Opinión |
Editorial
Editorial

Editorial

Los editoriales están elaborados por el equipo de Opinión de El Periódico y la dirección editorial

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Trump suma un factor emocional

El agravamiento de la batalla cultural entre dos bloques irreconciliables tenderá a agravarse a partir de ahora.

La bandera de Trump 2024 se iza delante de la Torre Trump, en Nueva York.

La bandera de Trump 2024 se iza delante de la Torre Trump, en Nueva York. / AP/Yuki Iwamura

El atentado contra el expresidente Donald Trump en Butler (Pensilvania) introduce un nuevo factor emocional a la elección presidencial. Cuando hoy empiece en Milwakee (Wisconsin) la convención del Partido Republicano que nominará a Trump para que dispute la Casa Blanca a Joe Biden subirá a la tribuna no solo el líder indiscutido del conservadurismo, sino el superviviente de un ataque que permite al populismo ultraconservador reafirmarse en su discurso pétreo y en su crítica a lo que un asesor republicano resumió ayer con la expresión «retórica demócrata». Una forma de reactivar el mensaje divisivo que ha partido en dos a la sociedad estadounidense desde que en noviembre de 2020 Trump no aceptó la derrota y el 6 de enero de 2021 desempeñó un papel determinante en el asalto al Congreso.

A la espera de que se aclaren las circunstancias que concurren en el joven abatido por la policía que disparó contra Trump, mató a un espectador e hirió a otros dos, y pendiente el suceso de que se sustancien los fallos de seguridad que pusieron en riesgo al exmandatario, no hay duda de que la campaña republicana cuenta con una imagen icónica para abundar en la capacidad de su candidato para movilizar a los votantes. Sondeos de urgencia concluyen que ese factor emocional, inesperado y que distorsiona todas las estrategias de campaña en el bando demócrata, refuerza las expectativas electorales de Trump tanto o más que los lapsus de Biden en sus intervenciones. Desde ayer son aún más las voces que cuestionan el empeño del presidente de seguir en la carrera y desoír a quienes le piden que se haga a un lado para que el Partido Demócrata pueda presentar a un candidato con músculo. 

Incluso en un país tan habituado a la violencia en los escalones más altos de la política -cuatro presidentes asesinados entre 1865 y 1963-, con líderes relevantes muertos en atentados -Robert Kennedy y Martin Luther King, los más renombrados- y otros que salvaron la vida, pero arrastraron secuelas -George Wallace y Ronald Reagan, entre ellos-, la intromisión de la violencia en el discurrir de la política adultera el desarrollo de los procesos democráticos. Algo que no atenúan las condenas generalizadas desde todos los ámbitos ideológicos, dentro y fuera de Estados Unidos, porque es de prever que las referencias al ataque nutrirán los eslóganes republicanos y puede incluso que activen a aquellos sectores del conservadurismo clásico que consideraban abstenerse el 5 de noviembre.

Si durante las dos últimas presidencias se ha insistido en los riesgos inherentes a la fractura social, el agravamiento de la batalla cultural entre dos bloques irreconciliables tenderá a agravarse a partir de ahora. Porque resulta intolerable el ataque a Trump durante un acto de campaña, pero el previsible propósito republicano de presentarlo como algo derivado de las políticas demócratas y la práctica imposibilidad de que el debate político transcurra en un espacio de respeto mutuo, justifica los temores a un mayor enrarecimiento de la atmósfera. Cuanto mayor es el ingrediente emocional en política, menor es la disposición de los adversarios de llevar la discusión al terreno de los programas; cuanto más espacio ocupan los sentimientos primarios, más difícil es serenar los ánimos.