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Álex Sàlmon

Álex Sàlmon

Periodista. Director del suplemento 'Abril' de Prensa Ibérica.

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La Copa América agita Barcelona

Los canosos y canosas recordamos cómo de espaldas al mar vivía Barcelona. Era una frase hecha, pero todos aquellos tinglados de los 80 no dejaban ver el agua

Recreació del futur BlueTechPort, als tinglados de Sant Bertran del Port de Barcelona. |  PORT DE BARCELONA

Recreació del futur BlueTechPort, als tinglados de Sant Bertran del Port de Barcelona. | PORT DE BARCELONA

Las ciudades son cambiantes. Solo hace falta ausentarse un año de un espacio urbano conocido para descubrir que nada es igual. Barcelona está en ese proceso de transformación. No es cuestión de empezar de cero, más bien de reutilizar o poner en valor lugares que tuvieron su protagonismo y, por alguna razón, lo perdieron. 

La impronta más evidente es la que nos llega a bordo de la Copa América. Los canosos y canosas recordamos cómo de espaldas al mar vivía Barcelona. Era una frase hecha, pero todos aquellos tinglados de los 80 no dejaban ver el agua. La llegada de los ayuntamientos democráticos y las Olimpiadas acabaron con las estructuras portuarias y de allí apareció el Moll de la Fusta (1981-1987), el Moll de la Barceloneta (1987-1993), más tarde el Moll d’Espanya (1994-1996), conocido como Maremagnun, y el Moll de Barcelona (1998-200), con el World Trade Center. 20 años que modificaron la vida lúdica de los barceloneses. 

Aquello que era extraño, me refiero a que los que residían por encima de la Diagonal bajaran al mar, se convirtió en habitual y divertido. El Moll de la Fusta con las fiestas populares, el de la Barceloneta sustituyendo a los peculiares chiringuitos de la playa y después el Maremagnum, como espacio más en sintonía con los tiempos. Pero el éxito fue tan abrumador que saltó por los aires. Sus instalaciones se convirtieron en violentas y solo precisó de la muerte inoportuna de Wilson Pacheco, al que un portero de discoteca le propinó una paliza y lo arrojó a las aguas del puerto provocándole la muerte, para que los autóctonos dejaran de visitar la zona. Después llegaron los turistas y el resto es de todos conocido. El puerto quedó solo para cuando Barcelona era visitada por amigos.

La Copa América está trastocando esta impronta como si se recuperara cierta memoria. Lo cierto es que la inauguración la pasada semana del Time Out Market en la última planta del Maremagnum o la apertura de algunos restaurantes, por ejemplo, el Vraba, en el que fuera el edificio Imax, liderado por el chef Albert Ventura de los fogones del Coure, son noticias que invitan a volver a los muelles marítimos otra vez. 

Y no es lo único. La mágica invasión de música clásica en la playa de Sant Sebastiá con el concierto gratuito de la Orquesta del Gran Teatre del Liceu dirigida por Gustavo Dudamel la semana pasada, por ejemplo, donde miles de personas, sobre sus toallas en la arena, siguieron la batuta del prestigioso director, incrementa el interés. O el nuevo ‘beach club’ en el Club Natació Barcelona (CNB), Bastian Beach, rollo camas balinesas y anchas hamacas de último diseño junto a la piscina, o la rehabilitación de los cuatro tinglados del Moll Oriental, edificios desconchados durante años y que, después de las regatas, quedarán como espacios culturales, todos ellos son proyectos de la nueva Barcelona que llega.

Por mar y por montaña. En el otro punto de la ciudad, el Hotel Florida, situado en la montaña del Tibidabo, también está preparando una reforma después de 20 años de su inauguración. Es evidente que algo se agita en la ciudad.    

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