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Limón & vinagre
Josep Cuní

Josep Cuní

Periodista.

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Rosa Regàs, libre y sin culpa

Recluida entre libros y naturaleza celebraba la dicha de leer con las sonatas de Bach como compañía en la misma finca donde cada mes de julio alteraba su pacífica rutina para reunir a todos sus nietos reconvirtiéndola en casa de colonias

Rosa Regàs

Rosa Regàs

Entre los recuerdos familiares que han ido superando generaciones anidan algunas páginas que el tiempo demostró ficticias.

En una de ellas, el siempre atento, educado y bondadoso señor Regàs departía amigablemente las tardes de verano con mi abuelo Carles en el bar que este regentaba en Tiana. Quedaba a pocos metros de la torre residencial con capilla propia que el exitoso y bien relacionado empresario barcelonés de la restauración tenía en aquel pueblo cercano a la capital, convertido en villa de veraneo de familias acomodadas a las que se rendía cierta pleitesía remarcada por las ostentosas diferencias que separaban “als senyors dels del poble”. Tras su muerte, la mansión se convirtió en un centro de colonias por la donación que hizo su piadoso propietario a una entidad católica.  

Aquel patriarca supuestamente ejemplar se demostró sepulcro blanqueado cuando una de sus nietas expuso pública y literariamente la falsedad bien ensayada de sus apariencias. Detrás, la rigidez y el despotismo aplicado a los descendientes de los que exigió jurídica custodia a causa del exilio de su hijo republicano, el dramaturgo Xavier Regàs y su esposa, la nunca aceptada Maria Pagés. De todo ello dejó constancia Rosa Regàs Pagès (Barcelona, 11 de noviembre de 1933 - Llofriu, Palafrugell, 17 de julio de 2024).

'Luna Lunera' (1999) fue la manera novelada de narrar aquellos terribles recuerdos infantiles de Rosa y sus hermanos. Libro que hizo caer el velo a mi madre que recordaba a aquel apuesto señor desde su inocente mirada de niña. Un común aunque lejano denominador familiar que le sirvió a Rosa para tejer una relación de cercanía que siempre agradeceré y que la convirtió en colaboradora radiofónica habitual comentando la vida y sus circunstancias inspiradas por el progresismo republicano que siempre defendió. De paso, depuraba algunas erupciones anti-pujolistas que tenía por conocimiento de causa también narrada y que a veces la hacían recelar de asomarse a medios etiquetados por gentes de su grupo. 

Así era también la editora y escritora que nos dejó hace unos días. Una mujer de fuertes convicciones, jovial y culta, a quien no le gustaba cocinar. Consideraba que era una pérdida de tiempo que disimulaba con el acopio de recetas rápidas facilitadas por su hermana Georgina para poder ejercer de anfitriona en Llofriu. Recluida entre libros y naturaleza celebraba la dicha de leer con las sonatas de Bach como compañía en la misma finca donde cada mes de julio alteraba su pacífica rutina para reunir a todos sus nietos reconvirtiéndola en casa de colonias como aquella antigua mansión del abuelo denostado, pero con la diferencia de promover y potenciar a sus descendientes el sentimiento de libertad que marcó el camino por el que transitó y al que nunca renunció. 

Este es el principal legado que nos deja la escritora cuya vida es digna de reivindicación y no solo literaria. El deseo indestructible de querer ser ella misma libre. Claro que para intentarlo primero hay que asumir limitaciones fruto de ancestrales enseñanzas que instan a buscar un culpable en lugar de una solución. Así definía Rosa Regàs nuestra cultura. Y así lo lamentaba. 

Busquen los libros de Rosa. También son para el verano. Y disfrútenlos. Estaría encantada.

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