Cuenta atrás

La negociación de la investidura afronta 10 días decisivos con PSC y ERC mirando de reojo a Puigdemont

Marta Rovira toma el mando de la negociación con el PSC y se reúne cara a cara con Moret

ERC exige al PSC saldar deudas en ingreso mínimo, FLA, investigación y Rodalies antes de pactar la investidura

El independentismo prepara un dispositivo que custodie el regreso de Puigdemont al Parlament

Puigdemont se implica en la interlocución con Rovira en plena negociación de ERC y PSC

El primer secretario del PSC, Salvador Illa, en el Parlament

El primer secretario del PSC, Salvador Illa, en el Parlament / ZOWY VOETEN

Sara González
Carlota Camps
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Diez días para que acabe el mes de julio. Para que expire el tiempo que ERC fijó para certificar si hay suficiente agua o no en la negociación con el PSC para contribuir a convertir a Salvador Illa en president de la Generalitat. Una recta final autoimpuesta -aunque con posible prórroga hasta el 26 de agosto- de olla a presión que puede llegar a hacerse muy larga y sofocante para todos. Los socialistas ven a su alcance el acuerdo pese a la fragilidad interna en la sede de la calle Calàbria. Los republicanos endurecen sus exigencias, pero se empeñan a fondo en explorar hasta dónde puede llegar Pedro Sánchez con la financiación singular para Catalunya. Y Junts no revela de momento sus planes, que pueden acabar desestabilizando la situación si finalmente Carles Puigdemont regresa y es detenido. Todos se miran de reojo y nadie actúa a su libre albedrío.

Hace años que la política catalana no se entiende sin el 'chicken game' y la estrategia de presiones mutuas para ver quién da antes un paso en falso, especialmente entre ERC y Junts. Ahora vuelve a operar bajo el interrogante de quién se postulará antes a la investidura, si Illa o Puigdemont, y de si el partido que en estos momentos comanda Marta Rovira marcará un punto de inflexión y se enrolará en una nueva etapa de colaboración en la gobernabilidad con el PSC al frente.

A la espera de la oferta final

La semana que viene se prevé aún de 'impasse' para el desenlace, aunque también de gestos por parte del Gobierno para saldar con la Generalitat deudas pendientes en materia de condonación de deuda, inversiones en investigación y traspasos prometidos como el del ingreso mínimo vital. El jueves ya se dio un paso más en la densa carpeta de Rodalies. Pero ERC espera más. "Mucho más que meros cumplimientos", apostillan. Su reclamación es un concierto económico que la parte socialista asegura que no puede conceder como tal, aunque sí mejoras cuyo alcance debería desvelarse entre los últimos días de julio y los primeros de agosto.

"Lo que no haremos es plantear algo que no se pueda cumplir, pero sí que sea difícil de rechazar", resumen desde el PSC, que a estas alturas tiene muy avanzada la entente con los Comuns y que ve más probable el acuerdo que el desacuerdo con ERC. Tanto, que ya se barajan nombres para el futuro Govern. En ERC frenan esas expectativas con una Rovira apretando las tuercas y apuntando directamente a la palanca que tiene la Moncloa en sus manos si quiere que su militancia dé su sí a un Salvador Illa del que recelan. Por mucha "empatía" que emplee el equipo negociador liderado por Lluïsa Moret reuniéndose cara a cara con la secretaria general de los republicanos, en las bases de ERC pesa aún el fantasma del 155. "También somos los de los indultos y los de la amnistía", replican desde la calle Pallars.

¿Qué hará Puigdemont?

Tanto el PSC como ERC aseguran vivir emancipados de la estrategia de Puigdemont y que si hay pacto o no dependerá del contenido de lo que se negocia. "No podemos controlar qué hará ni supeditarnos a sus planes", aseguran negociadores republicanos. Y en las filas socialistas aseguran estar "tranquilos" tanto con los lazos estrechados con ERC como con el efecto limitado que calculan que tendría el regreso del expresidente con el independentismo desmovilizado y, además, en pleno verano.

"La gente sabe que su retorno sería solo para ir en contra de un acuerdo; y la gente no está ahora para movilizarse a la contra", sostienen. Pero, al mismo tiempo, ambas formaciones tienen en cuenta el acto que el expresident tiene previsto celebrar el próximo 27 de julio en el municipio francés de Els Banys i Palaldà. No habrá, pues, fumata blanca antes de esa fecha para no dar munición que convierta esa convocatoria en el primer acto de presión para hacer descarrilar una posible alianza. El entorno de Puigdemont, por su parte, quiere evitar que su regreso se lea solo como un intento de dinamitar el acuerdo de los republicanos con Illa y aseguran que su estrategia no es ir "a la contra", pero lo cierto es que las únicas opciones de Junts pasan por volver a tirar los dados en unas elecciones en octubre.

La convocatoria oficial para el sábado que viene habla de una celebración con motivo del cuarto aniversario de Junts per Catalunya, pero a nadie se les escapa que el discurso que pueda hacer su líder será uno u otro en función de si hay avances entre el PSC y ERC, además de ser analizado hasta el último detalle. Desde la formación de Puigdemont no aclaran, por ahora, cuáles son sus planes, pero tampoco cierran la puerta a nada. Lo único que mantienen es que el expresident quiere cumplir con su promesa de volver para asistir presencialmente al debate de investidura, sin dilucidar si será la suya o la de Illa. No faltan voces dentro del partido que le piden que no lo haga y que se preguntan qué sentido tiene dejarse arrestar ahora tras siete años tratando de librar batalla judicial en Europa.

ERC se deja querer, pero no negocia con Junts

La misma noche electoral, Puigdemont anunció que se postularía como candidato y exhibió que su propuesta podía conseguir amarrar más votos que la de Illa. Sus cálculos pasaron siempre por sumar a ERC en su bloque y no en el de los socialistas. Bajo esta premisa se explica que el expresident se haya implicado personalmente en las últimas semanas en la interlocución con sus exsocios, y haya viajado al menos dos veces en un mes a Ginebra para verse con Rovira, tal y como avanzó EL PERIÓDICO.

Fuentes posconvergentes apuntan que el tono de las conversaciones con los republicanos es "bueno" y el contenido encima de la mesa "potente". Desde ERC admiten estar rehaciendo puentes y se dejan querer tras años de hostilidades sin tregua de sus exsocios, pero consideran que "no se está negociando" una investidura con Junts. A diferencia de con el PSC, advierten, con Junts no se habla de programa de gobierno ni de políticas concretas, además de no tener al alcance una suma independentista.

Aritméticamente, una presidencia de Puigdemont es imposible sin la abstención de los socialistas, que ya han negado concederle por activa y por pasiva, por lo que la votación sería inevitablemente fallida. Sin embargo, ser él el candidato podría servir al expresident para que su vuelta tuviera más épica y más coherencia con el "retorno de país" que él mismo había planteado. No falta en Junts quien también alimenta esta vía, por lo que se empezó a trabajar hace unas semanas en un dispositivo para intentar impedir su detención al cruzar la frontera, a pesar de la dificultad de movilizar a las bases independentistas -ya de por sí desencantadas- en pleno verano.

Lo que es innegable es que si Puigdemont acaba encarcelado, esto tendría un impacto sobre la investidura. Más teniendo en cuenta que la presidencia de la Cámara la ostenta Josep Rull, de Junts, y que de él depende tanto la gestión del calendario como la potestad de suspender el pleno. En el 'chicken game' también ha tenido -y sigue teniendo- un rol la actuación judicial; y la no aplicación de la amnistía a Puigdemont es, paradójicamente, lo que aumenta exponencialmente su poder de desestabilización.

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