Opinión |
Vacaciones
Albert Soler

Albert Soler

Periodista

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Romanzas del exilio

Me ven en la hamaca, tomando el sol y bebiendo un cóctel, y noto que se apiadan de mi penosa situación

Hamacas en una playa de Palma

Hamacas en una playa de Palma / Europa Press

Lo único bueno del 'procés' es que, gracias a él, a los catalanes nos ha dado por llamar exilio a lo que antes llamábamos vacaciones. Parece poca cosa para tanto que prometía el 'procés', pero uno se siente cuasi un héroe cuando va diciendo a los colegas del trabajo que le faltan tres días para empezar el exilio. Yo acabo de llegar a mi dacha de cala Montgó, donde antes pasaba las vacaciones y ahora sufro el exilio y percibo que, desde hace unos años, los turistas me miran de otra manera, con el respeto que se debe a los exiliados: me ven en la hamaca, tomando el sol y bebiendo un cóctel, y noto que se apiadan de mi penosa situación. Y más ahora, que con el regreso de los que pasaban las vacaciones, digo el exilio, en Suiza, ya no quedamos más exiliados que el Vivales, Comín y un servidor. Cierto es que yo no cuento con caja de resistencia que llevarme al buche, pero es que hasta en el exilio hay clases. Cuánto hubiera mejorado la historia del cine si William Wyler hubiera titulado su película 'Exilio en Roma', o Jacques Tati la suya 'El exilio del señor Hulot'.

Hace pocos días, un alto cargo de Salut me aseguró que desde hace unos meses se están tomando en serio lo de exigir el nivel C de catalán a los médicos que quieren ejercer en Catalunya, y que descartan candidatos por este motivo. “Incluso interinos”, me recalcó. Y sale en la prensa que los hospitales catalanes se ven obligados a cerrar quirófanos y los CAP a eliminar servicios, por falta de personal. Faltan profesionales y al mismo tiempo ponemos trabas a los que quieren venir. Parece un 'sketch' de los Monty Python, pero es que Catalunya entera lo parece. El propio conseller anunció en febrero que se iban a poner duros con el catalán en la sanidad, que tiene la misma utilidad que ponerse duros con el catalán en la ingeniería o en la alfarería.

Habrá que apechugar, pensé, todo sea porque el doctor nos atienda en catalán, y si no puede atendernos, por lo menos sabemos que, de haberlo hecho, lo habría hecho en catalán, lo cual es un consuelo. Si a uno le duele la cadera y ha de esperar un par de meses para que le visite el doctor, con pensar que si un día le atienden será en catalán, el dolor disminuye. Y al revés, si a uno le curan en castellano, parece que no le hayan curado, el dolor de la cadera pasa al alma, lo que es mucho peor. Un patriota prefiere morir a ser atendido en la lengua del imperio. Por supuesto, lo anterior no reza para quienes dictan las normas lingüistico-sanitarias, porque esos jamás usan la sanidad pública, uno no se mete en política para compartir sala de espera con la plebe.

Todo lo anterior viene a cuento de que mi madre me ha interrumpido el exilio con una llamada, ya ni las madres respetan el sufrimiento y el pesar de los hijos. La mujer padecía diarrea desde hacía unos días y llamó a su CAP. “Por la tarde pasará una doctora por su casa” le aseguraron. Y así fue. La galena le recetó un suero para que no quedara deshidratada, que a los 85 años eso es peligroso. Así que mi madre, obediente ella, se puso a beber de aquella solución, 'glugluglu', como si no hubiera un mañana. Se despertó de madrugada hecha una piltrafa, y se comprobó el azúcar: estaba a 400. Le habían recetado un suero con glucosa a una diabética. Por fortuna, ella misma se pinchó insulina y pudo solucionar, mal que bien, el percance, que podía haber sido fatal.

Mi madre es de otra generación y no entiende que hay que sacrificar la salud, incluso la vida si se tercia, por el bien del catalán en la sanidad. Que si faltan doctores y los que quedan trabajando en verano han de hacer las cosas deprisa y corriendo, da igual, ponemos igualmente dificultades a los que quieran venir a ejercer aquí si no tienen el nivel C, que lo primero es lo primero, y meterle azúcar a un diabético son daños colaterales que hay que soportar por el bien común.

-Si por lo menos te hubieran matado, ahora podría yo reclamar una jugosa indemnización, pero ni eso saben hacer- le he dicho, no negaré que un poco picajoso por haberme interrumpido el exilio.

-Que te crees tú eso. Hubieran dicho que esa vieja ha muerto por cualquier otro motivo y a otra cosa, mariposa- me ha respondido. 

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