Opinión |
La espiral de la libreta
Olga Merino

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Periodista y escritora

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Llegar, permanecer, marcharse

Biden revaloriza en su despedida el viejo ‘dictum’: la democracia está por encima de cualquier cargo. La frase debería esculpirse en la fachada de parlamentos y casas de gobierno  

El presidente de EEUU Joe Biden se dirige a la nación tras su renuncia el pasado día 21 de julio.

El presidente de EEUU Joe Biden se dirige a la nación tras su renuncia el pasado día 21 de julio. / EFE/EPA/EVAN VUCCI / POOL

Si algo tuvo la actriz y modelo Teresa Gimpera, fue el don de saber estar, ese difícil acomodo a la fluencia natural de la vida. A los 40 años, la sueca de Igualada, un cuerpo de hechuras nórdicas amasado en Celtiberia, se hartó de «enseñar el culo» en las películas del destape y se replegó en otros menesteres. Seguía siendo guapa a los 87 —quien tuvo, retuvo— y atesoraba el suficiente sentido del humor como para permitir que una revista la retratara, hará unos cuatro años, tal como la fotografió Xavier Miserachs en 1966; esto es, en un amago de desnudez, los hombros y la espalda estampados con el logotipo de la discoteca Bocaccio, aquella be desmelenada y guerrera de la ‘gauche divine’. Igual que entonces, en aquella archiconocida foto, pese a las arrugas, los kilos y la infame fuerza de la gravedad. Sin patetismos. Pidió que cuando llegara la hora le pintaran los labios de rojo. Brava.

A Joe Biden le ha costado un pelín más amoldarse y reconocer que debía pasar el testigo a una generación más joven, la de Kamala Harris. Su empecinamiento nos hizo sudar ríos de tinta china. Insisto: no se trataba del peso de los años, sino de la plasticidad neuronal necesaria para sujetar corto el ronzal de un país como Estados Unidos. En el discurso del Despacho Oval, aseguró que renunciaba a la reelección en un gesto de generosidad que parecía casi épico: «La defensa de la democracia, que está en juego, es más importante que ostentar cualquier cargo». Aunque manida, ya sin aristas, como un guijarro limado por la corriente de los siglos, la frase debería figurar esculpida en el frontispicio de cuantos parlamentos y casas de Gobierno en el mundo haya. Por cierto, en las filas del PP y Vox están deseandito, hila, que te hila, de que Pedro Sánchez se aplique el cuento.

El asunto de permanecer en un sitio y saber abandonarlo a tiempo constituye un arte que combina sutileza, reflejos e intuición. Saber llegar, también. Binyamín Netanyahu no podría haber escogido peor momento para cumplimentar al amigo norteamericano, en una visita que ha dejado otra de las perlas dialécticas de la semana: «Dadnos las herramientas más rápido y acabaremos el trabajo más rápido».

Llegar, permanecer, marcharse. Otros que no acaban de aclimatarse al vaivén pendular de las cosas son los de Junts. Aunque en las elecciones legislativas de hace justo un año el soberanismo obtuvo su peor resultado desde el inicio del ‘procés’, la guardia pretoriana de Puigdemont sigue erre que erre, con la insistencia de un tábano, haciendo que sus siete escaños pesen oro. Están molestos e inquietos. El martes, tumbaron en el Congreso no solo los objetivos de déficit y deuda para los próximos presupuestos, sino también la reforma migratoria. ¿De verdad vamos a dejar solos a los canarios? El presidente de la comunidad, Fernando Clavijo, se muestra incapaz de entender por qué, una vez más, «la política se pone por encima de los derechos humanos». Otra frase para grabar a fuego. Como la de Biden.