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Manlleu y Torelló | El modelo de escuela antisegregación se agrieta: "Estamos al límite"

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EL PERIÓDICO

Elisenda Colell

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El de Manlleu es el modelo de referencia en Catalunya contra la segregación escolar. Esta población fue pionera, hace más de 30 años, en distribuir entre todos los centros de este municipio de Osona, también los concertados, a los alumnos vulnerables (en su mayoría inmigrantes o hijos de inmigrantes) para ofrecerles las mismas oportunidades educativas. Hoy el modelo tiene grietas. "El sistema se está tensionando, no estaba dimensionado para esto. Estamos al límite, debemos repensarlo”, afirma Pere Puig, concejal de Educación. “El reparto queda muy bien sobre el papel, pero la segregación la tenemos dentro del aula”, insiste Núria Muntanyà, concejala de Educación de la localidad vecina de Torelló, quien ha revelado en un estudio que el discurso ultra que se respira en la calle ya está agrietando la convivencia en los centros. Ejemplo de ello son Quim y Joan, dos jubilados que hablan de deshacerse de todos los inmigrantes de Manlleu "como hizo Hitler". El miedo y el odio al migrante cuaja por igual entre personas mayores y veintañeros. Las escuelas, sin medios suficientes, son un espejo.

La escuela Vedruna de Manlleu que conoció Jordi Rosanes en 1984 poco tiene que ver con la que es hoy, poco antes de jubilarse. Su aún director ha visto cómo las monjas dejaron el claustro y cómo en los años 90 este centro concertado se sumó a aplicar el modelo antisegregación para que todas las escuelas del municipio se repartieran, equitativamente, el 10% de alumnos hijos de inmigrantes. Fue en el curso 1993-1994, a petición del alcalde de Manlleu, el socialista y maestro Ramon Sitjà, quien quiso asegurarse de que los hijos de los inmigrantes magrebís que llegaban al municipio para trabajar en la industria cárnica, con menos recursos económicos e idiomáticos, contaran con la mismas oportunidades educativas que el resto. Es el modelo referente que se va aplicando en Catalunya. Torelló fue de los primeros en replicarlo..

Las cifras

Ahora cada año llegan 130 alumnos inmigrantes a Manlleu. A Torelló, 90. Las Oficinas Municipales de Escolarización se encargan de equilibrar las aulas. En Manlleu, la media es del 40%, pero el porcentaje va al alza. El próximo curso, el 50% de los niños de educación infantil de 3 años tendrán necesidades educativas especiales. En Torelló son el 30%. La mayoría son niños recién llegados de otros países (Ghana, Senegal, Marruecos…) o nacidos aquí de padres migrantes, analfabetos o con muy bajo nivel educativo, aunque también se cuentan menores con algún tipo de discapacidad o trastorno.

Pere Puig, concejal de Educación de Manlleu en la sede del consistorio, el pasado 10 de julio.

Pere Puig, concejal de Educación de Manlleu en la sede del consistorio, el pasado 10 de julio. / zowy voeten

Las escuelas de Manlleu, todas de alta o muy alta complejidad, logran resultados por encima de la media respecto a este tipo de centros, pero se encuentran por debajo de la catalana general. La tasa de abandono prematuro roza el 30%, casi el doble que la general. Se encuentran un 10% por debajo del porcentaje de alumnos que llegan a la universidad, pero por encima de la media en formación profesional. “Tenemos un elefante en la habitación, con dificultades muy bestias y estamos solos. Debemos garantizar el éxito educativo de estos niños pero cada vez es más complejo sin los medios adecuados”, se queja Puig. También Rosanes pide medios. "Son más, pero la manta es la misma: o tapamos la cabeza o los pies", resume.

Sin medios para el éxito

“Las escuelas manifiestan que cada vez hay más tensiones, que están al límite”, añade Muntanyà. Manlleu y Torelló se encargan de financiar extraescolares, becas comedor, material escolar, excursiones, colonias… Rosanas saca pecho de sus alumnos de origen migrante que han llegado a Esade, EEUU y la ONU. “Antes los niños inmigrantes no venían de colonias”, recuerda Rosanas, agradecido de los proyectos de acompañamiento académico. “Solo necesitan un empujoncito”, insiste, exponiendo los éxitos y virtudes del modelo.

