Limón & Vinagre
Josep Cuní

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Periodista.

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Emmanuel Macron: aquello que pudo haber sido

El presidente francés habla de una desgracia e incluso insinúa el riesgo de contienda civil. Pero ni así ha conseguido que sus compatriotas apoyen a su partido, formado desde el poder y pensado para su gloria

Macron pide un "frente republicano" con la izquierda tras la victoria de la ultraderecha

Jordan Bardella, el delfín de Marine Le Pen que ha catapultado a la extrema derecha en las elecciones europeas

Emmanuel Macron, en un acte públic dilluns passat. | NATHAN LAINE / BLOOMBERG

Emmanuel Macron, en un acte públic dilluns passat. | NATHAN LAINE / BLOOMBERG

Fue el domingo 5 de mayo de 2002. La segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Francia enfrentaba al histórico Jacques Chirac con el arribista Jean Marie Le Pen. Los resultados de dos semanas antes habían noqueado a la ciudadanía. Los socialistas de Lionel Jospin, entonces en el poder, se apearon de la lucha y la izquierda fue duramente castigada a causa de su tradicional capacidad de dispersar el voto. De hecho, allí fue donde se reveló que una parte del menguante sufragio comunista se había desplazado al otro extremo de la radicalidad. El de la derecha. Algo tuvo que ver el clima de inseguridad ciudadana que se vivía entre la población y la impresión de que, en parte, era debido a la nueva inmigración. Después se comprobó que había sido promovida, pero el bulo hizo su efecto.

Con urgencia, todos los partidos entendieron que debían formar un frente común. Se unieron en torno a quien había sido alcalde de París aunque no les gustara ni su persona ni su ideología, instauraron el cordón sanitario, registraron la famosa frase de acudir a votar con la pinza en la nariz y derrotaron a los ultras con un contundente 82% de los sufragios. Pero la semilla había germinado.

Han pasado veintidós años y la historia parece repetirse y no en modo de farsa. Los tiempos han cambiado, los planteamientos más conservadores se han edulcorado para disimular la contundencia de los discursos, pero algunos de aquellos elementos han persistido hasta conseguir que Francia mantenga el progresivo declive que la ha llevado a quedar inmersa en una profunda crisis económica y social. Un detalle lo resume: el 82% de los franceses son pesimistas. Este sentimiento tan enraizado aboca al país vecino a ser uno de los más desesperanzados del mundo, casi como Irak, y esto empuja a la depresión nacional, que es la expresión de una crisis de conciencia nacional. Ahí es nada.

Emmanuel Jean-Michel Fréderic Macron (Amiens, 21 de diciembre de 1977) llegó al poder con el compromiso de promover un renacimiento extraordinario de un país que tenía todas las bazas en su mano, decía. Hoy habla de una desgracia francesa e incluso insinúa el riesgo de contienda civil. Pero ni así ha conseguido que sus compatriotas apoyen a su partido formado desde el poder y pensado para su gloria. Efímera, como la de todos los émulos del general De Gaulle y su concepto de 'grandeur', que ha enmascarado la gran contradicción francesa de este turbio presente: el país que desean pero que no es posible y lo que el país necesita pero que no se produce: las profundas reformas que resuelvan las enormes dificultades financieras y que, en cambio, quedan muy lejos de los programas de los contendientes del próximo domingo, como sintetiza el historiador Benoît Pellistrandi.

Todo el activo que supuso la juventud de Macron cuando llegó al Eliseo se ha convertido en su pasivo político siete años después. Así se lo refriega Jordan Bardella, el líder actual de la Reagrupación Nacional de Le Pen, que con solo 28 rivaliza en osadía hoy a la del joven rupturista de ayer. Delante, un Nuevo Frente Popular forjado en la durísima oposición al presidente.

¿Qué queda de nuestro amor? Se preguntaba Charles Trenet hace 80 años. Hoy, observando a su país, sus compatriotas tararean la respuesta de aquella canción: una foto, una vieja foto de nuestra juventud. 

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