sintetizar que un buen acuerdo “se consigue cuando las partes pactan una palabra que interpretan de manera diferente”. No hay mejor símil. Después todo, queda abierto a la interpretación de la interpretación.

La expresión es “concierto solidario”. ¿Concierto o solidario? A los de ERC se les cayó el “solidario” en el minuto uno y hasta ofrecieron de inmediato a Junts entrar en el juego de su “Concierto”. El PSOE también se quedó con esa palabra y ya vaticinan el fin del pacto constitucional y alguna cosa más. Ante la rapidez de las respuestas, temple. Lo curioso es que, de momento, nadie haya hablado de “Consorcio tributario” (Art. 204 del Estatut/Ley Orgánica 6/2006). 

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