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Elección trascendental en Venezuela

Las dudas sobre el manejo del escrutinio rodean unos comicios en los que la oposición aspira a ganar a Maduro

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro / Europa Press/Contacto/Juan Carlos Hernandez

La ventaja de entre 20 y 25 puntos que las encuestas dan a Edmundo González Urrutia, candidato de la oposición, confieren a la elección presidencial de mañana en Venezuela una importancia trascendental. Sumido el país en una crisis económica irremediable, con un flujo permanente de emigrantes que huyen de una nación empobrecida, se presume que apenas tendrán repercusión los anuncios de última hora de Nicolás Maduro sobre acuerdos para la explotación de yacimientos de gas y petróleo cerrados con compañías extranjeras. La impresión que se impone es que el presidente saliente ha dilapidado el vínculo con quienes constituyeron la base histórica del chavismo y hoy parecen dispuestos a buscar la salida a su frustración votando al conglomerado político de centro y de derecha que apoya la candidatura de Edmundo González Urrutia, trasunto de la fallida de María Corina Machado, inhabilitada por los tribunales.

El desarrollo de la campaña ha demostrado que la neutralización de Machado apenas ha erosionado las expectativas electorales de la oposición. González Urrutia era un desconocido hace solo meses, pero ha sabido someterse a la dinámica de su mentora. La movilización de los seguidores de Maduro parece no haber tenido impacto en la intención de voto de los venezolanos, a pesar del dramatismo escénico de muchas de las intervenciones del presidente, que llegó a pronosticar un baño de sangre si gana la oposición. Un momento a partir del cual muchas miradas se dirigieron a los cuarteles, donde la influencia del chavismo es un hecho, aunque no hay señal alguna de que los uniformados quieran romper la neutralidad institucional.

Están justificadas, en cambio, las sospechas de que el Gobierno puso toda clase de trabas administrativas al voto exterior de ocho millones de venezolanos –el 25% del censo–, integrantes en su mayoría del exilio económico. Un dato no menor cuya influencia en el resultado es difícil precisar habida cuenta la previsible abstención de los votantes que residen en Venezuela y que, según se prevé, dañará en mayor medida a Maduro que a Urrutia, porque a este último, asistido por Machado, se le reconoce una mayor capacidad de activación del voto y aun de captación de antiguos electores chavistas.

Una situación que justifica las incógnitas que plantea el manejo del escrutinio por parte del Gobierno y del Partido Socialista Unido de Venezuela, los dos frentes del poder chavista que acumula precedentes de intervenciones poselectorales cuando el resultado le ha sido adverso en alguna cita electoral como la Constituyente de 2017. Los llamamientos de varios dirigentes latinoamericanos de orientación progresista, caso de Lula da Silva, que han manifestado preocupación por el desarrollo del recuento son una señal inequívoca de que las dudas están justificadas, y no por la posible manipulación del voto electrónico, sino por la certificación final del resultado, algo que compete a la Comisión Nacional Electoral, una instancia controlada por el Gobierno, aunque es teóricamente independiente. Claro que si se da un ensombrecimiento del escrutinio, tendrá una repercusión interior y exterior incluso mayor que la previsible victoria de la oposición un cuarto de siglo después de que Hugo Chávez asumiera la presidencia por primera vez.