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Desbloquear Barcelona

La federación local de ERC se ha movido para sustraer de la política general un acuerdo que era inaplazable 

Fachada del Ayuntamiento de Barcelona.

Fachada del Ayuntamiento de Barcelona. / CARLOS MONTAÑÉS

Las distintas sensibilidades presentes en la dirección de ERC en Barcelona y en el grupo municipal del partido han coincidido en proponer a la militancia la entrada en el gobierno de la ciudad, y someter a votación de las bases el principio de acuerdo alcanzado con el alcalde Jaume Collboni, en el que se definen responsabilidades a ejercer y políticas a desarrollar. Es difícil deslindar una decisión de este calado de la situación actual de una ERC maltrecha por los dos últimos resultados electorales, con una dirección en estado de provisionalidad y hecha pública horas después de haber cedido la iniciativa a Junts en la Mesa del Parlament. Pero precisamente el contenido, las formas y el método elegido por la federación del partido en Barcelona, que históricamente ha dado varios ejemplos de independencia de criterio frente a la dirección nacional, buscan sustraer una decisión que ya era inaplazable de los condicionantes de la política general, que no tienen visos de despejarse a corto plazo.

Esquerra ha querido dejar claro que su propuesta obedece exclusivamente a su voluntad de ofrecer una respuesta constructiva a las necesidades de la ciudad. Los argumentos utilizados por dos de sus dirigentes locales de distintos sectores, Eva Baró y Jordi Coronas, en el artículo que publicaron en EL PERIÓDICO hace un par de días, hablan de ser útiles, valientes, facilitar la vida de las familias, de la gente mayor y marcar el desarrollo de la ciudad con su impronta en temas clave como la vivienda, el comercio de barrio, la gestión del turismo o la política lingüística. 

ERC obtendrá, si la militancia lo aprueba y la dirección del partido, previsiblemente, no se opone a ello, dos tenencias de alcaldía y la gestión de tres de los diez distritos. El equipo de gobierno de Collboni se beneficiará del apoyo de 15 concejales (los mismos con los que Colau y Collboni lograron gobernar durante toda la legislatura anterior), algo que facilitará el reparto de tareas en la gestión diaria. Pero aún insuficiente, por ejemplo, para garantizar la aprobación de presupuestos sin necesidad de recursos excepcionales como la cuestión de confianza. La presión por desbloquear situaciones de este tipo para evitar una parálisis que perjudique a los ciudadanos y impida desarrollar políticas de progreso, que en el anterior mandato recayó sobre ERC (y a lo que respondió facilitando las cuentas y otras decisiones relevantes a pesar de las heridas abiertas en las dos últimas investiduras) pasará ahora a interpelar a los Comuns (cada vez más lejos de un hipotético tripartito municipal). 

Tras un descalabro electoral siempre hay dirigentes y militantes que optan por volver a una oposición frontal, creyendo que esta les dará más frutos en las siguientes elecciones. Otros, por el contrario, se inclinan por contribuir a la gobernabilidad, asumiendo la actitud que más sirve al interés general y, aunque a corto plazo pueda no parecerlo, también a su partido. Resulta positivo que se haya impuesto la posición de quienes son partidarios de no perder la capacidad de influencia que supone participar de las decisiones de gobierno. Bien lo saben los concejales de ERC de Barcelona, que en la última década no han visto recompensado electoralmente ni estar en la oposición, ni el apoyo externo desde esos bancos a numerosas iniciativas del gobierno municipal.