Opinión |
El caimán del Besòs
Jordi Serrallonga

Jordi Serrallonga

Arqueólogo, naturalista y explorador. Colaborador del Museu de Ciències Naturals de Barcelona.

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Paradojas animales

Mientras que algunos humanos maltratan y destruyen, otros cuidan y conservan a sus congéneres

Capturan a una cría de caimán en el río Besòs, en Santa Coloma

Imagen de la cría de caimán capturada en Barcelona

Imagen de la cría de caimán capturada en Barcelona / Agents Forestals

Acabo de aterrizar; han sido tres semanas por Estados Unidos y Canadá. Todavía ando medio dormido, pero no hago más que pensar en paradojas animales. ¿Por qué? Marchas de expedición naturalista hacia los lejanos territorios de Alaska y el Yukon –todo te retrotrae a la literatura de Jack London sobre la fiebre del oro y la llamada de lo salvaje– y resulta que la fauna más exótica se halla a pocos quilómetros de casa. En medio de la frenética búsqueda de úrsidos, lobos, alces, orcas, frailecillos, y otras maravillosas criaturas, recibí el mensaje de Gon Masó: una cría de caimán había aparecido en el río Besòs, a la altura de Santa Coloma de Gramenet. Al día siguiente, en EL PERIÓDICO, Gerardo Santos se hacía eco de la noticia. Es de locos. Mientras exploras, hasta la extenuación, para localizar a una familia de osos grizzly en el Parque Nacional y Reserva Denali, existe la opción de viajar y conocer la zoología viva de otros parajes del mundo sin moverte demasiado: vaya usted al río Besòs (ya hace tiempo que campan por ahí las tortugas de Florida en detrimento de las autóctonas).

Desconozco si el ejemplar de caimán procedía de un criador local o del tráfico internacional e ilegal de especie animales, pero lo que está claro es que el suceso nos lleva a reconsiderar qué ocurre con el comercio de bienes de prestigio en forma de seres vivos. Creíamos haber avanzado en el trato animal; por lo que es paradójico que, una vez los países occidentales dejaron de importar elefantes, cocodrilos, guacamayos, delfines o chimpancés para sus parques zoológicos, circos y laboratorios, dicha actividad persista. Los destinatarios presumen –incluso haciéndolo público en las redes sociales– con la tenencia de tigres, osos o primates conseguidos por medios que no se acogen a la legislación vigente. Y es que el tráfico criminal de especies animales, donde se incluyen reptiles, aves y peces, mueve importantes sumas de dinero, y pocos escrúpulos. Por ejemplo, jamás olvidaré el abrazo de Coco. Una cría de gorila decomisada en el aeropuerto de Madrid; iba dentro de una maleta procedente de África. Jesús Fernández, entonces veterinario del Parc Zoològic de Barcelona, fue en su búsqueda y la trajo para que recibiese los oportunos cuidados. Abrió el transportín y aquella pequeña y oscura bola de pelo, de un salto, se aferró a mi cuerpo buscando consuelo. Podría haber muerto durante el viaje, es lo frecuente; su destino, de sobrevivir, seguro que era un coleccionista con dinero suficiente y ganas de ostentar. Y estas historias se repiten por la ignorancia supina de algunos animales que, paradójicamente, pertenecen a la especie Homo sapiens.

Por suerte, durante el largo periplo, también me llegaron otras nuevas más agradables. Jacinto Antón compartía conmigo sus crónicas estivales sobre el megalodón (el verano siempre rescata a los escualos, incluso a los extintos), el kraken y las sirenas de Formentera. Lo cual me alegró pues en Skagway, Valdez, Seward y, sobre todo, Homer sienten especial devoción por las sirenas: «mermaids». Las encontré esculpidas, talladas, pintadas e impresas en bares, restaurantes, casas, tiendas, etc. En paralelo, existen las tradiciones indígenas sobre la mujer y las criaturas marinas, por lo que creí verlas transformadas en los leones marinos, focas, orcas y ballenas jorobadas que pude otear; sin olvidarme de las siempre curiosas nutrias marinas. En cuanto al mítico sasquatch, o bigfoot, he de decir que solo fotografié las huellas de mis grandes pies (algunos ya saben que calzo un 49), además del ingente merchandising que rodea a la leyenda. Por el contrario, este agosto, Andoni Canela sí que ha dado con las pisadas, en la nieve, de un par de lobos en el Pirineo. Y, sin dejar el Pirineo, Olga Jordi lee su tesis doctoral sobre el urogallo este mes. Dos especies amenazadas por la presión antrópica que heroínas y héroes, como ellos, intentan estudiar y conservar.

Las paradojas animales: unos maltratan... otros protegen a sus congéneres.

Suscríbete para seguir leyendo