Jordi Rosanes, director de la Escola Vedruna de Manlleu, el pasado mes de julio en una de las aulas del centro.

Jordi Rosanes, director de la Escola Vedruna de Manlleu, el pasado mes de julio en una de las aulas del centro. / zowy voeten

El problema es que el empujón cada vez es más complicado. “El 80% de los niños que llegan a Torelló tienen que ir directamente a la clase porque en el aula de acogida solo hay 10 plazas. ¿Qué haces si te llega un niño que no entiende nada?”, se queja Montanyà. La Generalitat probó en Torelló un plan piloto con un aula de acogida centralizada para todo el pueblo. "Se acabó y volvimos atrás", se queja la concejala. “El problema es de presupuesto: necesitamos hacer actuaciones, poner manos, dividir grupos, trabajar por niveles… Tenemos las manos atadas porque no podemos poner todo el presupuesto que necesitamos”, coincide Puig, en un consistorio que está de recortes.

El espejo de la escuela

En Torelló también se han dado cuenta de que las aulas están siendo un reflejo de la sociedad. “De pequeños se hacen todos con todos, pero a medida que crecen, en 5º, 6º y en la ESO, se crean grupitos: muchos son niños nacidos aquí, pero por ser hijos de quien son, ya están excluidos”, cuenta Carme Camprubí, técnica de escolarización. Tras un estudio, señalan las causas. "A raíz de los ‘imputs’ que les llegan de casa, de fuera de la escuela, los alumnos van poniendo barreras". El estigma también sale de los maestros. “Vemos la piel oscura y ya pensamos que no llegarán a nada, les cortamos las alas”. Y ello tiene consecuencias. "Algunos alumnos se encierran en ellos mismos y otros reaccionan con malos comportamientos para llamar la atención", sigue Camprubí.

Núria Muntanyà, concejala de Educación y Bienestar Social de Torelló, y Carme Camprubí, técnica de la Oficina Municipal de Escolarización (OME).

Núria Muntanyà, concejala de Educación y Bienestar Social de Torelló, y Carme Camprubí, técnica de la Oficina Municipal de Escolarización (OME). / zowy voeten

Los alumnos de Torelló y Manlleu son un espejo de lo que pasa fuera de la escual. Joan y Quim, jubilados de 73 y 64 años, toman el fresco en la entrada de Manlleu. Rechazan el cambio social provocado por la llegada de población migrante. Aunque ninguno es hijo de la localidad. El primero, carpintero, llegó de Mataró. El otro, albañil, de El Esquirol. "Pero es distinto, a esta gente no les paren, les cagan", empieza Joan. "Manlleu ya no es lo que era, es invivible", se queja Quim.

Quim, un vecino jubilado de Manlleu, toma el fresco en un banco a la entrada del pueblo.

Quim, un vecino jubilado de Manlleu, toma el fresco en un banco a la entrada del pueblo. / zowy voeten

Señalan la inseguridad, el miedo de salir de noche, las ayudas exageradas... La hija de Quim es responsable de servicios sociales. Hace meses que no hablan porque ella le acusa de racista. “Yo saldría al balcón con mi escopeta y en una hora limpiaba a cien”, sigue Joan. Lo dicen sin ironía, con el rostro impasible. “Es así de sencillo”, sostienen.

“Manlleu ha cambiado para mal. Tenemos miedo de salir a la calle. Necesitamos mano dura”, pide Rosa Maria, vecina de 75 años, mientras merienda en la plaza mayor con las amigas. “Vienen y nos cambian las costumbres. ¡Estamos rodeados!”, exclama Ana María, de 67. Se quejan de robos a plena luz del día, de tráfico de drogas, de ayudas sociales injustas... “Yo tuve cinco hijos y ni un duro, nadie me ayudó. Pagaba libros a plazos. Estos van con Mercedes y les dan de todo”, dice la mujer.

