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Más sueños con nombre de mujer

Celebrar la paridad de género en los Juegos Olímpicos excede al propio evento e, incluso, al ámbito deportivo

La jugadoras de la selección española celebran el tanto de la victoria de Lucía García

La jugadoras de la selección española celebran el tanto de la victoria de Lucía García / RFEF

Arrancan los Juegos Olímpicos de París y la delegación española llega con mayor representación femenina que masculina: 192 mujeres y 190 hombres. En la anterior cita de Tokio, fueron 131 y 183. Entonces, la desproporción era evidente. Hoy, es indudable la calidad del deporte femenino español. Gracias a sus éxitos recientes, ha sabido ganar su presencia en el gran acontecimiento del deporte, también un reconocimiento social ya fuera de toda duda.

Quedan muy lejos aquellos días en que el barón Pierre de Coubertin, restaurador de los Juegos Olímpicos, afirmó que «las mujeres solo tienen una labor en el deporte: coronar a los campeones con guirnaldas». Para el francés, el deporte femenino no era «práctico ni interesante ni estético, además de incorrecto». Gracias al tesón de las mujeres, la historia no le ha dado la razón. Una auténtica carrera de fondo lo ha hecho posible.

Ya en los Juegos Olímpicos de la antigua Grecia, las mujeres tenían vetado participar e, incluso, asistir como espectadoras. Ante la prohibición, un puñado de mujeres crearon los Juegos Hereos, celebrados en honor a la diosa Hera. La restauración moderna de Coubertin no trajo la igualdad. No fue hasta los JJOO de 1900, cuando 22 mujeres pudieron participar, aunque de forma no oficial. En los Juegos de Ámsterdam 1928, empezaron a competir en algunas disciplinas. En paralelo, durante los años 20, un grupo de atletas creó los Juegos Mundiales femeninos. De la mano de Alice Milliat, se celebraron varias ediciones y, no solo superaron los ataques políticos y las burlas de la prensa, sino que consiguieron convertirse en un órgano de presión para la inclusión femenina en los JJOO. Celebración tras celebración, las puertas del deporte de competición se han ido abriendo a las mujeres. Basta un par de anécdotas para comprender que ha sido una lucha larga y difícil. Hasta 1984, no se permitió competir a las mujeres en un maratón olímpico. Y el salto de esquí femenino no fue incluido hasta Sochi 2014. 

En España, la evolución está trufada de nombres propios y del empeño de una red de clubs deportivos que han permitido a las niñas y las mujeres vivir el deporte. Sin olvidar, por supuesto, el revulsivo que supuso Barcelona-92. El carácter simbólico y social del deporte permea al conjunto de la sociedad. Hablamos de igualdad, también de salud, de educación y de superación de estereotipos. ¿Cuántas veces escucha una niña «ten cuidado» mientras ese tipo de advertencias se reducen cuando van dirigidas a un niño? 

Los Juegos que hoy se inauguran van a ser los primeros paritarios de la historia. 5.250 atletas de cada género participarán hasta el 11 de agosto. El lema de París 24 es Abramos a lo grande los Juegos, con ese mensaje se quiere incidir en el carácter abierto e inclusivo de la cita. También para las mujeres estará más abierto que nunca. Un éxito de todos que no hubiera sido posible sin el compromiso de tantas mujeres que se convirtieron en eslabones de una cadena por la igualdad. 

Celebrar la paridad en unos JJOO excede al evento e, incluso, al ámbito deportivo. Estamos ante la gran celebración, el gran escaparate. La cita del esfuerzo y la ilusión, la transmisión más potente de los valores del deporte. Los atletas que estos días se medirán en la competición serán los ídolos de millones de personas. Más que nunca, los sueños también tendrán nombre de mujer.