Opinión |
La espiral de la libreta
Olga Merino

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Periodista y escritora

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Una oreja tirada en el césped

En EEUU borbotea la violencia bajo el apacible jardín unifamiliar. El hombre que atentó contra Trump empleó un fusil semiautomático AR-15, que cuesta unos 450 euros 

Trump, con la oreja derecha vendada.

Trump, con la oreja derecha vendada.

Calor e insomnio confabulados me mantenían despierta, viendo la tele, cuando saltó la noticia. Al principio no emitían imágenes; tan solo un titular recorría el faldón de la pantalla dando vueltas sobre sí mismo, como una cinta de Moebius: «Disparan contra Donald Trump durante un mitin en Pensilvania». ¿Cómo? ¿Un atentado a solo cuatro meses de las presidenciales? Ni en la peor de las pesadillas caniculares. Luego se le vio con el rostro ensangrentado, rodeado de guardaespaldas, puño en alto, «¡luchad!, ¡luchad!, luchad!». El filo de la guadaña pasó rozándolo. La bala iba destinada a la base del cráneo, pero un movimiento repentino, ese gesto tan peculiar de mirar a un lado mientras habla, lo libró de la parca. Un centímetro, quizá menos. El canto de un duro. La vida y la muerte a cara o cruz.

Prietas las filas del Partido Republicano en torno a él, Trump encabeza hoy la mayoría de las encuestas con la oreja derecha vendada; el proyectil le arrancó un trozo de cartílago de la parte superior, una imagen que, en una alambicada asociación de ideas, retrotrae a otro pabellón auricular, el que aparece en la película de David Lynch ‘Terciopelo azul’ (1986). Tal vez recuerden el arranque: la vida transcurre mansa en un pueblo maderero norteamericano. La cámara recorre una de esas urbanizaciones de viviendas unifamiliares de clase media, mientras suena la canción ‘Blue Velvet’, de Bobby Vinton: verjas blancas, rosas y tulipanes amarillos; pasa una bandada de niños hacia el cole, un ama de casa saborea una taza de café frente al televisor, un jubilado riega su jardín. De repente, el foco se sumerge en el césped, avanza por un túnel de oscuridad verdosa y se detiene en una oreja humana, pútrida ya, cubierta de hormigas. Una oreja cercenada, una oreja que había escuchado demasiado. Lo siniestro late debajo de la belleza y la supuesta apacibilidad. La cara B del sueño americano.

Estados Unidos habita en una realidad violenta. Thomas Matthew Crooks, el hombre que intentó matar al candidato republicano, empleó un fusil semiautomático AR-15 que su padre había comprado legalmente poco antes, un arma capaz de efectuar diez disparos por segundo, que viene a costar unos 450 euros, la misma que ha sido la utilizada en masacres perpetradas en escuelas, centros comerciales y lugares públicos en los últimos años: Connecticut, Nevada, Texas, California. El rifle más popular. De la misma forma, el discurso político se ha ido cargando de pólvora hasta desembocar en el asalto al Capitolio. ¿Conseguirá el intento de magnicidio atemperar el clima?

Un aire mesiánico envuelve estas elecciones. Algunos adeptos a Trump están convencidos de que lo ha salvado la mano de Dios, mientras que Joe Biden, a pesar de su visible deterioro cognitivo, había dicho que no se apeará de la carrera a menos que el Todopoderoso baje a pedírselo. Ahora, ha vuelto a pillar el covid. Pintan bastos para el Partido Demócrata; solo podría salvarlos un espectacular giro de guion en la convención de agosto (¿Michelle Obama?). O tal vez otro milagro.

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