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Financiación
Sergi Sol

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Periodista

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Los miuras Puigdemont y Page saltan al ruedo por la ‘singularidad’

La cuestión, al final, es dar al traste con la posibilidad de una entente -más que complicada- entre socialistas y republicanos que permitiría a Salvador Illa ser president de la Generalitat

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto al presidente del Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, durante un mitin de las últimas elecciones municipales y autonómicas.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto al presidente del Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, durante un mitin de las últimas elecciones municipales y autonómicas. / Europa Press/Eusebio García del Castillo

Tan pronto se ha abierto una posible ventana de oportunidad para evitar la repetición electoral, el presidente Page ha vuelto al ruedo como un miura. Incluso más raudo y feroz que cualquier dirigente del PP. Es como si a Don Emiliano le ocurriera como a los perros de Pavlov. Es mentar Catalunya y parece que al hombre le sube la sangre a la cabeza. 

Ahora a cuenta de la financiación "singular", lo que Page ya ha sentenciado con todo tipo de lindezas y un tono ofensivo. Siempre con la misma música. Los catalanes quieren privilegios, chantajean al estado, son insolidarios y solo les interesa la peseta. 

La cuestión, al final, es dar al traste con la posibilidad de una entente -más que complicada- entre socialistas y republicanos que permitiría a Salvador Illa, a cambio de un compromiso firme en financiación o lengua, ser president de la Generalitat.

En paralelo, otro Miura ha saltado al ruedo. Carles Puigdemont también ha arremetido contra la propuesta "singular". Igual por aquello que los extremos se tocan. A Puigdemont también le enerva aunque por diferentes motivos. Para Puigdemont es "escandaloso" y un "chantaje" con el que Illa -ganador de las elecciones- pretende auparse a la Presidencia de la Generalitat. Además, advierte, por enésima vez, que puede retirar su apoyo a Pedro Sánchez en Madrid. 

El objetivo de Puigdemont es obviamente ser president de la Generalitat, lo que pretendía precisamente con los votos del PSC porque en defecto las cuentas no salen. También hay algo -o mucho- de tutela a ERC en su misiva, de fijar los límites de lo que pueden o no hacer los republicanos. Más que un dardo al PSOE, lo de Puigdemont es una velada advertencia a la nueva ERC sin, por ahora, Junqueras. No los cita. Pero les marca el terreno de juego y las reglas. O eso parece. Puigdemont perdió claramente ante Illa, pero venció con la misma claridad a ERC. Su actitud traspasa ese resultado. Él se ha impuesto (a ERC) y está dispuesto a sacar el látigo para meter en vereda a los republicanos si estos se desmarcan o se dejan tentar.

El líder de Junts se proyecta y se ve a sí mismo como el gran Caudillo del independentismo a cuenta de la crisis de resultados de ERC. Lo que tal vez es prematuro -dar por domesticada a ERC- y paradójicamente podría provocar el efecto contrario: una reacción de orgullo de los republicanos. Si estos permiten que el líder del partido que más puyas les ha arreado, les diga lo que hay que hacer, los republicanos serían a Junts lo que los Comuns al PSC. Y eso certificaría el papel de partido bisagra y la renuncia a la legítima voluntad de disputar hegemonías. Los republicanos están, de nuevo, en una encrucijada histórica. Salir airosos de esta exige tomar decisiones basándose en su propio credo sin que ningún tipo de presión les pueda hacer mella. Sea la que sea.

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