Viaje al 'Corredor del fuet' (2)

Ripoll, el laboratorio de la convivencia rota: "Antes de que me echen, me voy"

Sílvia Orriols: "Es lícito tener miedo de una religión política que hace las barbaridades que comete el islam"

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Convivencia rota en Ripoll | El corredor del fuet

El Periódico

Elisenda Colell

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“Me llamo Mohamed Amin Boubash, tengo 13 años, vivo en Ripoll y soy de Marruecos. Me gusta mucho jugar a fútbol y voy al instituto Abat Oliba”, pronuncia en perfecto catalán este niño magrebí después de pasar seis meses por la escuela pública catalana. La alcaldesa, Sílvia Orriols, postergó de forma injustificada su empadronamiento, lo que demoró su escolarización, pero el menor ha logrado empadronarse y espera terminar allí su etapa académica. En cambio, Halima, una vecina de 28 años, desea abandonar el pueblo desde que le prohibieron la entrada en el gimnasio municipal por llevar velo. “Antes de que me echen, me voy”. Desde los atentados, la convivencia en Ripoll se ha ido astillando hasta llegar a la fractura actual. Muchos vecinos dicen sentirse “invadidos” por los recién llegados. “Son niños chusma”, en palabras de Pilar, panadera. “Deben darnos miedo”, insiste la alcaldesa, Sílvia Orriols.

Vista aérea de Ripoll, el pueblo donde confluyen los ríos Ter i Freser, a los pies del pirineo oriental catalán.

Vista aérea de Ripoll, el pueblo donde confluyen los ríos Ter i Freser, a los pies del pirineo oriental catalán. / EL PERIÓDICO

Ripoll apenas cuenta con industria cárnica, pero es la zona cero de Aliança Catalana, el partido ultra e independentista que promulga la pureza de la raza catalana. La líder de la formación y actual alcadesa, Sílvia Orriols, ha pasado de cosechar 500 votos en las municipales de 2019 a ganar las últimas catalanas, superando los 1.500 sufragios, el 30% de los votos. El municipio donde crecieron los autores de los atentados de La Rambla y Cambrils, que no aplicó las recetas que recomendaron expertos de medio mundo, es la única institución catalana en manos de un partido xenófobo.

Clima de sospecha y traición

“Ripoll se militarizó tras los atentados y se instauró un clima de sospecha que ha llegado hasta hoy. Se rompió el esquema habitual de los autores de atentados en Europa, porque aquí no eran chicos de guetos. Muchos los conocían y los veían integrados y ahora la gente se siente traicionada”, apuntan desde los servicios sociales de Ripoll, que piden anonimato. “La extrema derecha ha aprovechado este clima y ahora vemos dos mundos enfrentados, con la comunidad musulmana bajo el ojo del huracán. Somos un experimento para el resto de Catalunya que se basa en una cosa: en esconder el dolor debajo de la alfombra y transformar0lo en miedo”, dice esta misma fuente.

Silvia Orriols, alcaldesa de Ripoll, diputada en el Parlament y líder de Aliança Catalana, el pasado 31 de julio en el claustro del monasterio de Santa Maria de Ripoll.

Silvia Orriols, alcaldesa de Ripoll, diputada en el Parlament y líder de Aliança Catalana, el pasado 31 de julio en el claustro del monasterio de Santa Maria de Ripoll. / JORDI OTIX

El discurso de Orriols es nítido. Según su visión, cualquier musulmán es un potencial terrorista. “La comunidad musulmana da miedo porque se ha impuesto en medio mundo con atentados y fundamentalismo. Es lícito tener miedo de una religión política que hace las barbaridades que comete el islam. Esto no significa que todos los fieles comulguen, pero cuesta mucho diferenciar quién es fundamentalista y quién no. Tampoco nos lo parecían los del 17-A y mira lo que pasó”, dice la alcaldesa a este diario.

