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Joan Tapia

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Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.

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¿Sopla viento Kamala?

La economía aguanta en un verano que puede ser decisivo para la política en Estados Unidos, Francia... y también Catalunya

Kamala Harris.

Kamala Harris. / SAUL LOEB / AFP

No será un verano plácido. Por la guerra de Ucrania y la amenaza de Putin sobre Europa. Por la terrible situación en Gaza que ya es insoportable. Y por la tensión entre Estados Unidos y China, las dos grandes potencias económicas y militares. Pero, contra lo temido, la economía no solo no se ha hundido, sino que sigue creciendo y las bolsas se revalorizan. En España, en el segundo trimestre hemos tenido récord de empleo. Y conviene recordar “que las penas con pan son menos”. No estamos como en los años treinta del pasado siglo. 

¿Qué puede pasar en algunos países, para nosotros relevantes? Vayamos a Estados Unidos. Hace poco parecía que los demócratas estaban condenados a una gran derrota (no solo en las presidenciales) y que Trump era imbatible. Pero en una semana todo ha cambiado. Biden se ha retirado y se ha levantado un viento a favor de la vicepresidenta Kamala Harris. Trump sigue siendo el favorito, con un partido republicano unido y un discurso contrario a la inmigración que tiene muchos apoyos en sectores de la sociedad americana. Pero, de repente, hay partido. 

Los demócratas también se han unido. Los Clinton, Nancy Pelosi, los Obama y multitud de simpatizantes que han disparado las pequeñas donaciones a la que en menos de ocho días se ha convertido en la líder y candidata indiscutible.

Las encuestas decían que a los americanos no les gustaban ni Biden ni Trump, pero que Biden era visto el más viejo. Los demócratas iniciaban agotados la campaña mientras que los republicanos -más tras el fallido atentado a Trump- tenían todo a favor. Ahora Trump, con sus 78 años, es el viejo frente Kamala Harris, de 59, que ha despertado a los demócratas, anestesiadas por una derrota que parecía inevitable. Y Kamala puede movilizar más a las minorías raciales y a los jóvenes. 

El pacto PSC-ERC sería positivo, porque reflejaría bien la pluralidad catalana entre constitucionalistas y nacionalistas. Según el CEO, un 40% votaría por la independencia, pero un 53% lo haría en contra.

En algunas encuestas ya tiene una mejor valoración que Trump, pero -seamos realistas- inferior a la de Biden a estas alturas de las presidenciales del 2020. Pero América y el mundo respiran más relajados. Trump también puede perder. 

Las elecciones europeas indicaron que el ascenso de la extrema derecha, con una visión simplista del problema de la creciente inmigración, no lograba acabar con la tradicional alianza en Bruselas -no siempre fácil- de populares y socialistas. Europa podrá seguir avanzando, una necesidad para tener futuro y un modelo social propio.  Pero Francia es el gran hueso. La segunda vuelta de las legislativas provocó la derrota de Marine Le Pen -que había ganado la primera - gracias a que en muchos distritos electorales los candidatos del Nuevo Frente Popular (NFP) se retiraron a favor de los centristas. Y viceversa. Bien. 

Pero ahora nadie tiene mayoría. El NFP con 193 diputados y los centristas (sumando incluso la derecha) con 213, se quedan lejos de los 289 de la mayoría absoluta. Y no parece que los centristas y la izquierda puedan pactar una coalición. ¿Culpa de Macron que imprudentemente disolvió la anterior Asamblea Nacional? ¿De los socialistas que no se entregan a Mélenchon (una especie de Pablo Iglesias francés), pero que no se separan lo suficiente? 

Imagínense que pasaría en España si Yolanda Díaz tuviera más diputados que el PSOE. Además, Francia tiene más déficit y deuda que España y hay riesgo de conflictividad. Ahí está el sabotaje ferroviario (800.000 afectados) coincidiendo con la inauguración de los JJ.OO. Y Francia es clave para Europa.

¿Y Catalunya? Está claro que durante los últimos años -con la presidencia Aragonès y el PSOE en Madrid- la crispación política se ha reducido mucho. Y esta semana puede haber un pacto entre el PSC y ERC para la investidura de Salvador Illa. 

Sería positivo. Por tres grandes razones. Una, no interesan unas nuevas elecciones porque Catalunya arrastra graves retrasos (por ejemplo, en energías renovables). Dos, porque un pacto entre un partido constitucionalista y otro nacionalista reflejaría bien la pluralidad catalana (53% contrarios a la independencia y 40% a favor según el último CEO). Tercera y última, porque Illa es un político que busca el consenso -en este punto es distinto de Sánchez- y a Catalunya, tras la crisis originada con el Estatut de 2006, le conviene un Govern que vaya más allá de las fronteras ideológicas o partidistas. 

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