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Votar para frenar a la ultraderecha

Las amenazas de retroceso están ahí y solo hay una manera de preservar lo conseguido: acudiendo a las urnas

Europa acude a las urnas con el vértigo ante el auge de la extrema derecha

Elecciones europeas

Elecciones europeas

Las elecciones europeas, que se celebran mañana en España y desde el día 6 en el resto de la Unión Europea, no suscitan habitualmente el entusiasmo de la ciudadanía que, más bien, tiende a abstenerse en ellas o a utilizarlas como voto de castigo. Suele ser una manera de expresar el descontento con los partidos que gobiernan, sin coste alguno, porque el voto en estos comicios no cambia gobiernos, por mucho que aquí el líder de la oposición se haya empeñado en hacer creer que una derrota del PSOE supondría el fin de Pedro Sánchez. Su perseverancia en hacer caer al presidente, un reto, en este caso para sobrevivir, que el líder socialista ha acogido con el mismo entusiasmo, solo sirve, lamentablemente, para ocultar la auténtica importancia de unas elecciones en las que, por primera vez en 45 años, la UE se juega su estatus tal y como lo concebimos en este momento.

Parecía impensable, hace tan solo una década, que después de la experiencia europea de los años treinta y cuarenta del siglo pasado, con el alza del nazismo y el fascismo y las dramáticas consecuencias que tuvo para el continente, se pudiera vivir un retorno a las posiciones de extrema derecha. Nada surge porque sí y los efectos de la globalización y, especialmente, los de las políticas de austeridad que se impusieron para hacer frente al crac económico de 2008-2009 generaron un gran descontento en amplias capas de la población y un descrédito de las instituciones democráticas, que son caldo de cultivo del populismo. Mañana se conocerá el resultado de las elecciones en los estados de la Unión, pero los sondeos indican, por ejemplo, que el Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen puede ganar en Francia, al igual que los ultras de la primera ministra italiana, Georgia Meloni, en Italia, dos de los países fundadores de la UE

El alza de la ultraderecha es un riesgo que los electores europeos, en este caso los españoles, tienen el deber de combatir, sino quieren ver como las políticas europeas de progreso y los derechos civiles y sociales de los que gozamos los ciudadanos europeos involucionen hacia posiciones que ya imperan en algunos países, como Hungría y que representan una amenaza en Estados Unidos, si las próximas presidenciales las ganara Donald Trump. Con el aumento de la representación parlamentaria de los ultras, se corre también el peligro de que el Partido Popular Europeo, el de Núñez Feijóo y Von Der Leyen, tenga la tentación de romper la tradicional alianza con los socialdemócratas, los liberales y los verdes y se disponga a pactar con quienes se sitúan en posiciones antieuropeístas. Parece, no obstante, que en los últimos días los dirigentes del PPE, que se deshicieron en elogios a Meloni al principio de la campaña, se inclinan por mantener las alianzas habituales. 

Las amenazas de retroceso están ahí y solo hay una manera de preservar lo conseguido en Europa y de avanzar en una mayor integración de los europeos que compartimos identidades culturales y objetivos comunes, además de pasaporte, moneda y, desde la pandemia, eurobonos. Y esa manera es acudiendo a votar. Votar en conciencia por quien cada uno considere que defiende mejor los intereses comunes. Pero votar si no queremos, después, lamentarnos por lo que pasa.