Miedo al islam

Orriols mantiene que la convivencia en Ripoll jamás ha existido. “Hay dos sociedades que avanzan en paralelo sin interactuar”. Pero, según su visión, la culpa la tienen los inmigrantes. “Cada vez tienen más peso demográfico y sus valores suponen un riesgo para la continuidad de nuestra civilización: son cerrados, herméticos. Intentan por todos los medios que sus hijos no se occidentalicen y adopten los valores que tenemos aquí”. Y va más allá. “Se imponen en nuestra casa y un día podrán implantar lo que quieran. Esto nos tiene que dar miedo. Nos impondrán la barbarie. Debe darnos miedo”, insiste.

Su teoría es que, a la vez que los ancianos de Ripoll han ido muriendo y los jóvenes se han ido a estudiar y trabajar a Barcelona o al resto de Europa, han llegado los inmigrantes. “Existe un despoblamiento de ripolleses, que son sustituidos por inmigrantes, que viven del sector servicios, de cuidar a la gente mayor o de los subsidios”, afirma. Ripoll ha pasado de un 2% de inmigración en 2000 a un 14% en 2023. El pueblo crece año tras año. Pero la tasa de paro se ha mantenido casi intacta en el 7%. Muchos inmigrantes trabajan en las fábricas de la comarca y en restaurantes u hoteles de esta zona pirenaica. Pero Orriols dice que la mayoría de parados en su ciudad ya no son catalanes, sino mujeres magrebís. Sin embargo, el 70% de los usuarios de los servicios sociales son españoles. “Es que muchos inmigrantes ya se han nacionalizado”, argumenta.

Francesc Ruiz, vecino de Vallfogona, frente al los carteles reivindicativos contra la censura que aplicó Orriols durante fiesta mayor de Ripoll.

Francesc Ruiz, vecino de Vallfogona, frente al los carteles reivindicativos contra la censura que aplicó Orriols durante fiesta mayor de Ripoll. / zowy voeten

Orriols está en contra de la acogida de menores, de que los inmigrantes puedan traer a sus familias, de que las mujeres quieran llevar hiyab y de la acogida de refugiados. “No existe el derecho humano de vivir en Catalunya”, zanja. Su solución: deportar a todo aquel que no tenga un contrato de trabajo. “Y si se quedan sin empleo, que vuelvan a su país”.

"No se integran"

Este discurso del miedo hacia la inmigración se ha extendido por todo el pueblo. Mientras una le tiñe el pelo a la otra, Gisela y Paquita exponen los mismos temores. “No se integran, no les verás comprando en las tiendas de toda la vida, aquí en la peluquería… Tienen sus ideas, su idioma y no cambian”, dice Gisela. “Lo primero de todo: estamos en Catalunya. ¡Fuera pañuelos de las cabezas!”, exclama Paquita, harta de verlo en las madres marroquís con las que coincide al ir a buscar a sus nietos a la escuela. “Antes todo el mundo se hablaba, ahora todo son problemas”, remacha Pilar. “Si Siílvia no lo arregla, no sé quién lo hará”, afirman las clientas, recelosas del resto de políticos independentistas.

Mohammad Shapal, refugiado político del Cashmere en Ripoll y presidente de l'Associació de Boletaires de Ripoll, muestra los 'rossinyols' recogidos durante la mañana en la barra del bar que regenta desde hace ya más de una década.

Mohammad Shapal, refugiado político del Cashmere en Ripoll y presidente de l'Associació de Boletaires de Ripoll, muestra los 'rossinyols' recogidos durante la mañana en la barra del bar que regenta desde hace ya más de una década. / zowy voeten

Jordi, desde la carnicería; Pilar, desde la panadería, o Ramon, sentado frente a la estación, también asumen el mantra. “No es que sea racista, es que nos han hecho serlo: nos hemos pasado de abiertos y ahora te sientes extranjero en tu casa”, dice Jordi. “Estamos rodeados, se piensan que el pueblo es suyo. Aunque desde que está Orriols no veo tanta chusma”, añade Pilar, vecina de escalera del imam de los atentados. El discurso ha calado incluso en el Döner Kebab de Muhammad Shapal, refugiado en los años 80 del Cachemira y presidente de la asociación de 'boletaires' de Ripoll. “Que no deje empadronar no me parece bien, pero es verdad que tenemos demasiados inmigrantes que nos traen muchos problemas”, se queja. Francesc Ruiz, gaditano que llegó a Vallfogona con 6 años, también lo ve así. “No cabemos todos en Ripoll y menos si no hacen ni un esfuerzo para integrarse”.