Turismo escolar

Sus hijos han optado por llevar a los nietos a escuelas de otros pueblos. Puig lo define como turismo escolar. “Hay familias de Manlleu que no quieren que sus hijos se escolaricen aquí y les llevan a otra ciudad donde no se aplica el reparto o donde hay muy poca inmigración, como Gurb”. Rosanes lo corrobora. “Al inicio de curso tenemos una base de datos, pero cuando llega la preinscripción faltan 20 personas”.

Carla, Alba y Jennifer el pasado 10 de julio en la terraza de un bar de Torelló.

Carla, Alba y Jennifer el pasado 10 de julio en la terraza de un bar de Torelló. / zowy voeten

En Torelló, 'Jenny', Alba y Carla también critican el modelo de reparto en el que han estudiado. “Ya que vienen aquí y les damos la oportunidad… que trabajen”, zanjan estas veintañeras desde la terraza de un bar regentado por un vecino chino. Ahora no trabajan ni estudian. Carla fue a una escuela privada lejos de Torelló. “Por suerte había pocos”. Alba no. “Les he tenido siempre en la clase, y siempre mal. No se esfuerzan, solo la lían”. El otro día, añaden, les robó la cartera una “panda de marroquís”. “Vienen, hacen lo que quieren y luego no hay policía que les controle. Tiene que haber más control, que no se crean los reyes del mambo”, sigue Alba.

Duelo de migrar

Para mejorar la convivencia, Manlleu apuesta por intervenciones también fuera del aula. “Desde 2016 trabajamos el proyecto educativo de ciudad para promover que la gente diferente se conozca”, explica Núria Font, técnica de educación de Manlleu. De esta mesa participativa nació el proyecto ‘Bon dia’, un cartel que promueve el saludo en la mayoría de establecimientos de la ciudad. “Nos dimos cuenta de la importancia y la trascendencia este gesto, hay gente que se siente invisible”, opina Font.

Scarlett Irurrarán, voluntaria del Proyecto Educativo de Manlleu, muestra el proyecto para promover el saludo a los recién llegados.

Scarlett Irurrarán, voluntaria del Proyecto Educativo de Manlleu, muestra el proyecto para promover el saludo a los recién llegados. / zowy voeten

Se le ocurrió a Scarlett Iturrarán, mujer peruana que llegó a Manlleu en 2014 con sus hijos. “La gente de acá sí se conoce, pero cuando yo vine, empecé a saludar y no me respondían. Mi hijo no lo entendía y yo, incapaz de contarle la verdad, le decía que no nos oían, que debíamos gritar más fuerte. Un día se lo dije siete veces a una persona y cuando me respondió nos emocionamos”, cuenta. El niño, que ya no lo es tanto, empieza este año la universidad en Barcelona, hijo del modelo Manlleu. “El saludo nos da un sentimiento de pertenencia: existimos”.

Scarlett era catedrática de Ingeniería Agrónoma en la Universidad de Lima. Ahora trabaja en una granja de cerdos, esperando la homologación de su título. “Migrar es también una fractura emocional, dejas todo lo que has construido para empezar de cero, hay gente que tiene depresión”. Pide que los inmigrantes participen en la vida social, cultural y política, a la vez que se les permita echar de menos sus orígenes. “No tenemos que renunciar a nuestra cultura, nos ayuda a sobrellevarlo”, explica.

Imagen aérea de Manlleu, el pasado 10 de julio.

Imagen aérea de Manlleu, el pasado 10 de julio. / EL PERIÓDICO

Puig tiene en mente una utopía. “Debemos crear una identidad de manlleuense. Hacer de la necesidad virtud, que todo el mundo sienta que este es su lugar”. "Necesitamos romper ciertas miradas en las que estamos educando para lograr tratarnos a todos por igual", coincide Muntanyà. ¿Cómo? “Es la pregunta del millón, lo no sé. Necesitamos ayuda”.

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