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Joan Cañete Bayle
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Enterrando el 'procés' (o no)

Es un error equiparar la pérdida de la mayoría parlamentaria de los partidos independentistas con el declive del independentismo en Catalunya

El independentismo solo logra la victoria en una de las 15 ciudades más pobladas de Catalunya

Gamarra advierte de que "el independentismo se ha reencarnado en el PSC" porque ha "asumido sus exigencias"

Palau Generalitat

Palau Generalitat / RICARD CUGAT

Es uno de los debates de fondo que han dejado las recientes elecciones autonómicas en Catalunya (curiosamente, o no, más en Madrid que en Barcelona): ¿se pueda dar por acabado el ‘procés’? En el PSOE y el Gobierno lo tienen claro: por supuesto que sí. De hecho, el Gobierno lleva meses dando por finiquitado el ‘procés’, desde los indultos y la mesa de diálogo. Ahora, con la victoria de Salvador Illa en plena tormenta por la amnistía a los líderes procesistas, le conviene aún más repartir los certificados de defunción. El PP... pues depende de quién hable. Su líder en Catalunya, Alejandro Fernández, cabeza de cartel del estupendo resultado de su partido el 12-M, cree que sí. Alberto Núñez Feijóo considera que no, al igual que numerosos políticos y analistas de la política española. Muchos de ellos también creen que trece años después de que ETA anunciase el “cese definitivo de su actividad armada” la banda terrorista aún es un actor activo en la política española. En según qué Madrid, cuesta dar por acabado según qué.

Para proceder a redactar el certificado de defunción del ‘procés’ convendría primero definirlo. Si como ‘procés’ se entiende independentismo, o nacionalismo catalán, como de forma más global han hecho algunos a la hora de analizar el resultado electoral, entonces no merece la pena seguir haciendo cábalas: ni de lejos está ni acabado ni derrotado. Si como ‘procés’ se entiende el proceso (valga la redundancia) social y político que empezó con la gran manifestación de protesta contra el Estatut y llegó a su cénit el 1 de octubre de 2017, la respuesta debería ser más matizada y prudente: el independentismo pierde la mayoría, pero habría que estudiar las causas y analizar los datos electorales más allá de los porcentajes de voto, los escaños y la aritmética parlamentaria. Y tener en cuenta que una elección no marca una tendencia política. Si como ‘procés’ se entiende la desobediencia y el choque premeditado desde las instituciones, la tensión social, la desconexión política con el resto de España, la negativa a participar en la gobernabilidad en Madrid y en Barcelona y la división política, social y partidista en Catalunya en dos bloques pro y anti independentistas sin fisuras, entonces el ‘procés’ seguramente sí ha terminado. El 12-M empezó algo nuevo.

La pregunta que en realidad interesa desde el punto de vista de ese ente que, por resumir, llamamos Madrid es si las discutidas decisiones de Pedro Sánchez (sobre todo la amnistía) han sido refrendadas en las urnas. Más allá de las motivaciones de Sánchez, indultos y amnistías resuelven el estado de excepción que se creó en Catalunya en 2017 a causa de dos decisiones: la de convocar un referéndum ilegal y la de trasladar a la justicia este conflicto político. Con los perdones se eliminó el factor emocional que bloqueaba la política catalana y se llevó el motor del ‘procés’ (la lucha por la hegemonía entre ERC y la galaxia convergente) a afrontar las consecuencias de sus decisiones desde 2017 desde un punto de vista de estrategia independentista y de gestión de la Generalitat. Estas han sido las primeras elecciones, desde entonces, en las que el independentismo ha rendido cuentas, ante los suyos y el resto de la ciudadanía. Y ha perdido la mayoría parlamentaria.

El 12-M da pistas de hacia dónde muta la sociedad catalana tras más de una década de conflicto político, social e institucional

Pero indultos y amnistías no afrontan las raíces del conflicto político e institucional. En este sentido, se han vuelto a repartir las cartas. Y el resultado es muy complejo y tiene muchas lecturas: minoría independentista, descenso catalanista (solo el PSC ondea esta bandera); cansancio de la población (abstención); premio a quien habla más de gestión; mayoría parlamentaria por primera vez de partidos que apoyaron el 155 (PSC, PP y Vox); derechización del Parlament, y auge de la ultraderecha, con dos partidos en el hemiciclo, que además del eje identitario (cada uno el suyo) ponen sobre la mesa otros asuntos, el más acuciante, el de la inmigración.

¿Ha acabado, entonces, el ‘procés’? Es comprensible que desde Madrid esta pregunta centre la atención, sobre todo con la campaña de las elecciones europeas en ciernes. Pero, visto desde Barcelona, la pregunta más bien sería en qué y hacia dónde muta la sociedad catalana, tras más de una década de conflicto político, social e institucional.

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