"Parece que tengamos lepra"

“Tengo 20 años y soy de Ripoll, pero si me pusiera el hiyab ya no lo sería”, se presenta Butayna Attou, estudiante, hija de padres magrebís, dependienta de una cafetería en verano y vicepresidenta de la Associació Marroquina Juvenil del Ripollès. Su madre limpia casas, su padre trabaja en la fábrica de Comforsa. Ella trabaja desde los 16 y sueña con ahorrar dinero para vivir y estudiar en Barcelona. Dice que Orriols ha dejado de saludar a toda su familia a raíz de los atentados. “Mi hermana era amiga de una de sus hijas, pero tras el 17A la cambió de escuela. Ahora te sientes señalada, la gente se aparta como si tuvieras la lepra”.

Boutayna Attou, estudiante de 20 años de Ripoll y Vicepresidenta de la Asociació Marroquina Juvenil del Ripollès.

Boutayna Attou, estudiante de 20 años de Ripoll y Vicepresidenta de la Asociació Marroquina Juvenil del Ripollès. / zowy voeten

¿Cómo es crecer en este lugar? “Siempre me he mezclado con catalanes, en mi grupo soy la única de origen magrebí. Intentas ser como ellos y acabas por perder tu esencia. Para intentar encajar hice muchas tonterías y suspendí curso”. Mención especial hace a los comentarios de sus docentes en Bachillerato. “Unos te dicen que no durarás ni un trimestre. Otros te alientan con que serás la primera universitaria de toda la familia”.

Halima es copropietaria de un locutorio, carnicería y supermercado a orillas del río Freser. Llegó a España con 5 años. A los 18 pisó Ripoll y ahora tiene 28 y dos hijos. Su marido fue detenido tras los atentados porque los terroristas le compraron unos billetes de avión. “Aquí la gente tiene dos caras. Antes éramos una familia… Ahora los comentarios te fastidian la vida, la gente piensa que debajo del hiyab no tenemos cerebro ¿Por qué tengo que luchar tanto?”, se pregunta la mujer.

Halima, y sus dos hijos, frente al locutorio que regenta con su marido en Ripoll.

Halima, y sus dos hijos, frente al locutorio que regenta con su marido en Ripoll. / zowy voeten

El futuro se va de Ripoll

Halima piensa en volver a Marruecos desde que intentó apuntarse al gimnasio municipal de Ripoll, hace pocos meses. “Me dijeron que yo no podía ir porque llevaba velo. A mi marido, que iba con una gorra, no le dijeron nada. Esto es racismo, no tengo ni un derecho”. Luego vino una noche de llantos. “Me preguntaba quién soy, de dónde soy, y no tenía respuesta”, sigue. “Nunca vas a cambiar algo que no es tuyo, siempre serás 'la mora'. Crees que es tu país pero nunca serás catalana. Es un dolor muy fuerte y no quiero que mis hijos pasen por esto”.

Mohamed Amin, estudiante recién llegado de Marruecos a Ripoll, mira por la ventana de su casa.

Mohamed Amin, estudiante recién llegado de Marruecos a Ripoll, mira por la ventana de su casa. / zowy voeten

Los niños corretean por la tienda, se persiguen el uno al otro entre los estantes. Piden dulces a la madre y ella se los niega, desatando un estruendo de llantos. Podrían ser el futuro de Ripoll pero no lo serán: regresarán a Marruecos con su madre. Aunque es muy probable que ya hayan vivido el rechazo. “A los niños catalanes no les gusta que los marroquís estemos aquí. No nos pasan la pelota. Dicen que somos malos”. Hablar en catalán con Mohamed Amin, apenas seis meses después de llegar de Marruecos, es, a la vez, el éxito y el fracaso de la integración. Su asignatura favorita es Catalán ¿Y su palabra favorita? 'Encara'.

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