Periodista
Albert Soler
Periodista
La victoriosa derrota de Francia
Michel Houellebecq acierta a retratar un futuro en el que los franceses se entregan voluntariamente a un presidente islamista, con el apoyo de todas las demás fuerzas, incluido el socialismo
Lo bueno de la novela 'Sumisión' es que no se llama 'Conquista', ni siquiera 'Rendición', sino 'Sumisión', que denota sometimiento más bien voluntario, incluso placentero, no hay más que pensar en determinadas prácticas sexuales. En su libro, Michel Houellebecq acierta a retratar un futuro en el que los franceses se entregan voluntariamente a un presidente islamista, con el apoyo de todas las demás fuerzas, incluido el socialismo -sobre todo el socialismo-, para evitar que una tal Marine Le Pen presida el país. Y lo consiguen, vaya si lo consiguen, los islamistas para continuar sembrando por el mundo sus ideas, los izquierdistas para que no se les tache de fascistas, y los de más allá para demostrar que son de miras abiertas, entre todos logran investir presidente a Mohammed Ben Abbes, un islamista cultivado, educado, simpático. Lo cual es otro de los aciertos de Houellebecq: huir del maniqueísmo, de la caricatura fácil de un moro loco que quiere cargarse Francia y, por extensión, Europa.
Reacio al principio, el protagonista, profesor universitario tan harto de la docencia como de su vida sexual, acaba convencido porque ganará mucho más dinero en la docencia y podrá tener varias esposas. “Es más honrado mantener a varias esposas que tener solo una e ir dejando amantes por ahí”, le espeta su interlocutor. Termina de convencerle, por lo menos desde el punto de vista sexual, que “vestidas todo el día con burkas impenetrables, las ricas sauditas se transforman de noche en aves del paraíso, se colocan corpiños con ligas, sujetadores calados, tangas adornados con puntas multicolores y pedrería: exactamente al revés que las occidentales”. Y eso que, como reflexionaba poco antes, quienes califican de reaccionarios al Frente Nacional son los últimos supervivientes de Mayo de 68, momias progresistas agonizantes, sociológicamente exangües pero refugiados en ciudadelas mediáticas capaces de lanzar imprecaciones sobre la desgracia de los tiempos.
Como para confirmar las dotes de augur de Houellebecq, hace unos días, poco antes de la segunda vuelta electoral, la imagen de unas señoritas fregando la calle en toples como mejor forma impedir la victoria del Frente Nacional, daba una perfecta idea de qué es hoy democracia: algo que antes se defendía con el cerebro y ahora con las tetas. Lo peor es que al mismo tiempo supone una metáfora de a dónde va a llegar esa misma democracia a no muy tardar: al cubo de la basura, una vez barrida de la calle.
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