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Joan Tapia

Joan Tapia

Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.

El muro fue un gran error

La guerra sigue entre el PSOE y el PP pese a que en Bruselas están en la misma coalición y han llegado a un acuerdo para renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ)

Pedro Sánchez presenta en el Congreso el plan de calidad democrática

Pedro Sánchez presenta en el Congreso el plan de calidad democrática / ZIPI ARAGON

Levantar un muro político fue un gran error porque la democracia exige muchas veces mayorías cualificadas que el muro hace más complicadas. Pero no se puede culpar a Pedro Sánchez del bloqueo del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) –ya superado– porque el PP se negó a la renovación tras la moción de censura de 2018, años antes de la teoría del muro entre el progreso (Sánchez) y la reacción (Alberto Núñez Feijóo). 

Pero el muro ha ayudado al inmovilismo del PP. Si expulsas a la oposición más allá del muro, no la incitas a ser flexible. Y lo peor para Sánchez es que el muro entre la mayoría de la investidura y la oposición está muy agujereado porque la mayoría progresista es tan variopinta que no tiene un programa serio. Esta legislatura solo ha aprobado la amnistía (y alguna cosa más), pero está teniendo que gobernar sin presupuestos.

PSOE y PP son aliados en la coalición que gobierna Bruselas, con Ursula von der Leyen en la Comisión y el socialista António Costa en el Consejo Europeo. Por eso al final han tenido que pactar el CGPJ. No podían iniciar la legislatura en Bruselas con una querella por el gobierno de los jueces. Habrían hecho un gran ridículo. El PP ha rectificado y el PSOE es vapuleado por algunos de sus socios: «Pacta con el enemigo».

Por otra parte, Sánchez necesita aprobar un cambio en la ley de extranjería para poder acoger en la Península –con un mínimo de orden– a los cerca de 6.000 menores extranjeros no acompañados concentrados en Canarias. Sánchez ha pactado la reforma de la ley con el Gobierno canario, pacto de Coalición Canaria y el PP, y se cree con fuerza para exigir –por responsabilidad– el voto del PP. Pero es que lo necesita porque parte de sus socios (los de dentro del muro) no la quieren votar. Y el PP pone condiciones porque el PSOE no la ha negociado con su cúpula: «La votas porque es necesaria y está pactada con Canarias». 

Lo mismo pasa con la ley del suelo –ambos partidos creen que sería positiva para la vivienda– pero como no se ha negociado, el PP dice no. Y la ley no puede ir al Congreso porque algunos socios de Sánchez la tumbarían. Además, el PP –en eso tiene bastante razón– cree que la ley de vivienda de la pasada legislatura fue un error. Se necesita aumentar la oferta de viviendas y los controles de precios no ayudan en un momento de disparo de la demanda de alquiler.

El fondo del problema es que gobernar exige pragmatismo y Sánchez necesitaría el apoyo del PP para algunos proyectos. Pero, a la primera, sus socios le atacan (pacto con el enemigo) y Feijóo, que se considera anatemizado, no tiene incentivos para ayudar. O simplemente no quiere.

Y así sigue la guerra entre las dos cúpulas. Sánchez, en base a una normativa europea, dice querer «regenerar» la democracia controlando los «pseudomedios». Pero intentar «moralizar» la prensa es muy escabroso. Y Feijóo ha replicado diciendo que Sánchez debe escribir una tercera carta e irse porque su mujer está imputada por el juez Peinado. Por ahí... más ruido y crispación. 

Además, el Gobierno ha aprobado un techo de gasto para 2025 de casi 200.000 millones que será posible porque la economía tira (el Gobierno y el FMI han subido la previsión del PIB de 2024 al 2,4%), y el déficit público estará dentro de las exigencias europeas. ¡Ojalá! Y el ministro Carlos Cuerpo lo expuso de forma razonable. 

Pero la vicepresidenta María Jesús Montero (que es también la dos del PSOE) aprovechó para atacar al PP. Todo es posible por la política del Gobierno, lo contrario de los funestos ajustes de Mariano Rajoy. Pero lo cierto es que los recortes empezaron con José Luis Rodríguez Zapatero (congelación de pensiones) porque en plena crisis económica nadie prestaba a España un duro y no había otro remedio. Zapatero hizo lo obligado, como después Rajoy. 

Ahora el clima internacional es otro y Sánchez ha podido aumentar el gasto y el salario mínimo. Y le ha salido bien. Pero si Montero gesticula demasiado al lanzar sus éxitos contra el PP, no predispone a que la oposición le eche una mano en las leyes que necesita y que serían positivas.

Pese al pacto europeo, así seguimos. Y con la duda de que Sánchez tendrá en el último trimestre la mayoría para aprobar los presupuestos del 2025. Será el momento de la verdad. 

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